Desde que entré a estudiar Artes
Plásticas en la Universidad Nacional de Colombia hace más de una década, me
vinculé laboralmente con diversos espacios artísticos, la mayoría de estos en
Bogotá. Trabajé desde el área pedagógica en museos, espacios independientes y
eventos artísticos y culturales, ya fuera como mediador/educador o coordinador
de dichos programas. Con todos estos me siento agradecido, me permitieron
expandir mis conocimientos y allí conocí personas valiosas para mi vida
personal y laboral.
Este periodo de pandemia, que se ha juntado con el privilegio de tener una beca para estudiar fuera del país, me ha hecho reflexionar en torno a mi vida laboral -me he dado cuenta de que he tenido más de diez diferentes experiencias laborales-. La distancia física y temporal me ha permitido mirar algunas de estas experiencias desde una óptica crítica y asumir sucesos que entonces fueron dolorosos, con el fin de sanar y seguir aprendiendo.
Recintemente he compartido estas ideas con algunxs amigxs cercanxs, y para mi sorpresa, ellxs pasaron por experiencias similares a las mías -las cuales también recojo en este texto-. Lo cual, me llena de esperanza en que estas reflexiones puedan propiciar escenarios de conciencia y sanación en otras personas.
He recordado en particular a mis
colegas, quienes, como yo, eran jóvenes sin mayor experiencia laboral, en su
mayoría provenientes de universidades públicas, de bajos recursos y/o con ganas
de desarrollar una vida profesional.
Esta condición de vulnerabilidad -e
ingenuidad- establece una ausencia de experiencias previas en las cuales se
hayan configurado límites laborales. Si a ello se le suma la ansiedad juvenil por iniciar una carrera profesional, esto genera un caldo de cultivo
perfecto para que varias situaciones poco adecuadas puedan darse.
Ya habrá quien diga que en la
vida se aprende “a los golpes” o a “los trancazos”, pero me niego a creer que
es la única manera en que podemos vincularnos al campo laboral en esta
sociedad. Pero hay más tela por cortar en este tema, el cual vinculo
directamente con un asunto de clase.
Para ser más concreto, quisiera
mencionar algunos de los sucesos por los cuales mis colegas y yo pasamos. Los he organizado por temas, especificados en la Ley 1010 del 2006, conocida
como ley de acoso laboral en Colombia, me permito citar aspectos de esta para
mayor claridad.
1. Maltrato laboral: “Todo
comportamiento tendiente a menoscabar la autoestima y la dignidad de quien
participe en una relación de trabajo de tipo laboral.”
- Dinámicas de castigo. Ante haber cometido una supuesta falta, mi jefe me mandó a realizar labores de aseo, sin importar que mi cargo era en el campo educativo.
- Manipulación. Escuchar expresiones como “Aquí nadie es indispensable”, “Todos tienen la puerta abierta y pueden irse cuando quieran”.
- No tener en cuenta las ideas del otrx. Presunción de que un trabajo en el campo artístico es un asunto de obedecer y no de pensar, evitando que el otrx se exprese y desarrolle sus capacidades intelectuales y creativas.
2. Persecución laboral: “Conducta cuyas características de reiteración o evidente arbitrariedad permitan inferir el propósito de inducir la renuncia del empleado o trabajador, mediante la descalificación, la carga excesiva de trabajo y cambios permanentes de horario que puedan producir desmotivación laboral”.
- Recibir extensos regaños telefónicos.
- Trabajar fines de semana (además de los días entre semana) y pasar semanas enteras sin recibir un día de descanso.
3. Discriminación laboral: “Todo trato diferenciado por razones de raza, género, origen familiar o nacional, credo religioso, preferencia política o situación social o que carezca de toda razonabilidad desde el punto de vista laboral.”
4. Inequidad laboral: “Asignación de funciones a menosprecio del trabajador”.
- Exigencia de metas irrealizables para el personal disponible. Tener que trabajar hasta altas horas de la noche con la justificación de que “las cosas tienen que hacerse”, “tienen que estar listas para la convocatoria”, etc.
- Sueldos no proporcionales con la cantidad de horas laboradas.
- Llamados al personal de aseo (en su mayoría mujeres cabezas de familia o de avanzada edad) para trabajar dos o tres horas fuera de sus jornadas regulares, sin tener en cuenta que, para llegar al sitio de trabajo, debían de desplazarse desde zonas periféricas de la ciudad, o desde fuera de esta, pasando de cuatro a cinco horas diarias en el transporte público.
5. Desprotección laboral: “Toda conducta tendiente a poner en riesgo la integridad y la seguridad del trabajador mediante órdenes o asignación de funciones sin el cumplimiento de los requisitos mínimos de protección y seguridad para el trabajador”.
- Ausencia de un contrato escrito, con la excusa de que “lo verbal también constituye un contrato”, lo cual daba cabida para que se asumieran jornadas laborales mucho más extensas y responsabilidades que inicialmente no se habían acordado.
- Imposición de un horario laboral a pesar de tener un contrato de prestación de servicios o, sin haber firmado un contrato físico.
- Pasantes universitarios, que por regulación del Ministerio de Trabajo deben de estar adheridos al sistema de seguridad social, al menos con ARL, sin estarlo. Muchos de ellos teniendo que cumplir un horario, sin recibir al menos un auxilio alimenticio o de transporte.
Al estar bajo algunas de estas
situaciones, sentía que para mí y para mis colegas, renunciar no era una
opción, tanto por nuestras necesidades socioeconómicas particulares, como por
la ausencia de una oferta laboral fuerte en la ciudad; lo cual, generaba
una presión adicional.
Me he dado cuenta de que un tema
central en algunas de estas experiencias ha sido el clasismo. Asunto del cual
sólo pude darme cuenta de su intensidad y profundidad durante estos momentos de
reflexión y al salir de Colombia, pues lamentablemente, en nuestro país se ha
normalizado e integrado tanto en términos culturales y sociales, que a veces
pareciera transparente e irreconocible.
Cuando hablo de clasismo, me
refiero a una discriminación, separación o segregación por diferencias de
clase. Puede ir desde no contestar un saludo, la exclusión de una persona de una conversación o un
almuerzo, o incluso, llegar a acarrear jornadas laborales más extensas e
intensas, con menos remuneración y recibiendo malos tratos, como los
anteriormente descritos.
Mi hipótesis es que, en el campo
artístico y cultural, al moverse altos flujos de capital (económico, social y
simbólico), las brechas sociales son aún mayores y, lamentablemente en varios
países, particularmente de Latinoamérica, ello acarrea situaciones de
discriminación. La cual, además de pasar desapercibida, perpetua relaciones de
poder, escalas sociales y abre la puerta para que todo tipo de relaciones
abusivas puedan generarse.
Hago énfasis en las instituciones
pequeñas -espacios independientes-, en las que, al no
haber escenarios de agrupación sindical o áreas de recursos humanos, sus
trabajadores habitan un mayor estado de vulnerabilidad.
El privilegio de clase en el
campo laboral, si no se asume desde la empatía, puede manifestarse en la
ausencia de comprensión de las realidades socioeconómicas de las otras personas.
El asumir que el otrx tiene mis mismas posibilidades de acceder al transporte,
la alimentación, etc. Me pregunto: ¿Hasta qué punto conocemos las realidades de las personas
que trabajan diariamente con nosotrxs?
En otros escenarios, el
privilegio se puede manifestar al asumir que el estatus económico o el capital
social son suficientes para generar criterios y directrices, generando
escenarios arbitrarios, autoritarios y verticales, donde estas cualidades pasan
por encima de los argumentos y desconocen las capacidades intelectuales de lxs
trabajadores, y particularmente, el conocimiento que estxs han aprendido y
recogido en el trabajo diario en la institución. Por lo tanto, desconociendo
los procesos y las dinámicas de base de la misma institución.
De esta manera, si no hay una
conciencia del otrx que parta de asumir los privilegios propios, se seguirán
reproduciendo atmósferas dañinas, las cuales son incubadoras de heridas
emocionales, psicológicas y traumas laborales. Lo que yo denominaría:
escenarios de enfermedad. No obstante, si bien estas conductas se ven
acrecentadas por temas de clase, no afecta únicamente a las personas de menos
privilegios, lamentablemente hemos normalizado una cultura del abuso en el
entorno laboral.
Por lo tanto, cuando en los
últimos meses se habla de “volver a la normalidad”, me pregunto: ¿A qué
normalidad se refieren? ¿Y desde qué óptica se establece “lo normal”?, pues el
sistema de opresiones que estoy describiendo no permite que “la normalidad” añorada
por algunxs, sea saludable para todxs.
Me estoy refiriendo específicamente
a instituciones artísticas y culturales, donde diariamente se tratan temas como
“derechos culturales”, “inclusión”, “radicalidad”, “ecología”,
“horizontalidad”, “colectividad” y “empatía”. Hago un llamado a la coherencia
para que estos conceptos pasen de conversatorios y textos (curatoriales) a
integrarse en el accionar diario de las instituciones. Basta de hipocresía. Es
hora de que lxs artistas pensemos con mayor detenimiento qué mecanismos,
prácticas y dispositivos estamos apoyando con nuestras obras.
Considero que en este momento
histórico las instituciones no pueden permitirse hacer las cosas como las
venían haciendo antes. Ya no es posible normalizar el abuso, el acoso y el
maltrato; por ello confío en su capacidad de transformación y mejoramiento.
Entendiendo que en este momento hemos de mirar adelante como pueblo humano.
En esa medida, está en nuestras
manos como artistas y agentes del campo artístico y cultural ser conscientes de
las prácticas que diariamente llevamos a cabo. Creo que una de las grandes
enseñanzas de la pandemia ha sido la empatía y el afecto, lo importancia del
cuidado y el asumir que necesitamos del otrx, de la armonía con el/la otrx para
sobrevivir.
Como artista y educador, creo en
la capacidad de aprendizaje, transformación y por lo tanto de sanación de las
personas, por ello no me adhiero a la cultura de la cancelación, razón por la
cual evité poner nombres de personas o instituciones en este texto. Confío en
que es posible que cada quien realice un examen de conciencia respecto a los
temas que previamente he señalado, creo que solo así se podrán llevar a cabo
las transformaciones necesarias para realmente reverdecer el ecosistema social,
haciendo que la “normalidad”, no genere alegrías en unxs y, discriminaciones y
malos tratos en otrxs.
He de reiterar que este no es un
asunto que atañe exclusivamente a las instituciones y personas que trabajan en
ellas, sino a todxs como sociedad ¿En qué momento he tenido actitudes clasistas
o he sentido discriminación de este tipo?
. . . . .
Tips para un trabajador(a) en una institución artística o cultural
- No trabajes si no hay un contrato escrito de por medio.
- Pide que te especifiquen cada una de tus funciones y no asumas funciones adicionales si no vienen acompañadas de un incremento salarial.
- No tienes por qué cargar con la situación financiera de la institución.
- Ningún trabajo es más importante que tu bienestar. Tú eres tu prioridad #1. Renunciar es siempre una opción.
- Siempre pregúntate: ¿Cuáles son mis límites? ¿Cuál es mi límite para hablar con un superior? ¿Para dejar el trabajo? ¿Para denunciar?
- Conversa con tus amigxs y familiares, escucha, analiza y agradece sus consejos.
- Tu integridad, salud y justo reconocimiento (económico, intelectual, simbólico, etc.) es fundamental, no aceptes tratos que vayan en contravía de esto. Ten cuidado con aquellas instituciones y personas "prestigiosas" que proponen remunerarte con "prestigio".
- Mantén claros tus límites personales, no permitas situaciones de irrespeto, malos tratos o humillación. No permitas chantajes o manipulaciones emocionales.
- Busca otros escenarios y formas de tener otros ingresos económicos. Júntate con amigxs y colegas, imaginen alternativas viables y creativas. El ámbito laboral también puede ser un escenario “creativo, creador y transformador” (como dice una amiga), ¡Hazlo posible!
- Sé solidario, sé un apoyo para tus colegas. Reflexiona sobre tu accionar, en qué momento estas reproduciendo y naturalizando situaciones de abuso, injusticia y clasismo. Si has tenido este tipo de actitudes, lo importante es reconocerlas, reflexionar por qué se generaron y cambiar.
- Nadie es un monstruo, ni es completamente “bueno”, ni “malo”. Reconoce el punto de vista de lxs demás, entendiendo que cada uno percibe la realidad de manera diferente, que solo al compartir y conversar, podemos aprender el uno del otro.