Sunday, 28 July 2024

El "Campo abierto" de Andrés Quintero


 “Campo abierto” es el nombre de la exposición que el artista Andrés Quintero presenta en la galería Sketch en Bogotá. En ella exhibe trabajos que se originaron en su proceso de Maestría en Artes Plásticas y visuales en la Universidad Nacional de Colombia y que se remontan a su historia familiar en el departamento de Boyacá, y más exactamente, al territorio de Güicán.

El trabajo de Andrés es un tejido realizado con hilos de las más diversas proveniencias: los hay ancestrales, como el oficio mismo de la tejeduría; los hay tensos, como los resquicios de la carrera espacial, y con ella, de la guerra fría; los hay anecdóticos, como la historia del empate de Colombia contra la Unión Soviética en el mundial de 1962; y los hay cálidos y fríos, como la afectuosa relación que establece con las ovejas en medio de un inhóspito nevado.


Entre todas las capas que tiene este tejido, me interesan mucho aquellas sutiles, personales, y que por leves, pueden pasar desapercibidas: me interesa el volver a lo familiar. El contacto de Andrés con Boyacá y con Güicán de la Sierra, se remonta a su infancia, y en particular, a la relación que tuvo con su abuelo quien era geógrafo, pareciera que sus conocimientos se hubieran transmitido de manera genética al artista, quien, si bien no se aproxima a la geografía como una disciplina académica, la integra en su práctica y en su cuerpo: recorre nevados y montañas, traza caminos y se relaciona de una manera cercana con valles y lagunas. Andrés re-visita por medio de su cuerpo una memoria infantil, la de aquellos primeros encuentros con el territorio, reaviva el gesto de sorpresa al llegar a un lugar nuevo y el de percibirse como finito al estar en contacto con aquello que lo sobrepasa.


Hace un par de años, el artista tuvo que dejar de frecuentar los pueblos de su niñez debido a los problemas de orden público que azotaban a Colombia, es por ello que, esta serie de trabajos no solo fueron parte de un importante logro académico durante sus estudios de maestría, sino también, conllevaron una intensa carga emocional que venía desde sus primeros años de vida: el logro de finalmente volver a los paisajes de su infancia, dejar de lado las limitaciones de seguridad y aventurarse a las montañas; en este contexto, no es de extrañar que, al recorrer los piezas de Andrés, y en particular sus videos, sea posible escuchar, un claro y fuerte, canto de libertad.

Los trabajos de Andrés tienen tanto de sutil, como de heroico: cargar una piedra de sal de casi 30 kilos por entre las montañas, pernoctar en condiciones extremas para llegar a destinos muy lejanos etc. No obstante, su accionar está lejos de presentarse como el de un héroe forastero con ínfulas de conquista, por el contrario, su actuar es el de alguien que se relaciona íntimamente con el territorio, que trabaja y se cubre con las materialidades del mismo, que se camufla con éste y se vuelven uno: Andrés-ovejo. Andrés-montaña. Andres-lago.


No tendría el tiempo de abordar cada uno de los múltiples hilos con los que Andrés ha tejido este cuerpo de trabajo que ha elaborado durante los últimos años: la historia de la artesana Raquel Vivas, quien trabajó la lana y la hizo llegar al espacio en el Apolo 11; los resquicios de la fabrica de “Telas Huatay” en Usaquén; la relación entre las tecnologías industriales y las ancestrales; los instrumentos de medición del viento; los materiales y sus técnicas, por solo mencionar algunos.


Sin embargo, quisiera enfocarme en uno de estos hilos, que llama mi atención por lo sutil y por lo fuerte que resulta ser: la poética del aire. En vario de los videos es posible escuchar el fuerte y saturado sonido del viento; estos videos, además de tener sonido, tienen temperatura, pues se sienten fríos, de hecho helados. En algunas escenas es posible ver al artista utilizar su cuerpo para medir la intensidad y la dirección de las corrientes de aire, asimismo, se vale de un anemómetro, que consiguió en un archivo soviético, para medir la velocidad del viento.


Pero esta poética, que se presenta con tanta belleza en medio de los majestuosos paisajes de la Sierra, tiene una historia paralela, invisible y fuerte a la vez, el cuerpo de Andrés tiene una condición respiratoria que le puede ocasionar problemas respiratorios graves, por ello, cada uno de sus gestos con el viento, cada respiración en ésa altísima Sierra que se yergue a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar, es un valiente grito del cuerpo y del espíritu humano. Andrés no necesita llegar a la cumbre más alta, pues cada respiración suya en este territorio, es por sí misma, una conquista sobre la vida.


En sus trabajos, Andrés se plantea grandes misiones, tareas o empresas, pero lo grandioso no radica en si logra pernoctar a la intemperie, si escala grandes cumbres o si se entiende con ovejas; a mí, lo que realmente me estremece, es escuchar un sutil y potente grito de vida y libertad que atraviesa este Campo Abierto.