Saturday, 14 June 2025

Escucha en tiempos de guerra. Sobre Hum II de Hajra Waheed en Fragmentos

Hum II, la obra que la artista Hajra Waheed presenta en Fragmentos, es un arrullo para la turbulencia de nuestros tiempos. Esta obra fue galardonada en la Bienal de Sharjah del 2023 y tiene como precedente a “Hum” del 2020. La actual versión en una instalación sonora ubicada en los jardines y la ruina colonial de Fragmentos, allí se despliega una composición de 32 canales interconectados por más de 1.600 metros de cable.

Esta evocadora pieza destaca por la tensión entre su sencillez formal y su complejidad sonora: sencillez en la medida que no nos presenta grandes imágenes, como estamos acostumbrados a ver en la sala principal, por el contrario, deja este espacio libre y nos invita a recorrer sus jardines; su complejidad radica en los múltiples movimientos y sonoridades de la pieza musical, los cuales se proyectan en varios parlantes mimetizados entre plantas y ladrillos.

Al escuchar atentamente la pieza, uno puede adentrarse en distintos estados del ser: desde el eco lejano de un estado prenatal, pasando por el susurro materno, hasta la explosiva danza del coro de la vida, para luego caer en el jadeo de un intenso cansancio, un agotamiento tanto del cuerpo como de la misma humanidad.

En todo este recorrido se pueden escuchar sonoridades árabes y reminiscencias a oraciones y plegarias; esto es debido a un interés consciente de la artista, ya que la pieza parte de siete canciones originarias de las Américas, África y Asia, muchas de ellas prohibidas y transmitidas a través de generaciones por mujeres. Al estar ubicadas en los jardines de un espacio tan cargado simbólica, política y energéticamente como Fragmentos, estas melodías se convierten en una oda a lo fúnebre y a lo vital, son simultáneamente una letanía y una viva por la existencia.

En nuestros ruidosos tiempos actuales, donde suenan bombas, disparos y amenazas a todas las formas de vida por doquier, esta obra despierta un estado de escucha aguda, nos devuelve a una sensibilidad propia del origen, nos recuerda que somos mucho más que partidos y posiciones políticas, nos lleva más allá de las convicciones personales o sociales, más allá de las propias visiones de mundo, nos recuerda que en últimas, somos parte de una misma especie y que habitamos un mismo planeta.

Sin embargo, la escucha que propone Hum II no es una escucha estática, es una escucha en movimiento que nos invita a caminar entre ruinas, entre ladrillos carcomidos por la humedad y el musgo. Mientras recorría y escuchaba esta obra sentía que las ruinas de Fragmentos se convertían en las ruinas de nuestra sociedad, y venía a mi mente la imagen del Angelus Novus de Paul Klee y la interpretación del ángel de la historia de Walter Benjamin, sentía que al igual que la imagen, quedamos atónitos ante los desastres de la guerra, desastres que en esta ocasión, lamentablemente no son parte de una elucubración apocalíptica, sino de un estado presente del mundo y la humanidad.

Caminar por los jardines de Fragmentos se vuelve parte integral de la obra, un recorrido que nos permite conectar con anturios, helechos y enormes yarumos. Con cada paso podemos sentir las piedras del suelo con nuestros pies, percatarnos de sus texturas y formas, a la vez que sentimos cómo se elevan nubes de arena. Entre plantas y piedras, Hum II permite conectarnos con las raíces que nos son comunes como habitantes de este planeta.

Al estar a la intemperie, la obra nos relaciona también con el cielo y con el clima: cuando fui, estaba lloviendo y pude sentir las gotas en mi cuerpo. La obra no distingue entre interior y exterior, y eso es quizás lo más estremecedor de ella, que los estados y movimientos que nos muestra, toda aquella violencia y vivacidad no son solo un estado interior producido por la contemplación de la obra, sino son el reflejo de nuestra realidad contemporánea.

La pieza nos presenta un loop de la humanidad, desde el silencio y el arrullo hasta el vertiginoso frenesí, nos remite tanto al nacimiento como a la destrucción, a la paz y a la guerra. Esta obra es un espejo de nuestro tiempo, se pone de frente, nos hace mirarnos a los ojos y preguntarnos ¿Seremos capaces de romper el ciclo, esta vez?

Sunday, 28 July 2024

El "Campo abierto" de Andrés Quintero


 “Campo abierto” es el nombre de la exposición que el artista Andrés Quintero presenta en la galería Sketch en Bogotá. En ella exhibe trabajos que se originaron en su proceso de Maestría en Artes Plásticas y visuales en la Universidad Nacional de Colombia y que se remontan a su historia familiar en el departamento de Boyacá, y más exactamente, al territorio de Güicán.

El trabajo de Andrés es un tejido realizado con hilos de las más diversas proveniencias: los hay ancestrales, como el oficio mismo de la tejeduría; los hay tensos, como los resquicios de la carrera espacial, y con ella, de la guerra fría; los hay anecdóticos, como la historia del empate de Colombia contra la Unión Soviética en el mundial de 1962; y los hay cálidos y fríos, como la afectuosa relación que establece con las ovejas en medio de un inhóspito nevado.


Entre todas las capas que tiene este tejido, me interesan mucho aquellas sutiles, personales, y que por leves, pueden pasar desapercibidas: me interesa el volver a lo familiar. El contacto de Andrés con Boyacá y con Güicán de la Sierra, se remonta a su infancia, y en particular, a la relación que tuvo con su abuelo quien era geógrafo, pareciera que sus conocimientos se hubieran transmitido de manera genética al artista, quien, si bien no se aproxima a la geografía como una disciplina académica, la integra en su práctica y en su cuerpo: recorre nevados y montañas, traza caminos y se relaciona de una manera cercana con valles y lagunas. Andrés re-visita por medio de su cuerpo una memoria infantil, la de aquellos primeros encuentros con el territorio, reaviva el gesto de sorpresa al llegar a un lugar nuevo y el de percibirse como finito al estar en contacto con aquello que lo sobrepasa.


Hace un par de años, el artista tuvo que dejar de frecuentar los pueblos de su niñez debido a los problemas de orden público que azotaban a Colombia, es por ello que, esta serie de trabajos no solo fueron parte de un importante logro académico durante sus estudios de maestría, sino también, conllevaron una intensa carga emocional que venía desde sus primeros años de vida: el logro de finalmente volver a los paisajes de su infancia, dejar de lado las limitaciones de seguridad y aventurarse a las montañas; en este contexto, no es de extrañar que, al recorrer los piezas de Andrés, y en particular sus videos, sea posible escuchar, un claro y fuerte, canto de libertad.

Los trabajos de Andrés tienen tanto de sutil, como de heroico: cargar una piedra de sal de casi 30 kilos por entre las montañas, pernoctar en condiciones extremas para llegar a destinos muy lejanos etc. No obstante, su accionar está lejos de presentarse como el de un héroe forastero con ínfulas de conquista, por el contrario, su actuar es el de alguien que se relaciona íntimamente con el territorio, que trabaja y se cubre con las materialidades del mismo, que se camufla con éste y se vuelven uno: Andrés-ovejo. Andrés-montaña. Andres-lago.


No tendría el tiempo de abordar cada uno de los múltiples hilos con los que Andrés ha tejido este cuerpo de trabajo que ha elaborado durante los últimos años: la historia de la artesana Raquel Vivas, quien trabajó la lana y la hizo llegar al espacio en el Apolo 11; los resquicios de la fabrica de “Telas Huatay” en Usaquén; la relación entre las tecnologías industriales y las ancestrales; los instrumentos de medición del viento; los materiales y sus técnicas, por solo mencionar algunos.


Sin embargo, quisiera enfocarme en uno de estos hilos, que llama mi atención por lo sutil y por lo fuerte que resulta ser: la poética del aire. En vario de los videos es posible escuchar el fuerte y saturado sonido del viento; estos videos, además de tener sonido, tienen temperatura, pues se sienten fríos, de hecho helados. En algunas escenas es posible ver al artista utilizar su cuerpo para medir la intensidad y la dirección de las corrientes de aire, asimismo, se vale de un anemómetro, que consiguió en un archivo soviético, para medir la velocidad del viento.


Pero esta poética, que se presenta con tanta belleza en medio de los majestuosos paisajes de la Sierra, tiene una historia paralela, invisible y fuerte a la vez, el cuerpo de Andrés tiene una condición respiratoria que le puede ocasionar problemas respiratorios graves, por ello, cada uno de sus gestos con el viento, cada respiración en ésa altísima Sierra que se yergue a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar, es un valiente grito del cuerpo y del espíritu humano. Andrés no necesita llegar a la cumbre más alta, pues cada respiración suya en este territorio, es por sí misma, una conquista sobre la vida.


En sus trabajos, Andrés se plantea grandes misiones, tareas o empresas, pero lo grandioso no radica en si logra pernoctar a la intemperie, si escala grandes cumbres o si se entiende con ovejas; a mí, lo que realmente me estremece, es escuchar un sutil y potente grito de vida y libertad que atraviesa este Campo Abierto.

Sunday, 28 April 2024

Clarice Lispector y mi obra(r). A propósito del libro “Filosofía y Literatura en Clarice Lispector"


En el 2023, recibí la invitación por parte de mi amiga María Fernanda Silva y de la profesora Myriam Jiménez Quenguan del Doctorado en filosofía de la Universidad Santo Tomás en Bogotá, para que algunas imágenes de mis procesos artísticos hicieran parte del libro “Filosofía y Literatura en Clarice Lispector", el cual también contiene textos de los estudiantes del doctorado que surgieron de un seminario sobre Lispector.


Myriam había conocido mis procesos artísticos con antelación y había evidenciado un elemento “lispectoriano” en estos, para el día del lanzamiento me pidió que hablara sobre la relación de Clarice Lispector y mi obra, para lo cual escribí un texto, que si bien me gustó, me salió un tanto extenso y no hubo tiempo para leerlo, por ello quiero compartirlo por este medio. No sin antes mencionar que dicho día compartí que como artista, he sentido en Clarice comprensión y empatía, siento que ella entiende por qué uno hace lo que hace, y por qué uno se entrega de la manera en la que uno se entrega a la creación artística, que para mí, no es otra cosa sino la posibilidad de navegar y profundizar en todos los rincones que nos ofrece esta existencia.


 

Primero, quiero agradecer a la profesora Myriam Jiménez y a mi amiga María Fernanda por la invitación a hacer parte de este libro, realmente es un honor para mí que algunas imágenes de mis proyectos estén acompañando los textos de las y los estudiantes.


No me es sencillo pensar sobre la relación entre Clarice Lispector y mi proceso artístico, porque no es algo que haya pensado, y tampoco siento que quiera pensarlo; temo que al hacerlo pueda debilitar el espacio de magia que nos conecta.

Mi relación con ella no es la que convencionalmente un lector entabla con una escritora o una autora, para mí, ella es más bien una presencia que me ha acompañado en momentos decisivos de mi vida, diría que una presencia clave y determinante.


¿Cómo conocí a Clarice? No lo sé, pero recuerdo un libro que me regalaron y otro que ya había comprado, y sobre todo recuerdo momentos intensos de lectura en los que subrayaba con fuerza y escribía en las márgenes de las hojas, eran momentos de mucha energía y de severos revolcones internos, era como si ella supiera lo que yo perfectamente sentía en la profundidad de mi ser y como si pudiera explicar y comprender mi sentir mejor de lo que yo era capaz. No creía que yo fuera el lector, sentía que ella me leía. Era como si ella me permitiera acompañarla a penetrar en lo más intimo y fundamental de la existencia, de la materia; como si pudiéramos acercarnos juntos a aquello que es puro y esencial. Y aún así, sentía que no entendía sus palabras, pero sus palabras eran lo suficientemente fuertes como para remover todo mi interior; recuerdo tener que parar la lectura, tomar aire y dejar el libro de lado, porque sentía que la intensidad de sus palabras me rebasaba.


Me preguntan que cómo me ha influido ella, no lo sé, no sé si sea una cuestión de influencia, siento más bien que nos hemos conectado; y quizás, al conectarme con su ser, con su sentir, al aproximarme a aquello a lo que ella también se aproximaba en sus textos, me he permitido dejarme acompañar y guiar; por eso, prefiero hablar sobre su compañía.


Sobre mi recorrido a su lado, quisiera mencionar un proyecto que titulé Agua Viva, en honor a un libro suyo, lo desarrollé en Sao Paulo y le puse así, no porque tuviera que ver directamente con su libro, sino porque sentía que en ése momento mi vida estaba siendo atravesada por una intensidad muy cercana a la que ella relata en su texto, como quién se acerca a la “cosa”, al “it”, como diría ella. Me entregué por completo en este proyecto: bajé por una alcantarilla ubicada a dos o cuatro cuadras de la avenida Paulista, una de las arterias principales de Sao Paulo, lo hice para ver directamente la naciente de un río que estaba canalizado; también atravesé la ciudad caminando durante cuatro horas, estableciendo contacto con el espíritu de un río que estaba subterráneo, varios metros debajo mío.


Este tipo de entregas no son ajenas a mi quehacer artístico, que es mi mismo recorrido vital. En otra ocasión salté a mar abierto en el océano pacífico porque sentía la necesidad de sentir con mi cuerpo la presencia de las ballenas; en otro momento, en otro acto de saltar al vacío, viajé a Sudáfrica por amor, sin mucho dinero pero con la convicción de que era lo que tenía que hacer; y más recientemente, navegué mis propias oscuridades para luego proponer talleres donde las personas se pudieran encontrar con la luz que proviene de sus heridas.


Estas aventuras o actos de entrega requieren de un soltarse por completo a la vida, un desarmar los nudos que nos sostienen y dejarse ir, una entrega sin límites ni condiciones, y es allí, donde quizás, me siento más cercano a Clarice, en ése llenarse los pulmones completamente de vida, en el descubrir el mundo en todas sus dimensiones sin dar nada por sentado, en el sentir, atravesar y alimentarse de cada emoción hasta su última gota, en el preguntarse incesantemente por todo, y navegar y navegarse; no por buscar comprender algo, sino por entregarse ineludiblemente a la sensación y a la experiencia; se trata de entregarse por completo a aquello que lo rebasa a uno y para lo que no sirve esforzarse en encontrar respuestas lógicas; la respuesta de Clarice es la entrega a lo desconocido, al Gran Misterio, habitar el no entender y, en ese camino, hallarse perdida, encerrada, encontrarse, redimirse y transformarse. Para mí Clarice no es sólo una autora, es un estado del ser.


Cuando pienso en ella, a veces la veo tan etérea, que me la imagino levitando entre el tiempo y los estados de la existencia; y a veces la siento tan visceral, que me la imagino en un contacto íntimo, directo y casi cruel con  su cuerpo, con sus entrañas. Quizás ella nos muestra eso: que la puerta al vuelo está en los intestinos, que la entrada a la magia yace en la conexión consigo mismo, en la presencia del ser.


Quisiera terminar mi intervención leyendo la última página de un texto que no entiendo y no quiero entender, pero que me toca profundamente. Lo leeré inicialmente en portugués, porque me interesa su sonoridad y para honrar el idioma en el que Clarice lo escribió, y luego, como un acto de mediación, leeré una traducción que realicé al idioma que hoy nos encuentra.


*Para escuchar la lectura de los fragmentos de Agua Viva en portugués y castellano, ingresa a: 

Água Viva -Clarice Lispector (Portugués y Castellano).

 

 

Saturday, 25 March 2023

Sí, señor Huertas, aún están vivos sus versos



El 15 de abril de 1862, la escritora de lengua inglesa Emily Dickinson envía una carta al político, militar y escritor Thomas W. Higginson. La correspondencia que duraría años, comienza con estas palabras:

Señor Higginson,

¿Está usted demasiado ocupado para decirme si mi verso está vivo? la mente está tan cerca de sí misma, que no ve claramente y no tengo a nadie a quién preguntar, si usted pensara que respira y si tuviera tiempo de decírmelo, le quedaría muy agradecida.

Dickinson no llegó a publicar en vida más que algunos pocos poemas. Vivió en la época victoriana, y con el tiempo, empezó a recluirse en su casa, se dice que durante su edad adulta no salió de su cuarto, dedicándose exclusivamente a la escritura, negándose incluso a bajar las escaleras de su casa, siempre vestía de blanco. Adquirió fama de ser una mujer huraña y aislada del mundo, ello no fue impedimento para que hoy en día se conociera su extensa obra, entre poemas y cartas.

En la carta a Higginson, la escritora se cuestiona por la vitalidad de su prosa, debido a ello, inicia un intercambio epistolar, con quien se convertiría en su mentor.

Me cuestiono si los artistas de hoy en día se realizan esta misma pregunta, o si se asume que, por el hecho de hacer arte en la contemporaneidad, su gesto goza per se de vitalidad. Personalmente, no creo que todo lo que es presentado como arte, lo sea; ni que todo lo que se aleja de los espacios artísticos, no lo sea.

Con estas inquietudes me aproximo a la exposición de Breyner Huertas en la galería Liberia en Bogotá bajo la curaduría de Carolina Cerón; sin embargo, para ser exactos, más que ser una exposición, ésta es para mí un libro escrito por Huertas.

Breyner es un artista que escribe. Además de publicar reseñas y ensayos sobre el trabajo de otros artistas, escribe con fotografías, con archivos, con objetos, e incluso, cuestionando su propia identidad.

En la galería Liberia, Huertas presenta un texto abierto para el público donde despliega la fisicidad misma del libro: Hojas de papel, lomo, encuadernación etc. Pero el libro de Huertas no es un libro con olor a nuevo y envuelto en plástico transparente, no, es un libro gastado por el tiempo, de hojas amarillas, con papeles carcomidos por polillas y gusanos de plata; es un libro cálido por el contacto que ha tenido con las manos que han acariciado sus páginas, es un libro gastado y usado, lleno de diagramas y ralladuras hechas con esfero y resaltador; es un libro que se abre cálidamente al lector. 

Huertas nos deja ver el uso del libro y con ello, nos permite imaginar al personaje que lo lee y participa de este esbozo narrativo; es un esbozo mudo, pues el personaje nunca habla, solo quedan rastros de su lectura.

En este despliegue textual, el espectador se vuelve un lector, pero también un personaje del escenario de Huertas, y asimismo un autor, pues, es quien finalmente atará los fragmentos y escribirá su propia historia. La historia que cuenta el libro es el mismo libro, lleno de múltiples comienzos y finales. Desde esta perspectiva, los papeles incrustados en el techo de la galería se convierten en avioncitos de papel que vuelan en la imaginación de niños, pero también, hacen parte de un recuerdo infantil del artista: dardos de papel lanzados por estudiantes al cielo raso del colegio.

Huertas extiende la noción misma de libro y lectura al espacializar sus textos en la galería.

Sí, señor Huertas, aún están vivos sus versos. Y aunque no lo crea, al igual que los de  Dickinson, aún gozan de cierta lozanía.


2018-2023

Thursday, 2 March 2023

Comportamientos que sostienen abusos. Campo del arte y academia.











Este texto surge de una serie de conversaciones sobre el abuso sexual, las cuales me hicieron reflexionar sobre cómo desde el sistema educativo se han instaurado comportamientos que propician una cultura del abuso en el sistema laboral, específicamente en el campo del arte. Lo cual me ha hecho repensar las dinámicas de poder presentes en la academia y proponer el aula de clases como un lugar propicio para generar cambios.


Al final del año pasado, durante una serie de conversaciones coloquiales de cierre de año, hablamos entre otros temas sobre el abuso sexual en el campo del arte; inicialmente me sorprendió porque no es un tema que suela aparecer muy a menudo en las conversaciones decembrinas, sin embargo, mi mayor sorpresa fue el no haber escuchado uno, sino varios relatos de esta índole en varios escenarios; esto me ha hecho pensar en aquellos elementos que han permitido que esto se instaure como una práctica repetitiva y silenciosa en el campo.


No sólo me ha sorprendido escuchar más de un suceso en diversos momentos, sino encontrar puntos comunes entre ellos: personas que ostentan posiciones de jerarquía en el campo del arte queriendo intercambios sexuales desde contextos profesionales, suponiendo que ello podría generar algún tipo de crecimiento profesional en la persona afectada, ya sea al ser incluida en alguna exposición, publicación, proyecto, generando ventas de sus trabajos, entre otros.


Lo primero que me surgieron fueron preguntas: ¿Por qué? ¿por qué he escuchado más de una historia? ¿por qué existen elementos comunes en ellas? ¿de dónde vienen este tipo de comportamientos? ¿qué es lo que sostiene este tipo de abusos? Y esta pregunta se ramifica en muchas otras: ¿Somos conscientes de lo que está sucediendo o intentamos evadir el tema? ¿se ha vuelto un secreto a voces? ¿qué hemos hecho colectivamente para permitir todo esto? ¿qué estamos haciendo para cambiar esto?


Sin duda, varias de las respuestas a mis preguntas se encuentran en el contexto social, en nuestra historia nacional, en el patriarcado e incluso en las maneras en que se ha constituido la institución familia; sin embargo, intuyo que hay actitudes del sistema del arte y del campo educativo que las promueven y mantienen, por ello quisiera darle una vuelta a estas preguntas y plantearlas desde otra perspectiva ¿De qué manera el sistema del arte y, en particular la academia, han contribuido a sostener una conducta de abuso de carácter sexual?


Sin el ánimo de responder exhaustivamente estas preguntas, quisiera aproximarme a ellas desde un lugar muy específico que es la academia, pues considero que allí hay elementos básicos que sostienen el sistema; por lo tanto, quiero aclarar que no me enfocaré en el abuso sexual dentro de la universidad, sino en ciertas prácticas que se instauran en este contexto y propician conductas de abuso en ambientes profesionales.


Las preguntas que planteé me hicieron traer a la mente una serie de recuerdos de mis días de estudiante de pregrado en artes plásticas, me remito a hace más de una década atrás; si bien, tengo hermosas memorias de esta época, quisiera resaltar algunas que en su momento parecían cotidianas e “inocentes”, pero que ahora las encuentro pertinentes para desarrollar estas cuestiones.


Recuerdo una clase donde los estudiantes solíamos guardar silencio ante la presencia del (a) docente, sabíamos que no había un ambiente para ser escuchados, que no había receptividad para el disenso o el debate, era un ambiente totalmente vertical y jerárquico. También se me vienen a la mente varias clases donde las y los estudiantes sentíamos que la/el profesor tenía un gusto estético muy marcado, y algunos estudiantes procuraban integrar este gusto en sus trabajos, así no fueran conscientes de ello, como una manera de complacer y obtener una buena nota. De hecho, varias de las imágenes que me surgen son de gestos donde la o el estudiante dejaba de lado sus ideas, sus opiniones, su perspectiva de las cosas con tal de no molestar al docente, con tal de no generar una confrontación, con tal de que éste no le pusiera una mala nota y evitar así una afectación negativa en el promedio; el cual era importante no sólo para el estudiante, sino también para la familia, y podría tener repercusiones en el campo laboral, en la posibilidad de acceder a una beca o a un estudio de posgrado. Esto, sin mencionar situaciones donde los y las estudiantes sentían incomodidad ante las miradas o el contacto físico con ciertos(as) docentes, sin embargo, nadie decía nada con tal de evitar represalias.


Estas imágenes quizás nos parezcan comunes y hasta las habremos experimentado en primera persona, pero lo que más me llama la atención es cómo estos gestos “comunes” configuran un sistema marcado por el miedo y la coerción, donde el estudiante deja de lado aspectos de su ser y de su manera de ver el mundo -se deja de lado a sí mismo-, con tal de no ver perjudicado su promedio académico y desarrollo profesional, incluso yendo en contra de su voluntad al complacer a la autoridad.


Sabemos que el sistema educativo nos enseña mucho más que contenidos académicos, nos enseña maneras de comportamos. Lamentablemente, en muchas ocasiones se enseña que hay que hacer cualquier cosa con tal de “pasar la materia”, con tal de tener una “buena nota”, incluso dejando de lado la salud propia, al tener que pasar extensas jornadas de estudio, o dejando de lado el criterio propio, teniendo que complacer al docente.


Quisiera detenerme en una palabra que ha aparecido varias veces: “complacer”, según el diccionario de la RAE ésta se refiere a “causar completa satisfacción en el otro”, lo interesante de esta definición es que no menciona qué está sucediendo en la persona que proporciona placer, de hecho se puede complacer a alguien a consta del total malestar, desagrado y contra la voluntad propia. Justo aquí, al hacer que alguien haga algo en contra de su voluntad, se abre el espacio para todo tipo de abusos y coacciones.


¿Y usted se preguntara, qué tiene todo esto que ver con el tema inicial de este texto? En estos patrones de comportamiento reside el germen del abuso que se expande a otras esferas de la sociedad. Las actitudes que he recordado de mi época de pregrado como: Dejarse de lado, no molestar generando una discusión, mantener el silencio, complacer al otro y evitar generar un malestar en los demás, no son elementos tan inocentes si los encontramos también presentes en distintos tipos de violencias en diversos contextos, desde lo laboral, hasta lo personal. Veo que la sociedad, y la academia en particular, proponen una matriz de comportamiento que se alinea con situaciones de acoso y abuso, donde al parecer no se podría ir en contra de la jerarquía, pues es quien “pone la nota”, o te “abre y cierra puertas” laborales, donde no se podría denunciar, pues pareciera que la autoridad es quien "pone las leyes".


Considero que uno de los principales lugares desde donde se pueden prevenir los casos de acoso y abuso sexual en el campo del arte, y en la sociedad en general, es desde la academia, al modificar la matriz de comportamiento que se está reproduciendo y convertirse en un espacio de confianza donde se pueda hablar sobre lo que nos hace sentir incómodas e incómodos sin miedo a ningún tipo de represalias. Reconozco los enormes retos que esto acarrea en el terreno práctico, específicamente en nuestro actual sistema educativo, siendo éste un sistema que suele deshumanizar tanto al estudiante como al profesor al ponerlos como cifras, y las cifras no abusan ni son abusadas, son tan sólo cifras que sirven al sistema.


No obstante, como estudiante y docente universitario que he sido, creo en el potencial transformador del aula de clases. Me parece fundamental que los y las docentes conviertan sus aulas en escenarios de respeto para aceptar y propiciar el disenso, donde las y los estudiantes aprendan a valorar su propia perspectiva, especialmente si va en contra de la figura de autoridad; aprendan a reconocer sus potencialidades más allá de los contenidos académicos o gustos estéticos. Ésta es también una invitación para que la nota no sea tan relevante, para que como docentes percibamos cuando consciente o inconscientemente generamos coerción en las y los estudiantes. En resumen, propiciar que el aula sea una espacio de empoderamiento y cambio real, mas no de reproducción de patrones desde el miedo, el silencio y la sumisión.


Veo esencial que las y los estudiantes reconozcan la importancia de decir NO. Que puedan ponerse en primer lugar y reconocer aquellas situaciones donde se ejerce la autocensura o la coerción en pro de obtener buenos resultados académicos, percibiendo lo ilusorio y pasajero que puede llegar a ser una nota, o incluso una oportunidad laboral (llámese contrato, exposición, publicación, proyecto, etc). Es importante aprender a estar en mayor contacto y sintonía con el cuerpo y las emociones, de tal manera que se pueda reconocer cuándo nos sentimos incómodos o incomodas, y escuchar y honrar esta incomodidad desde el cuidado propio y la compasión; marcando límites ante las demás personas, valorando la propia integridad y autenticidad.


Lamento inmensamente que el chantaje y la manipulación que conducen al abuso sexual sean prácticas tan instauradas en nuestra sociedad, y en particular, en el campo del arte, hasta el punto de que las hayamos normalizado y en ocasiones no podamos reconocer su gravedad. Deseo que todas las personas, hombres y mujeres, que han pasado por este tipo de situaciones encuentren la paz en su espíritu y la sanación en su ser que merecen, que encuentren la fortaleza, la luz y transformación que traen las noches más oscuras. También deseo que las personas que perpetraron los actos realicen los procesos de autoconciencia, sanación y transformación que necesitan, así como de responsabilidad civil, reparación y perdón que son tan necesarios, y que desde el arrepentimiento y la sanación se vuelvan trabajadoras y trabajadores por una nueva manera de entender la integridad humana.


Como artista, educador y sanador, confío en que los cambios sociales que estamos viviendo son tan profundos que en un futuro no muy lejano, se genere la suficiente conciencia para que esto no vuelva a suceder, para que no lo sigamos permitiendo, para que no sigamos repitiendo los patrones y estructuras que hacen que esto sea posible.

.