Sunday 11 November 2018

El huevo, un laboratorio místico

Carrington, Lispector y Arjona­­



Las formas arquetípicas dejan entrever tensiones que aparecen continuamente en la historia, marcan puntos de atención que son constantes en el desarrollo espiritual de la humanidad.

Este texto explora el lugar de la figura del huevo en los trabajos específicos de tres artistas de distintas épocas radicadas en Latinoamérica: una inglesa acogida por la cultura mexicana, una ucraniana radicada en Brasil y una colombiana nacida en el Amazonas.

Recientemente se ha presentado una gran retrospectiva del trabajo de Leonora Carrington (1917-2011) en el Museo de Arte Moderno en Ciudad de México titulada Cuentos Mágicos, bajo la curaduría de Tere Arcq y Stefan van Raay. Además de su obra pictórica, expone su trabajo en teatro y en cine, así como su vínculo con una serie de artistas surrealistas, tales como: Max Ernst, André Breton, Luis Buñuel y Alejandro Jodorowsky. También se hacen guiños a su compromiso ecológico y feminista.

Leonora Carrington, La gigantesa, 1947. Imagen de archivo. 

La gigantesa es un cuadro en temple sobre madera que Leonora realizó en 1946, muestra a una mujer de tamaño descomunal atesorando entre sus pequeñas manos un huevo, viste una túnica blanca, que deja entrever un vestido rojo, su cuerpo de composición oval se asemeja a la forma que guarda en sus manos -como si ella misma fuera un huevo-, de su cuerpo salen volando un grupo de gansos.

Pareciera ser que el huevo es la misma representación de la gigantesa, mostrando el potencial de la mujer de engendrar vida, en este sentido, podría existir una asociación entre la figura del huevo y el útero. No obstante, el dar a luz no necesariamente está asociado a la maternidad, puede ser también un renacimiento en términos espirituales, el pelo dorado de la gigantesa podría referirse al oro en tanto ideal de transmutación alquímica, es decir, como ideal de limpieza o purga espiritual.

La figura de los gansos se encuentra presente en la mitología griega, el mito de Zeus narra que éste se convierte en cisne para seducir a Leda, enfatizando el carácter sensual del ganso y la clara alusión fálica de su pescuezo. Del mismo modo, las aves en vuelo ponen de manifiesto una dimensión aérea, particularmente etérea, nos habla de una realidad que existe, pero que no necesariamente es visible.

La figura del huevo aparece en otras pinturas de Carrington, como Quería ser pájaro, la cual muestra el retrato de Enrique Álvarez Félix, hijo de la reconocida actriz mexicana María Felix, quien está frente a un huevo, sus piernas se encuentran cubiertas de plumas, como si estuviera en un ritual de metamorfosis.

En la cosmogonía egipcia, existen varios mitos relativos a la creación, los cuales, en su mayoría, se remiten al Ogdoad, éste es un sistema de ocho deidades agrupadas en cuatro parejas, las cuales representan conceptos ontológicos o fuerzas primigenias, a saber: Nun y Naunet (Las aguas primitivas y el cielo), Kuk and Kauket (La luz y la oscuridad), Heh y Hauhet (La eternidad) y Amun y Amaunet (El aire o lo oculto). Una de dichas historias relata que estas ocho deidades crearon un Huevo Cósmico, del cual emanó el dios del sol Ra, quien creó el mundo y todo dentro de él. Una historia alternativa dice que el huevo fue puesto por un ganso celestial conocido como Gengen Wer. Este motivo del huevo cósmico se repite en otras tradiciones, por ejemplo, en la filosofía hindú es llamado Hiranyagarbha, el cual genera el cosmos manifestado.

En 1975, Clarice Lispector (1920-1977) es invitada al Primer Congreso Mundial de Brujería[1] realizado en Bogotá, allí participa con la lectura de un texto titulado El huevo y la gallina[2].

Clarice Lispector. Imagen de archivo.

“De madrugada en la cocina sobre la mesa veo el huevo”[3], así comienza el escrito en el que Clarice establece una conversación (ontológica) con un huevo, de la cual surgen aprendizajes existenciales que constituyen una suerte de encuentro espiritual. El huevo adquiere rasgos de perfección, se trasforma en la representación de una realidad que nos sobrepasa, que está fuera del lenguaje y, aun así, no deja de ser un sencillo huevo.

En este ensayo, o más bien, conjuro, la escritora pareciera estar en un estado de trance desde el cual establece una relación profunda con la realidad. Ello dota al texto de un aura de hermetismo; sin embargo, el relato no se encuentra ambientado en un espacio sobrenatural, por el contrario, la autora parte de una escena totalmente cotidiana: el estar una mañana en la cocina. Y es esta una de las mayores riquezas del texto/conjuro de Lispector, mostrar una experiencia espiritual, que parece compleja, desde un espacio absolutamente cotidiano.

“Tengo el mayor cuidado de no entenderlo. Siendo imposible entenderlo. 
Sé que si yo lo entendiera es porque estoy errando. Entender es la prueba del error”[4]

El huevo adquiere rasgos de ser superior, divino, de lo ininteligible e inabarcable. Asimismo, está revestido de una absoluta fragilidad -su cáscara-; por lo tanto, solo puede ser conocido desde afuera, pues cualquier intento de abrirlo, de forzarlo, lo destruiría y dejaría se ser lo que es. Sin embargo, cuando el huevo se abre desde adentro, permite la vida, el despertar. El huevo aquí aparece como un misterio insondable.

“Tomo otro huevo en la cocina, le quebró la cáscara y la forma. 
Y a partir de este instante exacto nunca existió un huevo”[5]


Del mismo modo, se podría asumir la incomprensibilidad del huevo en relación al proceso de creación. En la medida que, el huevo forma parte de una realidad a la cual no es fácil acceder, encierra un enigma; al igual que, la escritora ahonda por medio de su acto creativo en lo desconocido, en la exploración/percepción de un mundo oculto. Ambos representan desafíos existenciales, en sus palabras: “El misterio es yo ser apenas un medio, y no un fin”[6]. De esta manera Lispector se sumerge en las profundidades de la realidad a través de las experiencias más comunes del día a día.

“El huevo vive prófugo por estar siempre más adelantado a su época”[7]

“Cuando morí, tomaron de mí el huevo con cuidado. Todavía estaba vivo.
Solo quien viera el mundo vería el huevo”[8]


Una persona vestida de negro equilibra centenas de huevos, organizándolos en líneas rectas, en un acto de absoluta concentración y conciencia de su cuerpo. Este ejercicio constituye el performance Camine Despacio presentado por María José Arjona (1973- ) en el vestíbulo del Museo de Arte del Banco de la República en Bogotá en el año 2011.


María José Arjona. Camine Despacio. 2011. Cortesía de la artista.

La acción es presentada sobre el suelo del museo, aumentando la fragilidad de la situación, pues cualquier mínima vibración producida por los pasos del público, podría quebrar la magia de la estabilidad. Arjona crea un orden particular, el huevo en tanto figura ovoide con un punto de equilibrio difícil de alcanzar, es presentado en una disposición vertical, una imagen perfecta y en apariencia imposible, resultado de una transmutación recíproca de energía entre ambos cuerpos, la artista y el huevo.

Para equilibrar un huevo se necesita ubicar la yema, la clara y la cavidad de aire en su exacto centro de masa, por lo tanto, es un equilibrio interior, alejado de la vista; de manera paralela, la artista mantiene una singular disposición corporal y mental, gran parte del proceso sucede de manera interna, alejado de la vista del espectador, pues se establece una relación/conversación íntima entre ambos cuerpos. Volviéndose un ejercicio meditativo, donde un simple huevo adquiere ánima, un soplo vital producido por la atención profunda de la performer que lo trae al presente.

Arjona aprendió a equilibrar huevos con Ushio Amagatsu, figura clave de la danza butoh contemporánea, de allí surge la atención al gesto mínimo del cuerpo, es decir, cómo un aparente pequeño movimiento puede dislocar ordenes establecidos, inaugurar nuevos espacios de percepción.

Esta acción, Camine Despacio, es la reactivación de un performance anterior, 365 días, presentado en  en el año 2000 en la ciudad de Santa Marta, también en Colombia. Allí no se disponían los huevos en línea recta, sino en forma circular, ahondando en la idea de un tiempo cíclico y natural.

En palabras de la artista: “Para la obra que se presentó en Santa Marta tenía claro que en primera instancia el espacio era circular y exterior. Me interesaba entender las fuerzas que rigen un cuerpo cuando está tratando de hacer un ejercicio de larga duración a la intemperie. El cuerpo es el huevo y en esa misma instancia la naturaleza regula su propio equilibrio. Determina su supervivencia. Me interesaba la fragilidad de ambos (el huevo y el cuerpo) en relación a ese afuera, al sol, al paso del tiempo”.[9]

En los tres casos, las fronteras entre el cuerpo y el huevo se encuentran desdibujadas; pareciera que las artistas lograran introducirse dentro del huevo para comprender una dimensión de la realidad que no es propiamente la experimentada en el día a día, aun así, la puerta para entrar a esta se encuentra en el espacio más sencillo y cotidiano posible.

El huevo es asumido más allá de la poética de lo cotidiano o de una reivindicación de género, su abordaje nos interpela como humanidad al tratar tensiones existenciales, inauguran un portal que permiten la entrada a otras dimensiones de la percepción, una visión compleja que muestra tanto su fragilidad como su fortaleza, la magia y la frivolidad, el enigma y la contundencia. Mostrando una relación con el flujo vital, los procesos de nacimiento y de muerte.




[1] Se encuentra poca información sobre este evento, sin embargo, el siguiente video nos sirve para dimensionar su influencia en la cultura popular: https://www.youtube.com/watch?v=KKxjJnxFd8E
[2] Debería estar prohibido escribir sobre este texto, cualquier reseña o comentario disminuiría la riqueza enigmática de la escritura de Lispector. Sugiero leerlo previamente, se encuentra disponible gratuitamente en internet. 
[3] las siguientes citas serán de El huevo y la gallina, las he traducido del portugués y he decidido poner las originales a pie de página:“De manhã na cozinha sobre a mesa vejo o ovo”
[4] “Tomo o maior cuidado de não entendê-lo. Sendo impossível entendê-lo, sei que se eu o entender é porque estou errando. Entender é a prova do erro”
[5] “Pego mais um ovo na cozinha, quebro-lhe a casca e forma. E a partir deste instante exato nunca existiu um ovo”
[6] “O meu mistério é que eu ser apenas um meio, e não um fim
[7] “O ovo vive foragido por estar sempre adiantado demais para a sua época”
[8] “Quando morri, tiraram de mim o ovo com cuidado. Ainda estava vivo. – Só quem visse o mundo veria o ovo”
[9] Conversación personal con la artista.

Nota: No seleccioné a estas tres artistas por el hecho de ser mujeres, quise escribir sobre sus trabajos porque considero que son gestos contundentes, energéticos y profundos. El hecho de ser mujeres fue una grata coincidencia que muestra una relación entre la sensibilidad femenina y la imagen/arquetipo del huevo.