Saturday, 14 June 2025

Escucha en tiempos de guerra. Sobre Hum II de Hajra Waheed en Fragmentos

Hum II, la obra que la artista Hajra Waheed presenta en Fragmentos, es un arrullo para la turbulencia de nuestros tiempos. Esta obra fue galardonada en la Bienal de Sharjah del 2023 y tiene como precedente a “Hum” del 2020. La actual versión en una instalación sonora ubicada en los jardines y la ruina colonial de Fragmentos, allí se despliega una composición de 32 canales interconectados por más de 1.600 metros de cable.

Esta evocadora pieza destaca por la tensión entre su sencillez formal y su complejidad sonora: sencillez en la medida que no nos presenta grandes imágenes, como estamos acostumbrados a ver en la sala principal, por el contrario, deja este espacio libre y nos invita a recorrer sus jardines; su complejidad radica en los múltiples movimientos y sonoridades de la pieza musical, los cuales se proyectan en varios parlantes mimetizados entre plantas y ladrillos.

Al escuchar atentamente la pieza, uno puede adentrarse en distintos estados del ser: desde el eco lejano de un estado prenatal, pasando por el susurro materno, hasta la explosiva danza del coro de la vida, para luego caer en el jadeo de un intenso cansancio, un agotamiento tanto del cuerpo como de la misma humanidad.

En todo este recorrido se pueden escuchar sonoridades árabes y reminiscencias a oraciones y plegarias; esto es debido a un interés consciente de la artista, ya que la pieza parte de siete canciones originarias de las Américas, África y Asia, muchas de ellas prohibidas y transmitidas a través de generaciones por mujeres. Al estar ubicadas en los jardines de un espacio tan cargado simbólica, política y energéticamente como Fragmentos, estas melodías se convierten en una oda a lo fúnebre y a lo vital, son simultáneamente una letanía y una viva por la existencia.

En nuestros ruidosos tiempos actuales, donde suenan bombas, disparos y amenazas a todas las formas de vida por doquier, esta obra despierta un estado de escucha aguda, nos devuelve a una sensibilidad propia del origen, nos recuerda que somos mucho más que partidos y posiciones políticas, nos lleva más allá de las convicciones personales o sociales, más allá de las propias visiones de mundo, nos recuerda que en últimas, somos parte de una misma especie y que habitamos un mismo planeta.

Sin embargo, la escucha que propone Hum II no es una escucha estática, es una escucha en movimiento que nos invita a caminar entre ruinas, entre ladrillos carcomidos por la humedad y el musgo. Mientras recorría y escuchaba esta obra sentía que las ruinas de Fragmentos se convertían en las ruinas de nuestra sociedad, y venía a mi mente la imagen del Angelus Novus de Paul Klee y la interpretación del ángel de la historia de Walter Benjamin, sentía que al igual que la imagen, quedamos atónitos ante los desastres de la guerra, desastres que en esta ocasión, lamentablemente no son parte de una elucubración apocalíptica, sino de un estado presente del mundo y la humanidad.

Caminar por los jardines de Fragmentos se vuelve parte integral de la obra, un recorrido que nos permite conectar con anturios, helechos y enormes yarumos. Con cada paso podemos sentir las piedras del suelo con nuestros pies, percatarnos de sus texturas y formas, a la vez que sentimos cómo se elevan nubes de arena. Entre plantas y piedras, Hum II permite conectarnos con las raíces que nos son comunes como habitantes de este planeta.

Al estar a la intemperie, la obra nos relaciona también con el cielo y con el clima: cuando fui, estaba lloviendo y pude sentir las gotas en mi cuerpo. La obra no distingue entre interior y exterior, y eso es quizás lo más estremecedor de ella, que los estados y movimientos que nos muestra, toda aquella violencia y vivacidad no son solo un estado interior producido por la contemplación de la obra, sino son el reflejo de nuestra realidad contemporánea.

La pieza nos presenta un loop de la humanidad, desde el silencio y el arrullo hasta el vertiginoso frenesí, nos remite tanto al nacimiento como a la destrucción, a la paz y a la guerra. Esta obra es un espejo de nuestro tiempo, se pone de frente, nos hace mirarnos a los ojos y preguntarnos ¿Seremos capaces de romper el ciclo, esta vez?

Sunday, 28 July 2024

El "Campo abierto" de Andrés Quintero


 “Campo abierto” es el nombre de la exposición que el artista Andrés Quintero presenta en la galería Sketch en Bogotá. En ella exhibe trabajos que se originaron en su proceso de Maestría en Artes Plásticas y visuales en la Universidad Nacional de Colombia y que se remontan a su historia familiar en el departamento de Boyacá, y más exactamente, al territorio de Güicán.

El trabajo de Andrés es un tejido realizado con hilos de las más diversas proveniencias: los hay ancestrales, como el oficio mismo de la tejeduría; los hay tensos, como los resquicios de la carrera espacial, y con ella, de la guerra fría; los hay anecdóticos, como la historia del empate de Colombia contra la Unión Soviética en el mundial de 1962; y los hay cálidos y fríos, como la afectuosa relación que establece con las ovejas en medio de un inhóspito nevado.


Entre todas las capas que tiene este tejido, me interesan mucho aquellas sutiles, personales, y que por leves, pueden pasar desapercibidas: me interesa el volver a lo familiar. El contacto de Andrés con Boyacá y con Güicán de la Sierra, se remonta a su infancia, y en particular, a la relación que tuvo con su abuelo quien era geógrafo, pareciera que sus conocimientos se hubieran transmitido de manera genética al artista, quien, si bien no se aproxima a la geografía como una disciplina académica, la integra en su práctica y en su cuerpo: recorre nevados y montañas, traza caminos y se relaciona de una manera cercana con valles y lagunas. Andrés re-visita por medio de su cuerpo una memoria infantil, la de aquellos primeros encuentros con el territorio, reaviva el gesto de sorpresa al llegar a un lugar nuevo y el de percibirse como finito al estar en contacto con aquello que lo sobrepasa.


Hace un par de años, el artista tuvo que dejar de frecuentar los pueblos de su niñez debido a los problemas de orden público que azotaban a Colombia, es por ello que, esta serie de trabajos no solo fueron parte de un importante logro académico durante sus estudios de maestría, sino también, conllevaron una intensa carga emocional que venía desde sus primeros años de vida: el logro de finalmente volver a los paisajes de su infancia, dejar de lado las limitaciones de seguridad y aventurarse a las montañas; en este contexto, no es de extrañar que, al recorrer los piezas de Andrés, y en particular sus videos, sea posible escuchar, un claro y fuerte, canto de libertad.

Los trabajos de Andrés tienen tanto de sutil, como de heroico: cargar una piedra de sal de casi 30 kilos por entre las montañas, pernoctar en condiciones extremas para llegar a destinos muy lejanos etc. No obstante, su accionar está lejos de presentarse como el de un héroe forastero con ínfulas de conquista, por el contrario, su actuar es el de alguien que se relaciona íntimamente con el territorio, que trabaja y se cubre con las materialidades del mismo, que se camufla con éste y se vuelven uno: Andrés-ovejo. Andrés-montaña. Andres-lago.


No tendría el tiempo de abordar cada uno de los múltiples hilos con los que Andrés ha tejido este cuerpo de trabajo que ha elaborado durante los últimos años: la historia de la artesana Raquel Vivas, quien trabajó la lana y la hizo llegar al espacio en el Apolo 11; los resquicios de la fabrica de “Telas Huatay” en Usaquén; la relación entre las tecnologías industriales y las ancestrales; los instrumentos de medición del viento; los materiales y sus técnicas, por solo mencionar algunos.


Sin embargo, quisiera enfocarme en uno de estos hilos, que llama mi atención por lo sutil y por lo fuerte que resulta ser: la poética del aire. En vario de los videos es posible escuchar el fuerte y saturado sonido del viento; estos videos, además de tener sonido, tienen temperatura, pues se sienten fríos, de hecho helados. En algunas escenas es posible ver al artista utilizar su cuerpo para medir la intensidad y la dirección de las corrientes de aire, asimismo, se vale de un anemómetro, que consiguió en un archivo soviético, para medir la velocidad del viento.


Pero esta poética, que se presenta con tanta belleza en medio de los majestuosos paisajes de la Sierra, tiene una historia paralela, invisible y fuerte a la vez, el cuerpo de Andrés tiene una condición respiratoria que le puede ocasionar problemas respiratorios graves, por ello, cada uno de sus gestos con el viento, cada respiración en ésa altísima Sierra que se yergue a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar, es un valiente grito del cuerpo y del espíritu humano. Andrés no necesita llegar a la cumbre más alta, pues cada respiración suya en este territorio, es por sí misma, una conquista sobre la vida.


En sus trabajos, Andrés se plantea grandes misiones, tareas o empresas, pero lo grandioso no radica en si logra pernoctar a la intemperie, si escala grandes cumbres o si se entiende con ovejas; a mí, lo que realmente me estremece, es escuchar un sutil y potente grito de vida y libertad que atraviesa este Campo Abierto.

Sunday, 28 April 2024

Clarice Lispector y mi obra(r). A propósito del libro “Filosofía y Literatura en Clarice Lispector"


En el 2023, recibí la invitación por parte de mi amiga María Fernanda Silva y de la profesora Myriam Jiménez Quenguan del Doctorado en filosofía de la Universidad Santo Tomás en Bogotá, para que algunas imágenes de mis procesos artísticos hicieran parte del libro “Filosofía y Literatura en Clarice Lispector", el cual también contiene textos de los estudiantes del doctorado que surgieron de un seminario sobre Lispector.


Myriam había conocido mis procesos artísticos con antelación y había evidenciado un elemento “lispectoriano” en estos, para el día del lanzamiento me pidió que hablara sobre la relación de Clarice Lispector y mi obra, para lo cual escribí un texto, que si bien me gustó, me salió un tanto extenso y no hubo tiempo para leerlo, por ello quiero compartirlo por este medio. No sin antes mencionar que dicho día compartí que como artista, he sentido en Clarice comprensión y empatía, siento que ella entiende por qué uno hace lo que hace, y por qué uno se entrega de la manera en la que uno se entrega a la creación artística, que para mí, no es otra cosa sino la posibilidad de navegar y profundizar en todos los rincones que nos ofrece esta existencia.


 

Primero, quiero agradecer a la profesora Myriam Jiménez y a mi amiga María Fernanda por la invitación a hacer parte de este libro, realmente es un honor para mí que algunas imágenes de mis proyectos estén acompañando los textos de las y los estudiantes.


No me es sencillo pensar sobre la relación entre Clarice Lispector y mi proceso artístico, porque no es algo que haya pensado, y tampoco siento que quiera pensarlo; temo que al hacerlo pueda debilitar el espacio de magia que nos conecta.

Mi relación con ella no es la que convencionalmente un lector entabla con una escritora o una autora, para mí, ella es más bien una presencia que me ha acompañado en momentos decisivos de mi vida, diría que una presencia clave y determinante.


¿Cómo conocí a Clarice? No lo sé, pero recuerdo un libro que me regalaron y otro que ya había comprado, y sobre todo recuerdo momentos intensos de lectura en los que subrayaba con fuerza y escribía en las márgenes de las hojas, eran momentos de mucha energía y de severos revolcones internos, era como si ella supiera lo que yo perfectamente sentía en la profundidad de mi ser y como si pudiera explicar y comprender mi sentir mejor de lo que yo era capaz. No creía que yo fuera el lector, sentía que ella me leía. Era como si ella me permitiera acompañarla a penetrar en lo más intimo y fundamental de la existencia, de la materia; como si pudiéramos acercarnos juntos a aquello que es puro y esencial. Y aún así, sentía que no entendía sus palabras, pero sus palabras eran lo suficientemente fuertes como para remover todo mi interior; recuerdo tener que parar la lectura, tomar aire y dejar el libro de lado, porque sentía que la intensidad de sus palabras me rebasaba.


Me preguntan que cómo me ha influido ella, no lo sé, no sé si sea una cuestión de influencia, siento más bien que nos hemos conectado; y quizás, al conectarme con su ser, con su sentir, al aproximarme a aquello a lo que ella también se aproximaba en sus textos, me he permitido dejarme acompañar y guiar; por eso, prefiero hablar sobre su compañía.


Sobre mi recorrido a su lado, quisiera mencionar un proyecto que titulé Agua Viva, en honor a un libro suyo, lo desarrollé en Sao Paulo y le puse así, no porque tuviera que ver directamente con su libro, sino porque sentía que en ése momento mi vida estaba siendo atravesada por una intensidad muy cercana a la que ella relata en su texto, como quién se acerca a la “cosa”, al “it”, como diría ella. Me entregué por completo en este proyecto: bajé por una alcantarilla ubicada a dos o cuatro cuadras de la avenida Paulista, una de las arterias principales de Sao Paulo, lo hice para ver directamente la naciente de un río que estaba canalizado; también atravesé la ciudad caminando durante cuatro horas, estableciendo contacto con el espíritu de un río que estaba subterráneo, varios metros debajo mío.


Este tipo de entregas no son ajenas a mi quehacer artístico, que es mi mismo recorrido vital. En otra ocasión salté a mar abierto en el océano pacífico porque sentía la necesidad de sentir con mi cuerpo la presencia de las ballenas; en otro momento, en otro acto de saltar al vacío, viajé a Sudáfrica por amor, sin mucho dinero pero con la convicción de que era lo que tenía que hacer; y más recientemente, navegué mis propias oscuridades para luego proponer talleres donde las personas se pudieran encontrar con la luz que proviene de sus heridas.


Estas aventuras o actos de entrega requieren de un soltarse por completo a la vida, un desarmar los nudos que nos sostienen y dejarse ir, una entrega sin límites ni condiciones, y es allí, donde quizás, me siento más cercano a Clarice, en ése llenarse los pulmones completamente de vida, en el descubrir el mundo en todas sus dimensiones sin dar nada por sentado, en el sentir, atravesar y alimentarse de cada emoción hasta su última gota, en el preguntarse incesantemente por todo, y navegar y navegarse; no por buscar comprender algo, sino por entregarse ineludiblemente a la sensación y a la experiencia; se trata de entregarse por completo a aquello que lo rebasa a uno y para lo que no sirve esforzarse en encontrar respuestas lógicas; la respuesta de Clarice es la entrega a lo desconocido, al Gran Misterio, habitar el no entender y, en ese camino, hallarse perdida, encerrada, encontrarse, redimirse y transformarse. Para mí Clarice no es sólo una autora, es un estado del ser.


Cuando pienso en ella, a veces la veo tan etérea, que me la imagino levitando entre el tiempo y los estados de la existencia; y a veces la siento tan visceral, que me la imagino en un contacto íntimo, directo y casi cruel con  su cuerpo, con sus entrañas. Quizás ella nos muestra eso: que la puerta al vuelo está en los intestinos, que la entrada a la magia yace en la conexión consigo mismo, en la presencia del ser.


Quisiera terminar mi intervención leyendo la última página de un texto que no entiendo y no quiero entender, pero que me toca profundamente. Lo leeré inicialmente en portugués, porque me interesa su sonoridad y para honrar el idioma en el que Clarice lo escribió, y luego, como un acto de mediación, leeré una traducción que realicé al idioma que hoy nos encuentra.


*Para escuchar la lectura de los fragmentos de Agua Viva en portugués y castellano, ingresa a: 

Água Viva -Clarice Lispector (Portugués y Castellano).

 

 

Saturday, 25 March 2023

Sí, señor Huertas, aún están vivos sus versos



El 15 de abril de 1862, la escritora de lengua inglesa Emily Dickinson envía una carta al político, militar y escritor Thomas W. Higginson. La correspondencia que duraría años, comienza con estas palabras:

Señor Higginson,

¿Está usted demasiado ocupado para decirme si mi verso está vivo? la mente está tan cerca de sí misma, que no ve claramente y no tengo a nadie a quién preguntar, si usted pensara que respira y si tuviera tiempo de decírmelo, le quedaría muy agradecida.

Dickinson no llegó a publicar en vida más que algunos pocos poemas. Vivió en la época victoriana, y con el tiempo, empezó a recluirse en su casa, se dice que durante su edad adulta no salió de su cuarto, dedicándose exclusivamente a la escritura, negándose incluso a bajar las escaleras de su casa, siempre vestía de blanco. Adquirió fama de ser una mujer huraña y aislada del mundo, ello no fue impedimento para que hoy en día se conociera su extensa obra, entre poemas y cartas.

En la carta a Higginson, la escritora se cuestiona por la vitalidad de su prosa, debido a ello, inicia un intercambio epistolar, con quien se convertiría en su mentor.

Me cuestiono si los artistas de hoy en día se realizan esta misma pregunta, o si se asume que, por el hecho de hacer arte en la contemporaneidad, su gesto goza per se de vitalidad. Personalmente, no creo que todo lo que es presentado como arte, lo sea; ni que todo lo que se aleja de los espacios artísticos, no lo sea.

Con estas inquietudes me aproximo a la exposición de Breyner Huertas en la galería Liberia en Bogotá bajo la curaduría de Carolina Cerón; sin embargo, para ser exactos, más que ser una exposición, ésta es para mí un libro escrito por Huertas.

Breyner es un artista que escribe. Además de publicar reseñas y ensayos sobre el trabajo de otros artistas, escribe con fotografías, con archivos, con objetos, e incluso, cuestionando su propia identidad.

En la galería Liberia, Huertas presenta un texto abierto para el público donde despliega la fisicidad misma del libro: Hojas de papel, lomo, encuadernación etc. Pero el libro de Huertas no es un libro con olor a nuevo y envuelto en plástico transparente, no, es un libro gastado por el tiempo, de hojas amarillas, con papeles carcomidos por polillas y gusanos de plata; es un libro cálido por el contacto que ha tenido con las manos que han acariciado sus páginas, es un libro gastado y usado, lleno de diagramas y ralladuras hechas con esfero y resaltador; es un libro que se abre cálidamente al lector. 

Huertas nos deja ver el uso del libro y con ello, nos permite imaginar al personaje que lo lee y participa de este esbozo narrativo; es un esbozo mudo, pues el personaje nunca habla, solo quedan rastros de su lectura.

En este despliegue textual, el espectador se vuelve un lector, pero también un personaje del escenario de Huertas, y asimismo un autor, pues, es quien finalmente atará los fragmentos y escribirá su propia historia. La historia que cuenta el libro es el mismo libro, lleno de múltiples comienzos y finales. Desde esta perspectiva, los papeles incrustados en el techo de la galería se convierten en avioncitos de papel que vuelan en la imaginación de niños, pero también, hacen parte de un recuerdo infantil del artista: dardos de papel lanzados por estudiantes al cielo raso del colegio.

Huertas extiende la noción misma de libro y lectura al espacializar sus textos en la galería.

Sí, señor Huertas, aún están vivos sus versos. Y aunque no lo crea, al igual que los de  Dickinson, aún gozan de cierta lozanía.


2018-2023

Thursday, 2 March 2023

Comportamientos que sostienen abusos. Campo del arte y academia.











Este texto surge de una serie de conversaciones sobre el abuso sexual, las cuales me hicieron reflexionar sobre cómo desde el sistema educativo se han instaurado comportamientos que propician una cultura del abuso en el sistema laboral, específicamente en el campo del arte. Lo cual me ha hecho repensar las dinámicas de poder presentes en la academia y proponer el aula de clases como un lugar propicio para generar cambios.


Al final del año pasado, durante una serie de conversaciones coloquiales de cierre de año, hablamos entre otros temas sobre el abuso sexual en el campo del arte; inicialmente me sorprendió porque no es un tema que suela aparecer muy a menudo en las conversaciones decembrinas, sin embargo, mi mayor sorpresa fue el no haber escuchado uno, sino varios relatos de esta índole en varios escenarios; esto me ha hecho pensar en aquellos elementos que han permitido que esto se instaure como una práctica repetitiva y silenciosa en el campo.


No sólo me ha sorprendido escuchar más de un suceso en diversos momentos, sino encontrar puntos comunes entre ellos: personas que ostentan posiciones de jerarquía en el campo del arte queriendo intercambios sexuales desde contextos profesionales, suponiendo que ello podría generar algún tipo de crecimiento profesional en la persona afectada, ya sea al ser incluida en alguna exposición, publicación, proyecto, generando ventas de sus trabajos, entre otros.


Lo primero que me surgieron fueron preguntas: ¿Por qué? ¿por qué he escuchado más de una historia? ¿por qué existen elementos comunes en ellas? ¿de dónde vienen este tipo de comportamientos? ¿qué es lo que sostiene este tipo de abusos? Y esta pregunta se ramifica en muchas otras: ¿Somos conscientes de lo que está sucediendo o intentamos evadir el tema? ¿se ha vuelto un secreto a voces? ¿qué hemos hecho colectivamente para permitir todo esto? ¿qué estamos haciendo para cambiar esto?


Sin duda, varias de las respuestas a mis preguntas se encuentran en el contexto social, en nuestra historia nacional, en el patriarcado e incluso en las maneras en que se ha constituido la institución familia; sin embargo, intuyo que hay actitudes del sistema del arte y del campo educativo que las promueven y mantienen, por ello quisiera darle una vuelta a estas preguntas y plantearlas desde otra perspectiva ¿De qué manera el sistema del arte y, en particular la academia, han contribuido a sostener una conducta de abuso de carácter sexual?


Sin el ánimo de responder exhaustivamente estas preguntas, quisiera aproximarme a ellas desde un lugar muy específico que es la academia, pues considero que allí hay elementos básicos que sostienen el sistema; por lo tanto, quiero aclarar que no me enfocaré en el abuso sexual dentro de la universidad, sino en ciertas prácticas que se instauran en este contexto y propician conductas de abuso en ambientes profesionales.


Las preguntas que planteé me hicieron traer a la mente una serie de recuerdos de mis días de estudiante de pregrado en artes plásticas, me remito a hace más de una década atrás; si bien, tengo hermosas memorias de esta época, quisiera resaltar algunas que en su momento parecían cotidianas e “inocentes”, pero que ahora las encuentro pertinentes para desarrollar estas cuestiones.


Recuerdo una clase donde los estudiantes solíamos guardar silencio ante la presencia del (a) docente, sabíamos que no había un ambiente para ser escuchados, que no había receptividad para el disenso o el debate, era un ambiente totalmente vertical y jerárquico. También se me vienen a la mente varias clases donde las y los estudiantes sentíamos que la/el profesor tenía un gusto estético muy marcado, y algunos estudiantes procuraban integrar este gusto en sus trabajos, así no fueran conscientes de ello, como una manera de complacer y obtener una buena nota. De hecho, varias de las imágenes que me surgen son de gestos donde la o el estudiante dejaba de lado sus ideas, sus opiniones, su perspectiva de las cosas con tal de no molestar al docente, con tal de no generar una confrontación, con tal de que éste no le pusiera una mala nota y evitar así una afectación negativa en el promedio; el cual era importante no sólo para el estudiante, sino también para la familia, y podría tener repercusiones en el campo laboral, en la posibilidad de acceder a una beca o a un estudio de posgrado. Esto, sin mencionar situaciones donde los y las estudiantes sentían incomodidad ante las miradas o el contacto físico con ciertos(as) docentes, sin embargo, nadie decía nada con tal de evitar represalias.


Estas imágenes quizás nos parezcan comunes y hasta las habremos experimentado en primera persona, pero lo que más me llama la atención es cómo estos gestos “comunes” configuran un sistema marcado por el miedo y la coerción, donde el estudiante deja de lado aspectos de su ser y de su manera de ver el mundo -se deja de lado a sí mismo-, con tal de no ver perjudicado su promedio académico y desarrollo profesional, incluso yendo en contra de su voluntad al complacer a la autoridad.


Sabemos que el sistema educativo nos enseña mucho más que contenidos académicos, nos enseña maneras de comportamos. Lamentablemente, en muchas ocasiones se enseña que hay que hacer cualquier cosa con tal de “pasar la materia”, con tal de tener una “buena nota”, incluso dejando de lado la salud propia, al tener que pasar extensas jornadas de estudio, o dejando de lado el criterio propio, teniendo que complacer al docente.


Quisiera detenerme en una palabra que ha aparecido varias veces: “complacer”, según el diccionario de la RAE ésta se refiere a “causar completa satisfacción en el otro”, lo interesante de esta definición es que no menciona qué está sucediendo en la persona que proporciona placer, de hecho se puede complacer a alguien a consta del total malestar, desagrado y contra la voluntad propia. Justo aquí, al hacer que alguien haga algo en contra de su voluntad, se abre el espacio para todo tipo de abusos y coacciones.


¿Y usted se preguntara, qué tiene todo esto que ver con el tema inicial de este texto? En estos patrones de comportamiento reside el germen del abuso que se expande a otras esferas de la sociedad. Las actitudes que he recordado de mi época de pregrado como: Dejarse de lado, no molestar generando una discusión, mantener el silencio, complacer al otro y evitar generar un malestar en los demás, no son elementos tan inocentes si los encontramos también presentes en distintos tipos de violencias en diversos contextos, desde lo laboral, hasta lo personal. Veo que la sociedad, y la academia en particular, proponen una matriz de comportamiento que se alinea con situaciones de acoso y abuso, donde al parecer no se podría ir en contra de la jerarquía, pues es quien “pone la nota”, o te “abre y cierra puertas” laborales, donde no se podría denunciar, pues pareciera que la autoridad es quien "pone las leyes".


Considero que uno de los principales lugares desde donde se pueden prevenir los casos de acoso y abuso sexual en el campo del arte, y en la sociedad en general, es desde la academia, al modificar la matriz de comportamiento que se está reproduciendo y convertirse en un espacio de confianza donde se pueda hablar sobre lo que nos hace sentir incómodas e incómodos sin miedo a ningún tipo de represalias. Reconozco los enormes retos que esto acarrea en el terreno práctico, específicamente en nuestro actual sistema educativo, siendo éste un sistema que suele deshumanizar tanto al estudiante como al profesor al ponerlos como cifras, y las cifras no abusan ni son abusadas, son tan sólo cifras que sirven al sistema.


No obstante, como estudiante y docente universitario que he sido, creo en el potencial transformador del aula de clases. Me parece fundamental que los y las docentes conviertan sus aulas en escenarios de respeto para aceptar y propiciar el disenso, donde las y los estudiantes aprendan a valorar su propia perspectiva, especialmente si va en contra de la figura de autoridad; aprendan a reconocer sus potencialidades más allá de los contenidos académicos o gustos estéticos. Ésta es también una invitación para que la nota no sea tan relevante, para que como docentes percibamos cuando consciente o inconscientemente generamos coerción en las y los estudiantes. En resumen, propiciar que el aula sea una espacio de empoderamiento y cambio real, mas no de reproducción de patrones desde el miedo, el silencio y la sumisión.


Veo esencial que las y los estudiantes reconozcan la importancia de decir NO. Que puedan ponerse en primer lugar y reconocer aquellas situaciones donde se ejerce la autocensura o la coerción en pro de obtener buenos resultados académicos, percibiendo lo ilusorio y pasajero que puede llegar a ser una nota, o incluso una oportunidad laboral (llámese contrato, exposición, publicación, proyecto, etc). Es importante aprender a estar en mayor contacto y sintonía con el cuerpo y las emociones, de tal manera que se pueda reconocer cuándo nos sentimos incómodos o incomodas, y escuchar y honrar esta incomodidad desde el cuidado propio y la compasión; marcando límites ante las demás personas, valorando la propia integridad y autenticidad.


Lamento inmensamente que el chantaje y la manipulación que conducen al abuso sexual sean prácticas tan instauradas en nuestra sociedad, y en particular, en el campo del arte, hasta el punto de que las hayamos normalizado y en ocasiones no podamos reconocer su gravedad. Deseo que todas las personas, hombres y mujeres, que han pasado por este tipo de situaciones encuentren la paz en su espíritu y la sanación en su ser que merecen, que encuentren la fortaleza, la luz y transformación que traen las noches más oscuras. También deseo que las personas que perpetraron los actos realicen los procesos de autoconciencia, sanación y transformación que necesitan, así como de responsabilidad civil, reparación y perdón que son tan necesarios, y que desde el arrepentimiento y la sanación se vuelvan trabajadoras y trabajadores por una nueva manera de entender la integridad humana.


Como artista, educador y sanador, confío en que los cambios sociales que estamos viviendo son tan profundos que en un futuro no muy lejano, se genere la suficiente conciencia para que esto no vuelva a suceder, para que no lo sigamos permitiendo, para que no sigamos repitiendo los patrones y estructuras que hacen que esto sea posible.

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Tuesday, 23 August 2022

¿Por qué no trabajo sin recibir honorarios?



Hace más o menos una década me gradué de Artes Plásticas, durante este tiempo me he encontrado tanto con trabajos justos, equitativos y en donde se han reconocido amorosamente mis aportes y experiencia; así como con trabajos y ofertas laborales que han sido todo lo contrario. El objetivo de este texto es reflexionar sobre por qué se ha normalizado el no pagar honorarios a lxs artistas y sobre qué es aquello que se considera como el trabajo de un artista. Mi mayor interés es poder compartir mi experiencia con otras personas para que tengamos herramientas sobre cómo asumir este tipo de situaciones.


Recuerdo algunas propuestas en donde se ha pretendido que trabaje sin recibir remuneración económica, o incluso que yo incurra en gastos:


-Una vez fui invitado a una exposición donde se pretendía que realizara una obra en grandes dimensiones sin ofrecerme un estipendio para materiales, mucho menos honorarios

-En otra ocasión, fui invitado a una residencia financiada por una importante organización europea donde se pretendía que realizara proyectos comunitarios y educativos durante más de un mes sin recibir honorarios.

-Hace años fui invitado a “nutrirme” de los conocimientos de otras personas en seminarios de largo aliento a cambio de mi trabajo como mediador sin siquiera recibir un subsidio de transporte, mucho menos un salario por mi trabajo.

-También recuerdo una ocasión de dificultad económica en la que contacté a una universidad y me ofrecieron dictar una charla, requerían que realizara una presentación en PDF y que participara en un panel, cuando pregunté por mis honorarios me respondieron: “los artistas que hemos invitado no han pedido honorarios” etc.


Estas propuestas esconden estrategias extractivistas, injustas y de precarización laboral, detrás de buenas intenciones, sofisticados textos curatoriales y comunicados de prensa que utilizan palabras como: cuidado, empatía, justicia histórica, resistencia cultural, decolonialidad, democacia, decentralización, apoyo a los artistas, etc. Lamentablemente aún existe una larga brecha entre la teoría y la práctica, entre el discurso que se vende y la acción que se ejecuta, esto muestra la importancia de no sólo mantener un discurso crítico, sino ser auto-reflexivos con las acciones que ejecutamos.


Recuerdo una vez en que me invitaron a intervenir unos objetos para una exposición, la excusa para no darme honorarios era que la persona que estaba organizando el proyecto y que me invitaba tampoco los estaba recibiendo, no obstante, sí había dinero para imprimir el plotter, pagarle al diseñador, etc. ¿Por qué se piensa que es necesario gestionar dineros para imprimir un plotter pero no para pagarle a un artista? 


En otra ocasión, me invitaron a una residencia donde había dinero para producción, para pagar transportes, alimentación, para los honorarios de un grupo de artesanxs (que me parece necesario y justo), pero no para mí como artista ¿Por qué se asume el quehacer del artista como algo gratuito? Sin mencionar cuando una vez me invitaron a ser asistente de una artista por unas semanas al otro lado del mundo y me decían que “la experiencia” pagaba mi trabajo.


Por todos los ejemplos que he expuesto anteriormente, veo necesario explicar ¿Por qué no trabajo sin honorarios?

Si me invitan a un proyecto en el cual no recibiré honorarios, significa que como mínimo habría de seguir asumiendo gastos obligatorios como el arriendo de mi apartamento y el pago de los servicios públicos, transporte y alimentación, además de cotizar salud y pensión; sin mencionar del arriendo del taller/estudio que tendré que seguir pagando. Al menos $2.000.000 tendría que gastar, dinero que podría estar consiguiendo durante el tiempo que estaría trabajando en el proyecto que me proponen, pero que no podría hacerlo, pues dicho proyecto ocuparía mi tiempo. Si me invitan a un proyecto de una semana sin honorarios: es una semana sin poder trabajar para pagar estos gastos; si me invitan a un proyecto de un mes sin recibir honorarios: no tendría cómo cubrirlos y lo cierto es que ni Colpensiones, ni mi arrendador, ni la empresa de energía me van a recibir “buenas intenciones” como forma de pago.


Las buenas intenciones con las que se plantea un proyecto, así se quiera “visibilizar”, “salvar”, “rescatar” cualquier tipo de comunidad o práctica históricamente excluida no pagan los gastos básicos de un(a) artista; y como artistas y trabajadorxs culturales no tenemos por qué cargar con la falta de planeación de los eventos ¿Por qué como artista habríamos de cargar con la falta de gestión de un evento?


Sé que no estamos acostumbradxs a hablar del arte en estos términos, pues lo consideramos cercano a lo sublime e inefable, pero es justo este silencio el que ha logrado consolidar sistemas de exclusión, injusticias y enfermedades.


La pregunta que surge es: ¿Qué es el trabajo de un(a) artista? ¿Qué se considera parte del trabajo de un(a) artista? Para mí, es cualquier actividad que requiera de su quehacer y de su tiempo, especialmente si se utiliza simbólicamente su calidad como artista; es decir, si te va a tomar tiempo, vas a utilizar tus conocimientos y/o van a publicitar que eres un artista: es trabajo.


No obstante, me pregunto ¿Por qué hay artistas que aceptan este tipo de propuestas? ‌Más allá de que muchxs puedan dejarse deslumbrar por el prestigio y la remuneración simbólica, puedo identificar algunas características en quienes aceptan este tipo de proyectos: suelen ser artistas que tienen un respaldo económico (familias, herencias, galerías etc.), ó jóvenes con poca experiencia laboral, personas que viven con sus madres y/o padres y que no han de preocuparse por pagar un alquiler, artistas que no tenemos una familia que sostener económicamente etc. En resumidas cuentas, personas que ostentan algún tipo de privilegio o que presentan una condición de vulnerabilidad. La explotación y la injusticia se codean con el privilegio y se aprovechan de la vulnerabilidad.


No se trata de dejar de ser generosxs, sino de aprender a valorar el trabajo propio, poner límites y ser empáticxs con las necesidades económicas de lxs demás; una de las grandes dificultades es reconocer los propios privilegios y reconocer y valorar el trabajo de cada persona, siendo solidarios con quienes no tienen las mismas posibilidades.


Como toda regla tiene una excepción, yo tengo mis propias excepciones. Por ejemplo, hace poco una amiga me invitó a participar de un taller donde ella no estaba recibiendo dinero y no me podía pagar honorarios, pero reconoció la situación, la importancia de mi trabajo y a cambio me ofreció una caja de té que ella prepara, el hecho del valorar mi quehacer y el pensar en una retribución por ello, fue suficiente para mí y acepté; actitud muy diferente a la de quien te pide tu trabajo y ni siquiera menciona una retribución por el mismo. Con el tiempo, he aprendido la importancia de no estar cerrado ante las propuestas, así no parezcan favorables, he aprendido a estar receptivo, escuchar a la otra persona, y si es posible, negociar las condiciones.


Mi medida es: Si la institución o el proyecto puede pagar por mis honorarios pero no los tiene en cuenta por descuido o por asumir que me están pagando de manera simbólica o con prestigio: Digo no. Pero si hay un reconocimiento y una valoración de mi trabajo, así no sea económica -puede ser un intercambio- y si hay empatía al ponerse en mi lugar, lo pienso dos veces y muy posiblemente acepte. Pero esta medida ha de encontrarla cada quien en la construcción de sus límites laborales y personales. Mi prioridad es valorar mi trabajo, pues me estoy valorando a mí mismo. No se trata de negociar un valor económico, sino de un acto de valoración, cuidado y amor propio.



Conclusión:


Si usted está pensando en invitar a un artista a hacer un dibujo, una intervención, dar una charla, lo que sea, y no tiene dinero: Reconozca que va a hacer un trabajo y que merece una remuneración por ello.

Si no tuvo en cuenta la remuneración: Gestiónela.

Si no tiene dinero: reconozca que no lo tiene, valore su trabajo y propóngale un intercambio justo.


Sé que muchas personas no consideran este tipo de preguntas y repiten los modelos sin mayor reflexión, por eso es importante seguir alzando la voz sobre estos asuntos. Nadie es ajeno o ajena a este tipo de dinámicas extractivistas e injustas, por lo tanto, si en algún momento yo lo llegase a hacer de manera inconsciente, por favor háganmelo saber para cambiar.


En resumidas cuentas: Valoro mi trabajo, reconozco mi experiencia y por ello no trabajo sin recibir honorarios.

Tuesday, 26 July 2022

Mensaje a Elena Villamil. Sobre mi compost.


Este mensaje se lo envié en el marco de una conversación personal a Elena Villamil, directora y madre de un hermoso proceso de resistencia y salvaguarda del conocimiento agroecológico llamado Huerta Santaelena en Bogotá; por sugerencia de ella, lo comparto públicamente. 


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Doña Elena,


Buenos días, muchas gracias por su mensaje,

Quise tomarme el tiempo para responderle con calma,


Comencé a compostar hace dos años cuando vivía en una casa, era agradable porque podía compostar en el jardín, revolver los residuos a diario con un rastrillo y luego echarle el abono a mis plantas y a un árbol que tenía.

Sin embargo, hace un año me trasteé a un apartamento pequeño, de una sola habitación y sala/comedor; pensé que no podría compostar aquí, hasta que asistí a una charla en su huerta y me hizo pensar que sí era posible. El proceso lo he sentido bien diferente, pues ahora vivo sólo y estoy compostando mis residuos orgánicos en un balde, está justo entre mi mesa de comedor y la nevera, se ha vuelto una presencia en mi apartamento; inicialmente me aterraba sentirlo tan cerca de mí todos los días, pues pensaba que era algo que se estaba muriendo, descomponiéndose, y cada vez que lo abría olía muy mal, pero con el tiempo empecé a verlo diferente.


Durante estos meses, al convivir con una presencia que está en descomposición, he pensado mucho en la muerte y su potencial de dar vida, he sentido que todo es cíclico, por ejemplo, me ha asombrado que cuando les doy tierra abonada con este compost a mis plantas, y aunque huela muy fuerte, a ellas les gusta y se ponen felices, más bonitas y saludables. Recuerdo que un guru de la india, Sadhguru, dice que el suelo tiene la capacidad de convertir la muerte en vida ¡Y es maravilloso poder ver ese proceso!. Esto me ha hecho pensar en que el suelo no es el único que tiene ésta posibilidad, nosotrxs como seres humanos también, podemos hacer que del dolor y la muerte salgan nuevas ideas y creaciones.


También he reconsiderado algunas ideas sobre la muerte, pues se suele asociar a un proceso frío y estático, pero de hecho, ver la descomposición de mi compost me ha hecho percibir otra cosa, es un proceso dinámico e intenso de transformación, por ejemplo libera calor y salen burbujas como si estuviera hirviendo. También he visto y sentido que el proceso de compostaje hace que todo vuelva a lo básico, sin importar si era una manzana, un pepino, hojas de los árboles, un estropajo, mi cabello o una bolsa de té, al final todo se reduce a lo mismo: a una pasta oscura de la que sale un liquido de olor fuerte. Me ha hecho experimentar y sentir que la materialidad de todo lo vivo, lo orgánico, es la misma.


Tengo en otro balde más pequeño tierra mezclada con mi compost y ha sido hermoso ver cómo algunas plantas han nacido espontáneamente, yo las he trasplantado y de hecho una de ellas está grande y al parecer le está saliendo frutos. También ha sido bonito ver cómo mi familia se ha vinculado en este proceso: mi mamá, por ejemplo no es una persona muy cercana a la agricultura, pero se ha encargado de cariñosamente conseguirme hojas secas para controlar los niveles de humedad del compost, y cada tanto me pregunta si necesito más. Mi padre, por su parte, nació en el campo, desde pequeño ha trabajado la tierra y me ha dado consejos de cómo cuidar mis plantas.


Aún tengo problemas logísticos, como le comentaba, no tengo un lugar donde mezclar este compost con un poco de tierra, darle el suficiente aire y convertirlo en tierra abonada, pero seguiré haciendo el proceso con mi balde, pues siento que, al final es un proceso que trata de hacerse responsable de uno mismo.


Por último, le envío unas fotos de mi balde de compost.

 



Y esta es la planta que nació espontáneamente en la tierra abonada ¿sabe de qué es?


 

Muchas gracias por leerme.

Abrazos y tenga un lindo día.

😊💚🌱 ✨


 

Wednesday, 15 June 2022

Cartas a Cecilia

Este texto recoge cuatro cartas o mensajes que surgen a raíz de la exposicón Veroír El fracaso iluminado de la artista Cecilia Vicuña en el Museo de Arte Miguel Urrutia del Banco de la República en Bogotá, curada por Miguel A. López. 

Los textos surgen tras una serie de visitas a la exposición, en donde sin premeditarlo, entretejo experiencias personales y problemáticas sociales con las obras de Vicuña. 


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18 de febrero 2022


Estimada Cecilia,


Primero, quiero agradecerle por estar exhibiendo su trabajo en Bogotá. No sé si maneja sus redes sociales o no, si leerá este mensaje o no, pero le escribo porque me nacen las palabras y quiero hacerlo.

Le escribo desde la cima de Monserrate; hoy en la mañana, mientras subía, pensaba en aquella imagen suya donde con un hilito rojo tejía los árboles, con las calles y los afectos de esta ciudad; y sentía que con su actual exposición, su presencia ha vuelto a habitar estas tierras; hoy imaginaba que a lo mejor, la encontraría entre estos caminos de árboles tejiendo con pequeños hilitos rojos, sentada en algún rinconcito entre un Borrachero y un par de Eucaliptos.

La inauguración de anoche fue especial, no sólo se encontraba su trabajo engalanado por los cielos y los cerros de Bogotá, sino por una potente luna llena, que justo se asomaba por el Apu desde el cual le escribo ahora. Para sorpresa mía, a la salida del museo había un hombre de cabello largo tocando una quena y al parecer unas maracas ¡Era música de los Andes! Era música conjurada por Cecilia y su exposición, viento(Paracas)/música que ha anudado el águila, el quetzal y el cóndor, y que ahora, potentemente suena en Bogotá y resuena en nuestros corazones, al menos fuerte y cariñosamente en el mío.

Muchas gracias Cecilia,


Mis mejores deseos,


Snyder Moreno Martín


Pd. Espero leer pronto su libro Cruz del Sur, lamentablemente es de difícil acceso y un tanto costoso aquí.

Un afectuoso saludo.


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26 02 2022


Estimada Cecilia,


Lamento mucho no haber recibido respuesta a mi mensaje, intuyo que no revisa las comunicaciones en sus redes sociales, o quizás prefiere no interactuar por ese medio, la entiendo. Aún así, quiero escribirle nuevamente, haciendo honor a mi palabra de permitir que la palabra surja cuenda ella lo desee. La ausencia de su respuesta, en vez de desestimularme, hace que mi escritura no tenga que estar encajonada en el tono de una correspondencia a alguien que no conozco -pues quizás nunca lea estas palabras-, y a raíz de ello, me permitiré ciertas licencias y quizás el tono se vuelva más personal.

Cecilia, le cuento que ayer visité por tercera vez su exposición, pero antes de hablarle de esta experiencia, permítame hablarle de mi segunda visita, pues fue una visita iluminadora, como todas hasta el momento.

Quise ir exclusivamente a ver el video ¿Qué es la poesía?, y fue muy bonito ver que en uno de sus primeros fotogramas aparece el cerro de Monserrate, justo el lugar desde el cual le escribía mi primera misiva, sentí que de alguna manera tejíamos entre mi presencia y su ausencia, entre su presencia y mi movimiento en la sala, entre las calles y los cerros. Deambulé un rato por la exposición, volví a ver el video y se me vino a la mente aquel verso hermosamente cantado por Mercedes Sosa: “Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida” Y pensaba en la tristeza que habrían 

sentido sus obras al dejar Bogotá hace algunos años, la extrañeza que habrían experimentado al hallarse nuevamente en la ciudad,  y la alegría de volver al lugar donde amaron la vida.

Ayer fui de nuevo con una amiga a quien quiero mucho, estudió literatura, es educadora popular y ahora hace un doctorado en filosofía, sin embargo le aburren los museos de arte, para convencerla de que se permitiera ir a su exposición le dije: “¡Vamos! Cecilia es una artista fabulosa, para mí es como la Violeta Parra de las artes visuales”, así la convencí. Y en esta tercera visita, en vez de caminar por su obra, su obra me hizo caminar por mí, o quizás, ella caminó sobre mí. Pues era imposible no reconocer mis propios ideales, obsesiones y pasiones en ella; y caminaba por entre sus obras como si fuera llevado por aquel hilito rojo del Niño del Plomo, y el tiempo ya no era más unidireccional sino, múltiple y posible.

Regresé hace unos pocos meses a Colombia luego de estudiar una maestría en el Royal College of Arts gracias a un estímulo del Banco de la República. Londres fue un tiempo retador en mi vida, pues además de afrontar gran parte de la pandemia allí, estuve hospitalizado y tuvieron que realizarme un procedimiento quirúrgico, lo afronté sin mi familia de sangre cerca a mí, y ello fue importante y formador, crecí y me fortalecí bastante.

También fue un momento en el que varias ilusiones se desvanecieron, pues no pude acceder a los talleres de mi universidad y tuve que salir de Londres al inicio de la pandemia, pues no podía pagar el arriendo en la ciudad, ya que me había quedado sin entradas económicas extra. El Royal College, como institución, fue una experiencia elitista y permeada por las políticas neoliberales y el academicismo; no obstante, fue un momento fundamental para mí como artista, pues me permití confrontar mi trabajo con otras narrativas; además resalto el componente humano de la universidad, fue sobrecogedor, allí conocí a mi mejor amigo, quien luego me llevaría ropa limpia y comida al hospital.

Por eso, el ver el registro del Festival de las Artes por la Democracia en Chile que hicieron en 1974, justo en el mismo edificio donde yo tenía mi taller antes de la pandemia, me hizo volver a deambular por los pasillos de Kensington, y encontrarme con la fuerza contestaria de sus obras haciendo rugir aquella escuela, y de esta manera, sentía que mi imagen del RCA se sanaba, pues ahora, allí latía la esperanza y el inconformismo ante el estatus quo; creo que aún hoy late, por más que las recientes administraciones intenten acabar con la fuerza creativa y revolucionaria de esta institución. A modo de anécdota, le cuento que justo después de salir del hospital y justo antes del inicio de la pandemia, mis tutores entraron en huelga, yo, en medio de mi convalecencia, fui a acompañar las movilizaciones e incluso le escribí una carta pública al Vice-Chancellor, que por supuesto no respondió. Aún late.

En medio de aquellas fechas convulsas, sabrá que hubo un gran estallido de indignación social en Colombia, yo lo observaba desde la pantalla de mi computador, sentía temor por lo que pudiera pasarle a mi familia, sentía impotencia de no poder viajar y no tener recursos para hacerlo y tenía esperanza profunda de que la sociedad colombiana estuviera despertando; sólo contaba con manifestarme ante la embajada, en redes, con mis compañerxs en la universidad y en mi obra. Así, también me sentí tejido a usted, a la joven que con nostalgía y rebeldía sentía a Chile desde los jardines del Hyde Park.


Gracias,


Christian Snyder Moreno Martín


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26 de Mayo


Estimada Cecilia,


Le cuento que desde la última vez que le escribí he venido aproximadamente otras dos veces a su exposición, en una de ellas su trabajo me produjo tal deseo de crear que tuve que salir corriendo a mi apartamento-taller y ponerme a trabajar; la segunda vez vine con una amiga, y me sentí tan contento que empecé a hablarle sobre algunas obras y de su contexto, le hablé de la anécdota del “secuestro de Cortazar”, de la dictadura, las manifestaciones en Londres, el estallido social etc; cuidando de no dar demasiados detalles para que ella pudiera encontrarse por sí misma con sus obras.

Hoy he venido nuevamente a ver su exposición, está vez con el objetivo de darle un cierre a mis palabras.

Llegué a primera hora, justo a la hora en que a las afueras del Museo hay filas de estudiantes de colegio y turistas organizando su día. Le confieso que me enojé un poco el ver que los televisores estaban apagados, pero luego, al caminar por la sala sentí que el ambiente era perfecto para ver Los Precarios, sentía que sin el sonido de los vídeos me era posible escuchar a cada uno de ellos, formaban un coro sutil, casi imperceptible, me tenía que acercar suavemente ante cada uno, y eso que eran aproximadamente setenta de ellos, allí pude imaginar de dónde sacó cada una de estas 'basuritas', como usted las llama, y escudriñar en porqué decidió juntarlas y volverlas composiciones.

Permítame decirle que me recordó al proyecto de grado con el que me gradué de Artes en la Universidad Nacional en Bogotá, también hice pequeños ensamblajes con “basuritas”, como ustes las llama, yo no hice tantas, pues mi interés era otro, los objetitos los presenté con un librito donde escribí lo que aprendí al hacer cada uno de los ensamblajes, me interesaba lo que aprendemos cuando creamos y cómo el mismo proceso de creación es un proceso de aprendizaje, lo llame: Aprendizajes en medio de un vuelo.

Volviendo a sus Precarios, me fijé específicamente en una composición de cuatro objetitos de madera, tres estaban erguidos y uno estaba en el suelo, ví el rastro sobre la arena que denotaba que antes estaba de pie, percibí que se había caído y pensé en ¿Qué más precario que rechazar el permanecer erguido, la verticalidad, rechazar el ímpetu a la elevación? Aquí, para mí volvió a cobrar sentido el título de la exposición ¡Un fracaso iluminado! Me gustó verlo reposar sobre la superficie de arena, creo que quería y necesitaba un merecido descanso. Verlo reposando sobre la arena me acordó de la obra de una tutora de la maestría, Lina Lapelyte, quien junto a otras dos artistas crearon Sun and Sea, un performance donde cuerpos humanos descansan sobre una playa de arena mientras entonan hermosos cantos que nos avisan de nuestro apocalipsis medioambiental, me pregunté ¿Serán los mismos cantos que entonan sus Precarios? ¿Acaso se imaginaba que hoy en día, unas décadas después, seguiríamos entonando los mismos cantos?

Me sorprendió mucho conocer las intervenciones que realizaba en la playa de Concón en Chile, le digo que me sorprendió pues yo hacía lo mismo jajaja, en otras circunstancias claro está, me escapaba de casa en medio de las cuarentenas para refugiarme en la parte más boscosa de los parques, allí recolectaba cositas y hacía mis propios rituales a la Tierra, recuerdo muy especialmente algunos que realicé el día de mi cumpleaños, con los que agradecía mi existencia en medio de la pandemia.

Déjeme decirle que venir hoy a su exposición fue un bálsamo para mí, estamos atravesando un álgido e intenso momento político en Colombia, usted se preguntará ¿Y acaso cuando no?, y estaría en lo cierto. Su exposición me generó tranquilidad en estos momentos.

Recordaré su hermosa canto -susurro a las niñas vietnamitas.


Gracias Cecilia.


Pd.1 Cecilia, se lo repito, su trabajo anuda el viento de los Andes. ¿Qué mejor manera de cerrar estas cartas que con una idea inicial?

Mañana espero ir nuevamente a Monserrate y estaré pendiente si la llego a ver entre Borracheros y Eucaliptos, estaré pendiente de minúsculas hebras rojas que vuelen con el viento.

 


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15 de junio 2022 

(A cuatro días de las elecciones presidenciales)


Estimada Cecilia,


Por allá, en 1973 usted pintaba un cuadro que se ha titulado Frente cultural, en éste, usted soñaba que todos los trabajadores y artistas estábamos unidos, conformábamos un sólo organismo vivo que trabajaba en favor del desarrollo del espíritu, éramos un huevo en eclosión, un huevo solar que habría de iluminar el mundo y dar a luz a una nueva humanidad.

Pareciera que a usted, en ésa época, le fuera permitido soñar; he de confesarle que dicho sentimiento se me hace un poco extraño, en el sentido de que lo siento distante, pues a veces siento como si hoy en día, a las personas de mi generación y a las de las próximas se nos hubiera privado de dicho privilegio. Hoy por hoy, más que soñar estamos en un constante resistir y presionar, resistimos que regímenes sanguinarios sigan haciendo política desde la muerte y evitamos que dichos proyectos tumben los derechos y garantías que aún quedan; aveces siento que la energía de nuestra generación se ha ido entre detener la guerra, salvaguardar la vida y encontrar sustento económico en medio de la incertidumbre y la creciente precarización laboral. Sé que es una visión parcializada e incompleta, pero es un sentir que de vez en cuando agita mis esperanzas, como un pequeño tornado que se diluye al poco tiempo, pero no por ello es menos destructor. 

Hoy en día, en mi país se piensa que cualquier reforma progresista es un acto "revolucionario", populista y por lo tanto, peligroso. Así de acostumbrados hemos estado a la escasez. Y en este contexto, me pregunto si aún así nos sería posible soñar. Sin embargo, creo que en el fondo nuestra resistencia lleva un sueño: el sueño de una sociedad en paz; verá usted que nuestro sueño no es utopista o extravagante, es apenas lo básico para el desarrollo de cualquier ser humano: la paz.

Al seguir recorriendo las salas de su exposición, encuentro nuevas perspectivas o medicinas para esta dolencia que llevo yo; y conmigo, la juventud de mi país; y con nosotros, el país entero. Sus Palabrarmas nos recuerdan que la existencia es un acto de resistencia (rexistir); que nuestras herramientas son la solidaridad (sol y dad y dar), la participación (parti sí pasión) y la emancipación (eman sí pasión); que nuestras armas son las palabras, y que las palabras se labran como la tierra y que la palabra en sí es una "pala con alas para abrir la realidad", como diría usted. Y que la revolución, no es un acto dañino como nos lo han hecho creer, es un retorno a la evolución (r-evolución). Y sobre todo me recuerda que no estamos solos, que este grito de justicia social, valores democráticos y libertades para el puelo se escucha por todo el continente, resuena en cada cueva, acantilado y cordillera, y es llevado por los ríos y susurrado por los arroyos.

Cecilia, usted nos recuerda la importancia de la pasión, la agremiación, el trabajo y la cultura. Y es aquí cuando de nuevo recuerdo el título de su exposición y cobra sentido, al iluminar las sombras y fracasos del discurso hegemónico de nuestra nación.

No creo que sea fortuito que sus obras se encuentren expuestas en pleno centro de Bogotá, a pocas cuadras de la representación del poder político y judicial, en medio de un periodo de elecciones cuya polarización ha resquebrajado los vínculos entre los habitantes. Creo que sus obras iluminan el sendero más loable que podríamos recorrer como país y como sociedad.

Confío en que el susurro que me han recordado sus obras se escuche en las urnas, y si no llega a ser así, tengo la certeza de que, junto con el viento y los arroyos seguiremos insistiendo en él.


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19 06 2022

(Día de las elecciones)


Estimada Cecilia,


Son alrededor de las diez de la noche y me encuentro al frente del Museo observando su Quipú menstrual, justo venía de la Plaza de Bolívar donde miles de personas nos habíamos congregado para celebrar la llegada a la presidencia de Gustavo Petro y Francia Márquez - y aún seguían llegando multitudes-; nadie nos dijo que fuéramos allí, pero esta Plaza tiene una suerte de poder magnético que atrae y congrega las manifestaciones sociales de este país. Sabrá usted que las personas de Bogotá no nos caracterizamos por la calidez o por las habilidades en el baile, pero allí todos estábamos reunidos con gran alegría, arengando y bailando al son de los tambores y las batucadas; en el trayecto de mi casa a la plaza, el ambiente era festivo, las personas habían sacado sus equipos de sonido a las calles, los carros pitaban y la gente se abrazaba y saltaba de felicidad, estas actitudes no son para nada características de la gente de Bogotá, creo que el frío que nos llega de las montañas tiende a enfriar nuestras costumbres y modos de ser, pero hoy era un día diferente, en medio de la lluvia y el frío viento nos convertíamos en un pueblo cálido.


Al ver sus objetos rojos colgando desde aquella fría y lluviosa calle, pero desde la que seguía escuchando la algarabía de la Plaza, pensaba en las miles de personas que han sido asesinadas, en toda la sangre que ha corrido durante décadas en este país, en los cuerpos que han sido arrojados a los ríos y cómo sus muertes fueron la semilla para que hoy un cambio político fuera posible. Al ver sus quipús, colgando y sutilmente tocando el suelo y formando ondas en el suelo, veía los ríos de sangre que han corrido por este país, y cómo éstos han abonado los campos para que hoy podamos avizorar una posible cosecha, campos que hemos de seguir (pa)labrando mancomunadamente. Hoy veo en sus quipús sangre de muerte, sangre de vida y sangre de regeneración.


Le confieso que al ver su obra pensaba en aquellas arengas que entonaba en mi época universitaria: “¡Van a volver, las balas que disparaste van a volver, la sangre que derramaste la pagarás, los hombres que asesinaste no morirían NO MORIRAN!” Quizás algunas personas del campo del arte no conozcan esta faceta mía, pero cuando estudiaba en la Universidad Nacional me involucré con el movimiento estudiantil. Era el año 2011 y el gobierno proponía una reforma educativa que pretendía privatizar y mercantilizar la educación pública, como se imaginará a las artes y a las humanidades no les hubiera ido nada bien en ese contexto; así nació en mí la voluntad de vincularme con la causa y de hacer lo que pudiera hacer, sentía una apremiante necesidad y responsabilidad por contribuir a las transformaciones de mi país, exacerbada por el hecho de estudiar en una universidad pública, situación que lamentablemente es un lujo para la mayoría de jóvenes en Colombia.

Yo ayudaba a organizar las discusiones en la Escuela de artes, aveces pidiendo en préstamo el equipo de sonido, moviendo las sillas para la asamblea, estableciendo el orden del día y/o moderando, también participaba tanto de las discusiones locales como de las distritales y algunas pocas veces de las nacionales. Si bien, me insistieron, nunca quise postularme como “representante estudiantil”, pues poco creo en la democracia representativa y creía que al liderar sin tener un título, podría demostrar que es posible transformar sin necesidad de la burocracia política. Toda esta experiencia me formó políticamente, pero también me hizo ver cosas desagradables, por ejemplo, como los partidos de izquierda habían cooptado el movimiento estudiantil, repitiendo prácticas deplorables contra las cuales luchábamos; también me dejó un recuerdo oscuro, fue cuando una profesora me llamo de “terrorista” en medio de una reunión entre estudiantes y profesores, se imaginará que no fue una experiencia agradable en medio de un gobierno que perseguía violentamente a cualquiera que se atreviera a disentir.


Ante el trauma y el dolor, hoy sus quipús me hablan de resurrección, del resurgir de aquellas memorias ancestrales que se creía silenciadas, pero que cautelosamente se conservaban y esperaban con prudencia el momento adecuado para que las recordáramos. En esta noche, sus quipús también me hablan del largo, intenso y doloroso parir que ha tenido Colombia en los últimos meses y años; pero también me hablan del festejo y de la celebración de la vida ante las más atroces ignominias y, sobre todo de conciencia e iluminación, de la decisión de un pueblo de rechazar la hegemonía, a sus gobernantes y el querer tomar un rumbo diferente.


Aún hoy, once años después de mis andanzas en el movimiento estudiantil, sigo siendo escéptico respecto a la real eficacia de la democracia representativa, creo que ninguna transformación será posible si los ciudadanos no ponemos de nuestra parte y realmente nos comprometemos con el cambio, el cual no es solamente desde lo electoral, sino desde lo más íntimo, desde nuestras fibras internas; creo que el cambio real es la sanación, y hacía allí me he encaminado en los últimos años. Pero ahora mismo no quiero pensar en ello; se impone en mí un sentimiento de celebración, porqué sé que generaciones de personas han trabajado para que el cambio de hoy fuera posible, usted misma habrá conocido personas que ya germinaban este cambio cuando hace algunas décadas vivía en Bogotá . He de confesarle que en estos meses mientras visitaba su exposición, me llenaba de inspiración al ver sus trabajos sobre Allende y la Unidad popular, y esto me motivó a poner mis herramientas a disposición de la coyuntura, puse mi escritura y mis dibujos al servicio de unas necesidades mayores y por ello, hoy me permito dejarme contagiar de la alegría y la festividad.


No puedo describirle mi felicidad, pues es un sentimiento nuevo, habíamos estado tan acostumbrados a las derrotas, que el sabor de la victoria se me hace difícil de describir, por el momento, puedo decir que ha generado una calidez que no había visto antes. Tantos fracasos han hecho de esta primera victoria un momento realmente iluminado.

Gracias por acompañarnos con su exposición en este momento,


Mis mejores deseos,

 

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13 07 2022


Estimada Cecilia,

Espero esté muy bien,


Me han comentado que ya partió de Bogotá, lamento que no nos hayamos podido conocer, pues realmente me hubiera gustado intercambiar palabras y que esta escritura hubiera podido encontrarla, en vez de ser un canto al vacío del cual solo escucho el eco.


Tuve la fortuna de presenciar la performance que realizó en la entrada del Museo del Banco de la República; me hubiera gustado agradecerle personalmente por darnos a cada uno de los asistentes un pedacito de la lana que usted llevaba puesta, me pareció una imagen fuerte y hermosa verla salir envuelta en este material y que luego lo compartiera con nosotros, lo sentí como un acto antropofágico por parte del público y de una entrega total, casi un acto de sacrificio por parte suya; fue un gesto de hermosa generosidad, que intuyo, tiene sus raíces décadas atrás cuando vivía en Bogotá.


Al finalizar la acción intenté aproximarme a usted, pero habían decenas de personas a su alrededor; no obstante, María, quien había leído mis textos, me la presentó justo antes de que usted dejara el Museo ¡Y la vi tan cansada! la vi tan exhausta que me hubiera gustada haber utilizado la lana que nos había dado para tejerle una manta que la acompañara en el trayecto hasta su hogar, pero no; en cambio, se me fueron las palabras y sólo pude permitir que siguiera su camino a su merecido encuentro con el sueño y el descanso.


Al día siguiente, salí temprano de mi casa rumbo a Monserrate, hacía mucho frío, entonces metí la mano en el bolsillo de la chaqueta y sentí el montoncito de lana que nos había regalado, calentó mis manos en medio de la helada mañana bogotana, me acompañó durante el ascenso a la montaña y tuve la sensación como si este suave toque fuera el encuentro con usted.


Los días siguientes, mientras caminaba por La Candelaria, estuve muy atento por si la veía entre las calles estrechas de casas pequeñas y de colores fuertes, pero mis ojos no lograron verla. Me enteré de que haría una serie de acciones en Colombia, pensé que correría con al suerte de ser invitado a alguna de ellas, pero me fueron esquivas.


Supe que realizaría una última acción pública en el Teatro Colón, llegué 10 minutos antes de la hora de la invitación, había una fila a la entrada, los organizadores se comunicaban con las personas al interior del teatro por medio de radios y decían nombres, dichas personas salían de la fila y entraban al teatro, pero mi nombre no fue llamado, minutos después nos dijeron que se había completado el aforo y tuve que devolverme a casa. Caminaba triste y decepcionado por las calles de la Candelaria y me sentí excluido, pensaba que pude haber salido algunos minutos antes de mi casa, pero no me imaginé que el teatro iba a llenarse tan rápido; de repente recordé a aquella Cecilia de los setentas en Bogotá, quien no fue ampliamente acogida por el campo artístico bogotano, y aún así, siguió creando con amor y determinación, en cambio, fue abrazada por teatreros y poetas, la comprendí y me acompañó en mi trayecto, recordamos los movimientos cíclicos de la naturaleza y de la existencia, y seguí mi rumbo a casa.


Le agradezco por su viaje y lamento no haber podido conversar personalmente con usted, pero queda en mí la alegría de haberla podido encontrar por medio de las palabras, pues fueron ellas quienes me permitieron conocerla un poco más y adentrarme cariñosamente en su obra.


Mis mejores deseos,