Sunday 28 April 2024

Clarice Lispector y mi obra(r). A propósito del libro “Filosofía y Literatura en Clarice Lispector"


En el 2023, recibí la invitación por parte de mi amiga María Fernanda Silva y de la profesora Myriam Jiménez Quenguan del Doctorado en filosofía de la Universidad Santo Tomás en Bogotá, para que algunas imágenes de mis procesos artísticos hicieran parte del libro “Filosofía y Literatura en Clarice Lispector", el cual también contiene textos de los estudiantes del doctorado que surgieron de un seminario sobre Lispector.


Myriam había conocido mis procesos artísticos con antelación y había evidenciado un elemento “lispectoriano” en estos, para el día del lanzamiento me pidió que hablara sobre la relación de Clarice Lispector y mi obra, para lo cual escribí un texto, que si bien me gustó, me salió un tanto extenso y no hubo tiempo para leerlo, por ello quiero compartirlo por este medio. No sin antes mencionar que dicho día compartí que como artista, he sentido en Clarice comprensión y empatía, siento que ella entiende por qué uno hace lo que hace, y por qué uno se entrega de la manera en la que uno se entrega a la creación artística, que para mí, no es otra cosa sino la posibilidad de navegar y profundizar en todos los rincones que nos ofrece esta existencia.


 

Primero, quiero agradecer a la profesora Myriam Jiménez y a mi amiga María Fernanda por la invitación a hacer parte de este libro, realmente es un honor para mí que algunas imágenes de mis proyectos estén acompañando los textos de las y los estudiantes.


No me es sencillo pensar sobre la relación entre Clarice Lispector y mi proceso artístico, porque no es algo que haya pensado, y tampoco siento que quiera pensarlo; temo que al hacerlo pueda debilitar el espacio de magia que nos conecta.

Mi relación con ella no es la que convencionalmente un lector entabla con una escritora o una autora, para mí, ella es más bien una presencia que me ha acompañado en momentos decisivos de mi vida, diría que una presencia clave y determinante.


¿Cómo conocí a Clarice? No lo sé, pero recuerdo un libro que me regalaron y otro que ya había comprado, y sobre todo recuerdo momentos intensos de lectura en los que subrayaba con fuerza y escribía en las márgenes de las hojas, eran momentos de mucha energía y de severos revolcones internos, era como si ella supiera lo que yo perfectamente sentía en la profundidad de mi ser y como si pudiera explicar y comprender mi sentir mejor de lo que yo era capaz. No creía que yo fuera el lector, sentía que ella me leía. Era como si ella me permitiera acompañarla a penetrar en lo más intimo y fundamental de la existencia, de la materia; como si pudiéramos acercarnos juntos a aquello que es puro y esencial. Y aún así, sentía que no entendía sus palabras, pero sus palabras eran lo suficientemente fuertes como para remover todo mi interior; recuerdo tener que parar la lectura, tomar aire y dejar el libro de lado, porque sentía que la intensidad de sus palabras me rebasaba.


Me preguntan que cómo me ha influido ella, no lo sé, no sé si sea una cuestión de influencia, siento más bien que nos hemos conectado; y quizás, al conectarme con su ser, con su sentir, al aproximarme a aquello a lo que ella también se aproximaba en sus textos, me he permitido dejarme acompañar y guiar; por eso, prefiero hablar sobre su compañía.


Sobre mi recorrido a su lado, quisiera mencionar un proyecto que titulé Agua Viva, en honor a un libro suyo, lo desarrollé en Sao Paulo y le puse así, no porque tuviera que ver directamente con su libro, sino porque sentía que en ése momento mi vida estaba siendo atravesada por una intensidad muy cercana a la que ella relata en su texto, como quién se acerca a la “cosa”, al “it”, como diría ella. Me entregué por completo en este proyecto: bajé por una alcantarilla ubicada a dos o cuatro cuadras de la avenida Paulista, una de las arterias principales de Sao Paulo, lo hice para ver directamente la naciente de un río que estaba canalizado; también atravesé la ciudad caminando durante cuatro horas, estableciendo contacto con el espíritu de un río que estaba subterráneo, varios metros debajo mío.


Este tipo de entregas no son ajenas a mi quehacer artístico, que es mi mismo recorrido vital. En otra ocasión salté a mar abierto en el océano pacífico porque sentía la necesidad de sentir con mi cuerpo la presencia de las ballenas; en otro momento, en otro acto de saltar al vacío, viajé a Sudáfrica por amor, sin mucho dinero pero con la convicción de que era lo que tenía que hacer; y más recientemente, navegué mis propias oscuridades para luego proponer talleres donde las personas se pudieran encontrar con la luz que proviene de sus heridas.


Estas aventuras o actos de entrega requieren de un soltarse por completo a la vida, un desarmar los nudos que nos sostienen y dejarse ir, una entrega sin límites ni condiciones, y es allí, donde quizás, me siento más cercano a Clarice, en ése llenarse los pulmones completamente de vida, en el descubrir el mundo en todas sus dimensiones sin dar nada por sentado, en el sentir, atravesar y alimentarse de cada emoción hasta su última gota, en el preguntarse incesantemente por todo, y navegar y navegarse; no por buscar comprender algo, sino por entregarse ineludiblemente a la sensación y a la experiencia; se trata de entregarse por completo a aquello que lo rebasa a uno y para lo que no sirve esforzarse en encontrar respuestas lógicas; la respuesta de Clarice es la entrega a lo desconocido, al Gran Misterio, habitar el no entender y, en ese camino, hallarse perdida, encerrada, encontrarse, redimirse y transformarse. Para mí Clarice no es sólo una autora, es un estado del ser.


Cuando pienso en ella, a veces la veo tan etérea, que me la imagino levitando entre el tiempo y los estados de la existencia; y a veces la siento tan visceral, que me la imagino en un contacto íntimo, directo y casi cruel con  su cuerpo, con sus entrañas. Quizás ella nos muestra eso: que la puerta al vuelo está en los intestinos, que la entrada a la magia yace en la conexión consigo mismo, en la presencia del ser.


Quisiera terminar mi intervención leyendo la última página de un texto que no entiendo y no quiero entender, pero que me toca profundamente. Lo leeré inicialmente en portugués, porque me interesa su sonoridad y para honrar el idioma en el que Clarice lo escribió, y luego, como un acto de mediación, leeré una traducción que realicé al idioma que hoy nos encuentra.


*Para escuchar la lectura de los fragmentos de Agua Viva en portugués y castellano, ingresa a: 

Água Viva -Clarice Lispector (Portugués y Castellano).

 

 

Saturday 25 March 2023

Sí, señor Huertas, aún están vivos sus versos



El 15 de abril de 1862, la escritora de lengua inglesa Emily Dickinson envía una carta al político, militar y escritor Thomas W. Higginson. La correspondencia que duraría años, comienza con estas palabras:

Señor Higginson,

¿Está usted demasiado ocupado para decirme si mi verso está vivo? la mente está tan cerca de sí misma, que no ve claramente y no tengo a nadie a quién preguntar, si usted pensara que respira y si tuviera tiempo de decírmelo, le quedaría muy agradecida.

Dickinson no llegó a publicar en vida más que algunos pocos poemas. Vivió en la época victoriana, y con el tiempo, empezó a recluirse en su casa, se dice que durante su edad adulta no salió de su cuarto, dedicándose exclusivamente a la escritura, negándose incluso a bajar las escaleras de su casa, siempre vestía de blanco. Adquirió fama de ser una mujer huraña y aislada del mundo, ello no fue impedimento para que hoy en día se conociera su extensa obra, entre poemas y cartas.

En la carta a Higginson, la escritora se cuestiona por la vitalidad de su prosa, debido a ello, inicia un intercambio epistolar, con quien se convertiría en su mentor.

Me cuestiono si los artistas de hoy en día se realizan esta misma pregunta, o si se asume que, por el hecho de hacer arte en la contemporaneidad, su gesto goza per se de vitalidad. Personalmente, no creo que todo lo que es presentado como arte, lo sea; ni que todo lo que se aleja de los espacios artísticos, no lo sea.

Con estas inquietudes me aproximo a la exposición de Breyner Huertas en la galería Liberia en Bogotá bajo la curaduría de Carolina Cerón; sin embargo, para ser exactos, más que ser una exposición, ésta es para mí un libro escrito por Huertas.

Breyner es un artista que escribe. Además de publicar reseñas y ensayos sobre el trabajo de otros artistas, escribe con fotografías, con archivos, con objetos, e incluso, cuestionando su propia identidad.

En la galería Liberia, Huertas presenta un texto abierto para el público donde despliega la fisicidad misma del libro: Hojas de papel, lomo, encuadernación etc. Pero el libro de Huertas no es un libro con olor a nuevo y envuelto en plástico transparente, no, es un libro gastado por el tiempo, de hojas amarillas, con papeles carcomidos por polillas y gusanos de plata; es un libro cálido por el contacto que ha tenido con las manos que han acariciado sus páginas, es un libro gastado y usado, lleno de diagramas y ralladuras hechas con esfero y resaltador; es un libro que se abre cálidamente al lector. 

Huertas nos deja ver el uso del libro y con ello, nos permite imaginar al personaje que lo lee y participa de este esbozo narrativo; es un esbozo mudo, pues el personaje nunca habla, solo quedan rastros de su lectura.

En este despliegue textual, el espectador se vuelve un lector, pero también un personaje del escenario de Huertas, y asimismo un autor, pues, es quien finalmente atará los fragmentos y escribirá su propia historia. La historia que cuenta el libro es el mismo libro, lleno de múltiples comienzos y finales. Desde esta perspectiva, los papeles incrustados en el techo de la galería se convierten en avioncitos de papel que vuelan en la imaginación de niños, pero también, hacen parte de un recuerdo infantil del artista: dardos de papel lanzados por estudiantes al cielo raso del colegio.

Huertas extiende la noción misma de libro y lectura al espacializar sus textos en la galería.

Sí, señor Huertas, aún están vivos sus versos. Y aunque no lo crea, al igual que los de  Dickinson, aún gozan de cierta lozanía.


2018-2023

Thursday 2 March 2023

Comportamientos que sostienen abusos. Campo del arte y academia.











Este texto surge de una serie de conversaciones sobre el abuso sexual, las cuales me hicieron reflexionar sobre cómo desde el sistema educativo se han instaurado comportamientos que propician una cultura del abuso en el sistema laboral, específicamente en el campo del arte. Lo cual me ha hecho repensar las dinámicas de poder presentes en la academia y proponer el aula de clases como un lugar propicio para generar cambios.


Al final del año pasado, durante una serie de conversaciones coloquiales de cierre de año, hablamos entre otros temas sobre el abuso sexual en el campo del arte; inicialmente me sorprendió porque no es un tema que suela aparecer muy a menudo en las conversaciones decembrinas, sin embargo, mi mayor sorpresa fue el no haber escuchado uno, sino varios relatos de esta índole en varios escenarios; esto me ha hecho pensar en aquellos elementos que han permitido que esto se instaure como una práctica repetitiva y silenciosa en el campo.


No sólo me ha sorprendido escuchar más de un suceso en diversos momentos, sino encontrar puntos comunes entre ellos: personas que ostentan posiciones de jerarquía en el campo del arte queriendo intercambios sexuales desde contextos profesionales, suponiendo que ello podría generar algún tipo de crecimiento profesional en la persona afectada, ya sea al ser incluida en alguna exposición, publicación, proyecto, generando ventas de sus trabajos, entre otros.


Lo primero que me surgieron fueron preguntas: ¿Por qué? ¿por qué he escuchado más de una historia? ¿por qué existen elementos comunes en ellas? ¿de dónde vienen este tipo de comportamientos? ¿qué es lo que sostiene este tipo de abusos? Y esta pregunta se ramifica en muchas otras: ¿Somos conscientes de lo que está sucediendo o intentamos evadir el tema? ¿se ha vuelto un secreto a voces? ¿qué hemos hecho colectivamente para permitir todo esto? ¿qué estamos haciendo para cambiar esto?


Sin duda, varias de las respuestas a mis preguntas se encuentran en el contexto social, en nuestra historia nacional, en el patriarcado e incluso en las maneras en que se ha constituido la institución familia; sin embargo, intuyo que hay actitudes del sistema del arte y del campo educativo que las promueven y mantienen, por ello quisiera darle una vuelta a estas preguntas y plantearlas desde otra perspectiva ¿De qué manera el sistema del arte y, en particular la academia, han contribuido a sostener una conducta de abuso de carácter sexual?


Sin el ánimo de responder exhaustivamente estas preguntas, quisiera aproximarme a ellas desde un lugar muy específico que es la academia, pues considero que allí hay elementos básicos que sostienen el sistema; por lo tanto, quiero aclarar que no me enfocaré en el abuso sexual dentro de la universidad, sino en ciertas prácticas que se instauran en este contexto y propician conductas de abuso en ambientes profesionales.


Las preguntas que planteé me hicieron traer a la mente una serie de recuerdos de mis días de estudiante de pregrado en artes plásticas, me remito a hace más de una década atrás; si bien, tengo hermosas memorias de esta época, quisiera resaltar algunas que en su momento parecían cotidianas e “inocentes”, pero que ahora las encuentro pertinentes para desarrollar estas cuestiones.


Recuerdo una clase donde los estudiantes solíamos guardar silencio ante la presencia del (a) docente, sabíamos que no había un ambiente para ser escuchados, que no había receptividad para el disenso o el debate, era un ambiente totalmente vertical y jerárquico. También se me vienen a la mente varias clases donde las y los estudiantes sentíamos que la/el profesor tenía un gusto estético muy marcado, y algunos estudiantes procuraban integrar este gusto en sus trabajos, así no fueran conscientes de ello, como una manera de complacer y obtener una buena nota. De hecho, varias de las imágenes que me surgen son de gestos donde la o el estudiante dejaba de lado sus ideas, sus opiniones, su perspectiva de las cosas con tal de no molestar al docente, con tal de no generar una confrontación, con tal de que éste no le pusiera una mala nota y evitar así una afectación negativa en el promedio; el cual era importante no sólo para el estudiante, sino también para la familia, y podría tener repercusiones en el campo laboral, en la posibilidad de acceder a una beca o a un estudio de posgrado. Esto, sin mencionar situaciones donde los y las estudiantes sentían incomodidad ante las miradas o el contacto físico con ciertos(as) docentes, sin embargo, nadie decía nada con tal de evitar represalias.


Estas imágenes quizás nos parezcan comunes y hasta las habremos experimentado en primera persona, pero lo que más me llama la atención es cómo estos gestos “comunes” configuran un sistema marcado por el miedo y la coerción, donde el estudiante deja de lado aspectos de su ser y de su manera de ver el mundo -se deja de lado a sí mismo-, con tal de no ver perjudicado su promedio académico y desarrollo profesional, incluso yendo en contra de su voluntad al complacer a la autoridad.


Sabemos que el sistema educativo nos enseña mucho más que contenidos académicos, nos enseña maneras de comportamos. Lamentablemente, en muchas ocasiones se enseña que hay que hacer cualquier cosa con tal de “pasar la materia”, con tal de tener una “buena nota”, incluso dejando de lado la salud propia, al tener que pasar extensas jornadas de estudio, o dejando de lado el criterio propio, teniendo que complacer al docente.


Quisiera detenerme en una palabra que ha aparecido varias veces: “complacer”, según el diccionario de la RAE ésta se refiere a “causar completa satisfacción en el otro”, lo interesante de esta definición es que no menciona qué está sucediendo en la persona que proporciona placer, de hecho se puede complacer a alguien a consta del total malestar, desagrado y contra la voluntad propia. Justo aquí, al hacer que alguien haga algo en contra de su voluntad, se abre el espacio para todo tipo de abusos y coacciones.


¿Y usted se preguntara, qué tiene todo esto que ver con el tema inicial de este texto? En estos patrones de comportamiento reside el germen del abuso que se expande a otras esferas de la sociedad. Las actitudes que he recordado de mi época de pregrado como: Dejarse de lado, no molestar generando una discusión, mantener el silencio, complacer al otro y evitar generar un malestar en los demás, no son elementos tan inocentes si los encontramos también presentes en distintos tipos de violencias en diversos contextos, desde lo laboral, hasta lo personal. Veo que la sociedad, y la academia en particular, proponen una matriz de comportamiento que se alinea con situaciones de acoso y abuso, donde al parecer no se podría ir en contra de la jerarquía, pues es quien “pone la nota”, o te “abre y cierra puertas” laborales, donde no se podría denunciar, pues pareciera que la autoridad es quien "pone las leyes".


Considero que uno de los principales lugares desde donde se pueden prevenir los casos de acoso y abuso sexual en el campo del arte, y en la sociedad en general, es desde la academia, al modificar la matriz de comportamiento que se está reproduciendo y convertirse en un espacio de confianza donde se pueda hablar sobre lo que nos hace sentir incómodas e incómodos sin miedo a ningún tipo de represalias. Reconozco los enormes retos que esto acarrea en el terreno práctico, específicamente en nuestro actual sistema educativo, siendo éste un sistema que suele deshumanizar tanto al estudiante como al profesor al ponerlos como cifras, y las cifras no abusan ni son abusadas, son tan sólo cifras que sirven al sistema.


No obstante, como estudiante y docente universitario que he sido, creo en el potencial transformador del aula de clases. Me parece fundamental que los y las docentes conviertan sus aulas en escenarios de respeto para aceptar y propiciar el disenso, donde las y los estudiantes aprendan a valorar su propia perspectiva, especialmente si va en contra de la figura de autoridad; aprendan a reconocer sus potencialidades más allá de los contenidos académicos o gustos estéticos. Ésta es también una invitación para que la nota no sea tan relevante, para que como docentes percibamos cuando consciente o inconscientemente generamos coerción en las y los estudiantes. En resumen, propiciar que el aula sea una espacio de empoderamiento y cambio real, mas no de reproducción de patrones desde el miedo, el silencio y la sumisión.


Veo esencial que las y los estudiantes reconozcan la importancia de decir NO. Que puedan ponerse en primer lugar y reconocer aquellas situaciones donde se ejerce la autocensura o la coerción en pro de obtener buenos resultados académicos, percibiendo lo ilusorio y pasajero que puede llegar a ser una nota, o incluso una oportunidad laboral (llámese contrato, exposición, publicación, proyecto, etc). Es importante aprender a estar en mayor contacto y sintonía con el cuerpo y las emociones, de tal manera que se pueda reconocer cuándo nos sentimos incómodos o incomodas, y escuchar y honrar esta incomodidad desde el cuidado propio y la compasión; marcando límites ante las demás personas, valorando la propia integridad y autenticidad.


Lamento inmensamente que el chantaje y la manipulación que conducen al abuso sexual sean prácticas tan instauradas en nuestra sociedad, y en particular, en el campo del arte, hasta el punto de que las hayamos normalizado y en ocasiones no podamos reconocer su gravedad. Deseo que todas las personas, hombres y mujeres, que han pasado por este tipo de situaciones encuentren la paz en su espíritu y la sanación en su ser que merecen, que encuentren la fortaleza, la luz y transformación que traen las noches más oscuras. También deseo que las personas que perpetraron los actos realicen los procesos de autoconciencia, sanación y transformación que necesitan, así como de responsabilidad civil, reparación y perdón que son tan necesarios, y que desde el arrepentimiento y la sanación se vuelvan trabajadoras y trabajadores por una nueva manera de entender la integridad humana.


Como artista, educador y sanador, confío en que los cambios sociales que estamos viviendo son tan profundos que en un futuro no muy lejano, se genere la suficiente conciencia para que esto no vuelva a suceder, para que no lo sigamos permitiendo, para que no sigamos repitiendo los patrones y estructuras que hacen que esto sea posible.

.

Tuesday 23 August 2022

¿Por qué no trabajo sin recibir honorarios?



Hace más o menos una década me gradué de Artes Plásticas, durante este tiempo me he encontrado tanto con trabajos justos, equitativos y en donde se han reconocido amorosamente mis aportes y experiencia; así como con trabajos y ofertas laborales que han sido todo lo contrario. El objetivo de este texto es reflexionar sobre por qué se ha normalizado el no pagar honorarios a lxs artistas y sobre qué es aquello que se considera como el trabajo de un artista. Mi mayor interés es poder compartir mi experiencia con otras personas para que tengamos herramientas sobre cómo asumir este tipo de situaciones.


Recuerdo algunas propuestas en donde se ha pretendido que trabaje sin recibir remuneración económica, o incluso que yo incurra en gastos:


-Una vez fui invitado a una exposición donde se pretendía que realizara una obra en grandes dimensiones sin ofrecerme un estipendio para materiales, mucho menos honorarios

-En otra ocasión, fui invitado a una residencia financiada por una importante organización europea donde se pretendía que realizara proyectos comunitarios y educativos durante más de un mes sin recibir honorarios.

-Hace años fui invitado a “nutrirme” de los conocimientos de otras personas en seminarios de largo aliento a cambio de mi trabajo como mediador sin siquiera recibir un subsidio de transporte, mucho menos un salario por mi trabajo.

-También recuerdo una ocasión de dificultad económica en la que contacté a una universidad y me ofrecieron dictar una charla, requerían que realizara una presentación en PDF y que participara en un panel, cuando pregunté por mis honorarios me respondieron: “los artistas que hemos invitado no han pedido honorarios” etc.


Estas propuestas esconden estrategias extractivistas, injustas y de precarización laboral, detrás de buenas intenciones, sofisticados textos curatoriales y comunicados de prensa que utilizan palabras como: cuidado, empatía, justicia histórica, resistencia cultural, decolonialidad, democacia, decentralización, apoyo a los artistas, etc. Lamentablemente aún existe una larga brecha entre la teoría y la práctica, entre el discurso que se vende y la acción que se ejecuta, esto muestra la importancia de no sólo mantener un discurso crítico, sino ser auto-reflexivos con las acciones que ejecutamos.


Recuerdo una vez en que me invitaron a intervenir unos objetos para una exposición, la excusa para no darme honorarios era que la persona que estaba organizando el proyecto y que me invitaba tampoco los estaba recibiendo, no obstante, sí había dinero para imprimir el plotter, pagarle al diseñador, etc. ¿Por qué se piensa que es necesario gestionar dineros para imprimir un plotter pero no para pagarle a un artista? 


En otra ocasión, me invitaron a una residencia donde había dinero para producción, para pagar transportes, alimentación, para los honorarios de un grupo de artesanxs (que me parece necesario y justo), pero no para mí como artista ¿Por qué se asume el quehacer del artista como algo gratuito? Sin mencionar cuando una vez me invitaron a ser asistente de una artista por unas semanas al otro lado del mundo y me decían que “la experiencia” pagaba mi trabajo.


Por todos los ejemplos que he expuesto anteriormente, veo necesario explicar ¿Por qué no trabajo sin honorarios?

Si me invitan a un proyecto en el cual no recibiré honorarios, significa que como mínimo habría de seguir asumiendo gastos obligatorios como el arriendo de mi apartamento y el pago de los servicios públicos, transporte y alimentación, además de cotizar salud y pensión; sin mencionar del arriendo del taller/estudio que tendré que seguir pagando. Al menos $2.000.000 tendría que gastar, dinero que podría estar consiguiendo durante el tiempo que estaría trabajando en el proyecto que me proponen, pero que no podría hacerlo, pues dicho proyecto ocuparía mi tiempo. Si me invitan a un proyecto de una semana sin honorarios: es una semana sin poder trabajar para pagar estos gastos; si me invitan a un proyecto de un mes sin recibir honorarios: no tendría cómo cubrirlos y lo cierto es que ni Colpensiones, ni mi arrendador, ni la empresa de energía me van a recibir “buenas intenciones” como forma de pago.


Las buenas intenciones con las que se plantea un proyecto, así se quiera “visibilizar”, “salvar”, “rescatar” cualquier tipo de comunidad o práctica históricamente excluida no pagan los gastos básicos de un(a) artista; y como artistas y trabajadorxs culturales no tenemos por qué cargar con la falta de planeación de los eventos ¿Por qué como artista habríamos de cargar con la falta de gestión de un evento?


Sé que no estamos acostumbradxs a hablar del arte en estos términos, pues lo consideramos cercano a lo sublime e inefable, pero es justo este silencio el que ha logrado consolidar sistemas de exclusión, injusticias y enfermedades.


La pregunta que surge es: ¿Qué es el trabajo de un(a) artista? ¿Qué se considera parte del trabajo de un(a) artista? Para mí, es cualquier actividad que requiera de su quehacer y de su tiempo, especialmente si se utiliza simbólicamente su calidad como artista; es decir, si te va a tomar tiempo, vas a utilizar tus conocimientos y/o van a publicitar que eres un artista: es trabajo.


No obstante, me pregunto ¿Por qué hay artistas que aceptan este tipo de propuestas? ‌Más allá de que muchxs puedan dejarse deslumbrar por el prestigio y la remuneración simbólica, puedo identificar algunas características en quienes aceptan este tipo de proyectos: suelen ser artistas que tienen un respaldo económico (familias, herencias, galerías etc.), ó jóvenes con poca experiencia laboral, personas que viven con sus madres y/o padres y que no han de preocuparse por pagar un alquiler, artistas que no tenemos una familia que sostener económicamente etc. En resumidas cuentas, personas que ostentan algún tipo de privilegio o que presentan una condición de vulnerabilidad. La explotación y la injusticia se codean con el privilegio y se aprovechan de la vulnerabilidad.


No se trata de dejar de ser generosxs, sino de aprender a valorar el trabajo propio, poner límites y ser empáticxs con las necesidades económicas de lxs demás; una de las grandes dificultades es reconocer los propios privilegios y reconocer y valorar el trabajo de cada persona, siendo solidarios con quienes no tienen las mismas posibilidades.


Como toda regla tiene una excepción, yo tengo mis propias excepciones. Por ejemplo, hace poco una amiga me invitó a participar de un taller donde ella no estaba recibiendo dinero y no me podía pagar honorarios, pero reconoció la situación, la importancia de mi trabajo y a cambio me ofreció una caja de té que ella prepara, el hecho del valorar mi quehacer y el pensar en una retribución por ello, fue suficiente para mí y acepté; actitud muy diferente a la de quien te pide tu trabajo y ni siquiera menciona una retribución por el mismo. Con el tiempo, he aprendido la importancia de no estar cerrado ante las propuestas, así no parezcan favorables, he aprendido a estar receptivo, escuchar a la otra persona, y si es posible, negociar las condiciones.


Mi medida es: Si la institución o el proyecto puede pagar por mis honorarios pero no los tiene en cuenta por descuido o por asumir que me están pagando de manera simbólica o con prestigio: Digo no. Pero si hay un reconocimiento y una valoración de mi trabajo, así no sea económica -puede ser un intercambio- y si hay empatía al ponerse en mi lugar, lo pienso dos veces y muy posiblemente acepte. Pero esta medida ha de encontrarla cada quien en la construcción de sus límites laborales y personales. Mi prioridad es valorar mi trabajo, pues me estoy valorando a mí mismo. No se trata de negociar un valor económico, sino de un acto de valoración, cuidado y amor propio.



Conclusión:


Si usted está pensando en invitar a un artista a hacer un dibujo, una intervención, dar una charla, lo que sea, y no tiene dinero: Reconozca que va a hacer un trabajo y que merece una remuneración por ello.

Si no tuvo en cuenta la remuneración: Gestiónela.

Si no tiene dinero: reconozca que no lo tiene, valore su trabajo y propóngale un intercambio justo.


Sé que muchas personas no consideran este tipo de preguntas y repiten los modelos sin mayor reflexión, por eso es importante seguir alzando la voz sobre estos asuntos. Nadie es ajeno o ajena a este tipo de dinámicas extractivistas e injustas, por lo tanto, si en algún momento yo lo llegase a hacer de manera inconsciente, por favor háganmelo saber para cambiar.


En resumidas cuentas: Valoro mi trabajo, reconozco mi experiencia y por ello no trabajo sin recibir honorarios.

Tuesday 26 July 2022

Mensaje a Elena Villamil. Sobre mi compost.


Este mensaje se lo envié en el marco de una conversación personal a Elena Villamil, directora y madre de un hermoso proceso de resistencia y salvaguarda del conocimiento agroecológico llamado Huerta Santaelena en Bogotá; por sugerencia de ella, lo comparto públicamente. 


-


Doña Elena,


Buenos días, muchas gracias por su mensaje,

Quise tomarme el tiempo para responderle con calma,


Comencé a compostar hace dos años cuando vivía en una casa, era agradable porque podía compostar en el jardín, revolver los residuos a diario con un rastrillo y luego echarle el abono a mis plantas y a un árbol que tenía.

Sin embargo, hace un año me trasteé a un apartamento pequeño, de una sola habitación y sala/comedor; pensé que no podría compostar aquí, hasta que asistí a una charla en su huerta y me hizo pensar que sí era posible. El proceso lo he sentido bien diferente, pues ahora vivo sólo y estoy compostando mis residuos orgánicos en un balde, está justo entre mi mesa de comedor y la nevera, se ha vuelto una presencia en mi apartamento; inicialmente me aterraba sentirlo tan cerca de mí todos los días, pues pensaba que era algo que se estaba muriendo, descomponiéndose, y cada vez que lo abría olía muy mal, pero con el tiempo empecé a verlo diferente.


Durante estos meses, al convivir con una presencia que está en descomposición, he pensado mucho en la muerte y su potencial de dar vida, he sentido que todo es cíclico, por ejemplo, me ha asombrado que cuando les doy tierra abonada con este compost a mis plantas, y aunque huela muy fuerte, a ellas les gusta y se ponen felices, más bonitas y saludables. Recuerdo que un guru de la india, Sadhguru, dice que el suelo tiene la capacidad de convertir la muerte en vida ¡Y es maravilloso poder ver ese proceso!. Esto me ha hecho pensar en que el suelo no es el único que tiene ésta posibilidad, nosotrxs como seres humanos también, podemos hacer que del dolor y la muerte salgan nuevas ideas y creaciones.


También he reconsiderado algunas ideas sobre la muerte, pues se suele asociar a un proceso frío y estático, pero de hecho, ver la descomposición de mi compost me ha hecho percibir otra cosa, es un proceso dinámico e intenso de transformación, por ejemplo libera calor y salen burbujas como si estuviera hirviendo. También he visto y sentido que el proceso de compostaje hace que todo vuelva a lo básico, sin importar si era una manzana, un pepino, hojas de los árboles, un estropajo, mi cabello o una bolsa de té, al final todo se reduce a lo mismo: a una pasta oscura de la que sale un liquido de olor fuerte. Me ha hecho experimentar y sentir que la materialidad de todo lo vivo, lo orgánico, es la misma.


Tengo en otro balde más pequeño tierra mezclada con mi compost y ha sido hermoso ver cómo algunas plantas han nacido espontáneamente, yo las he trasplantado y de hecho una de ellas está grande y al parecer le está saliendo frutos. También ha sido bonito ver cómo mi familia se ha vinculado en este proceso: mi mamá, por ejemplo no es una persona muy cercana a la agricultura, pero se ha encargado de cariñosamente conseguirme hojas secas para controlar los niveles de humedad del compost, y cada tanto me pregunta si necesito más. Mi padre, por su parte, nació en el campo, desde pequeño ha trabajado la tierra y me ha dado consejos de cómo cuidar mis plantas.


Aún tengo problemas logísticos, como le comentaba, no tengo un lugar donde mezclar este compost con un poco de tierra, darle el suficiente aire y convertirlo en tierra abonada, pero seguiré haciendo el proceso con mi balde, pues siento que, al final es un proceso que trata de hacerse responsable de uno mismo.


Por último, le envío unas fotos de mi balde de compost.

 



Y esta es la planta que nació espontáneamente en la tierra abonada ¿sabe de qué es?


 

Muchas gracias por leerme.

Abrazos y tenga un lindo día.

😊💚🌱 ✨