Sunday 18 October 2020

Trabajo y clasismo: Paradojas en las instituciones artísticas. Reflexiones de un artista y educador

Desde que entré a estudiar Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Colombia hace más de una década, me vinculé laboralmente con diversos espacios artísticos, la mayoría de estos en Bogotá. Trabajé desde el área pedagógica en museos, espacios independientes y eventos artísticos y culturales, ya fuera como mediador/educador o coordinador de dichos programas. Con todos estos me siento agradecido, me permitieron expandir mis conocimientos y allí conocí personas valiosas para mi vida personal y laboral.

Este periodo de pandemia, que se ha juntado con el privilegio de tener una beca para estudiar fuera del país, me ha hecho reflexionar en torno a mi vida laboral -me he dado cuenta de que he tenido más de diez diferentes experiencias laborales-. La distancia física y temporal me ha permitido mirar algunas de estas experiencias desde una óptica crítica y asumir sucesos que entonces fueron dolorosos, con el fin de sanar y seguir aprendiendo. 

Recintemente he compartido estas ideas con algunxs amigxs cercanxs, y para mi sorpresa, ellxs pasaron por experiencias similares a las mías -las cuales también recojo en este texto-. Lo cual, me llena de esperanza en que estas reflexiones puedan propiciar escenarios de conciencia y sanación en otras personas.

He recordado en particular a mis colegas, quienes, como yo, eran jóvenes sin mayor experiencia laboral, en su mayoría provenientes de universidades públicas, de bajos recursos y/o con ganas de desarrollar una vida profesional. 

Esta condición de vulnerabilidad -e ingenuidad- establece una ausencia de experiencias previas en las cuales se hayan configurado límites laborales. Si a ello se le suma la ansiedad juvenil por iniciar una carrera profesional, esto genera un caldo de cultivo perfecto para que varias situaciones poco adecuadas puedan darse.

Ya habrá quien diga que en la vida se aprende “a los golpes” o a “los trancazos”, pero me niego a creer que es la única manera en que podemos vincularnos al campo laboral en esta sociedad. Pero hay más tela por cortar en este tema, el cual vinculo directamente con un asunto de clase.

Para ser más concreto, quisiera mencionar algunos de los sucesos por los cuales mis colegas y yo pasamos. Los he organizado por temas, especificados en la Ley 1010 del 2006, conocida como ley de acoso laboral en Colombia, me permito citar aspectos de esta para mayor claridad.

 

1. Maltrato laboral: “Todo comportamiento tendiente a menoscabar la autoestima y la dignidad de quien participe en una relación de trabajo de tipo laboral.”

  • Dinámicas de castigo. Ante haber cometido una supuesta falta, mi jefe me mandó a realizar labores de aseo, sin importar que mi cargo era en el campo educativo.
  • Manipulación. Escuchar expresiones como “Aquí nadie es indispensable”, “Todos tienen la puerta abierta y pueden irse cuando quieran”.
  • No tener en cuenta las ideas del otrx. Presunción de que un trabajo en el campo artístico es un asunto de obedecer y no de pensar, evitando que el otrx se exprese y desarrolle sus capacidades intelectuales y creativas. 

2. Persecución laboral: “Conducta cuyas características de reiteración o evidente arbitrariedad permitan inferir el propósito de inducir la renuncia del empleado o trabajador, mediante la descalificación, la carga excesiva de trabajo y cambios permanentes de horario que puedan producir desmotivación laboral”.       

3. Discriminación laboral:  “Todo trato diferenciado por razones de raza, género, origen familiar o nacional, credo religioso, preferencia política o situación social o que carezca de toda razonabilidad desde el punto de vista laboral.”       

4. Inequidad laboral: “Asignación de funciones a menosprecio del trabajador”.       

  • Exigencia de metas irrealizables para el personal disponible. Tener que trabajar hasta altas horas de la noche con la justificación de que “las cosas tienen que hacerse”, “tienen que estar listas para la convocatoria”, etc.
  • Sueldos no proporcionales con la cantidad de horas laboradas.
  • Llamados al personal de aseo (en su mayoría mujeres cabezas de familia o de avanzada edad) para trabajar dos o tres horas fuera de sus jornadas regulares, sin tener en cuenta que, para llegar al sitio de trabajo, debían de desplazarse desde zonas periféricas de la ciudad, o desde fuera de esta, pasando de cuatro a cinco horas diarias en el transporte público.

5. Desprotección laboral: “Toda conducta tendiente a poner en riesgo la integridad y la seguridad del trabajador mediante órdenes o asignación de funciones sin el cumplimiento de los requisitos mínimos de protección y seguridad para el trabajador”.

  • Ausencia de un contrato escrito, con la excusa de que “lo verbal también constituye un contrato”, lo cual daba cabida para que se asumieran jornadas laborales mucho más extensas y responsabilidades que inicialmente no se habían acordado.
  • Imposición de un horario laboral a pesar de tener un contrato de prestación de servicios o, sin haber firmado un contrato físico.
  •  Pasantes universitarios, que por regulación del Ministerio de Trabajo deben de estar adheridos al sistema de seguridad social, al menos con ARL, sin estarlo. Muchos de ellos teniendo que cumplir un horario, sin recibir al menos un auxilio alimenticio o de transporte.

 

Al estar bajo algunas de estas situaciones, sentía que para mí y para mis colegas, renunciar no era una opción, tanto por nuestras necesidades socioeconómicas particulares, como por la ausencia de una oferta laboral fuerte en la ciudad; lo cual, generaba una presión adicional.

Me he dado cuenta de que un tema central en algunas de estas experiencias ha sido el clasismo. Asunto del cual sólo pude darme cuenta de su intensidad y profundidad durante estos momentos de reflexión y al salir de Colombia, pues lamentablemente, en nuestro país se ha normalizado e integrado tanto en términos culturales y sociales, que a veces pareciera transparente e irreconocible.

Cuando hablo de clasismo, me refiero a una discriminación, separación o segregación por diferencias de clase. Puede ir desde no contestar un saludo, la exclusión de una persona de una conversación o un almuerzo, o incluso, llegar a acarrear jornadas laborales más extensas e intensas, con menos remuneración y recibiendo malos tratos, como los anteriormente descritos.

Mi hipótesis es que, en el campo artístico y cultural, al moverse altos flujos de capital (económico, social y simbólico), las brechas sociales son aún mayores y, lamentablemente en varios países, particularmente de Latinoamérica, ello acarrea situaciones de discriminación. La cual, además de pasar desapercibida, perpetua relaciones de poder, escalas sociales y abre la puerta para que todo tipo de relaciones abusivas puedan generarse.

Hago énfasis en las instituciones pequeñas -espacios independientes-, en las que, al no haber escenarios de agrupación sindical o áreas de recursos humanos, sus trabajadores habitan un mayor estado de vulnerabilidad.

El privilegio de clase en el campo laboral, si no se asume desde la empatía, puede manifestarse en la ausencia de comprensión de las realidades socioeconómicas de las otras personas. El asumir que el otrx tiene mis mismas posibilidades de acceder al transporte, la alimentación, etc. Me pregunto: ¿Hasta qué punto conocemos las realidades de las personas que trabajan diariamente con nosotrxs?

En otros escenarios, el privilegio se puede manifestar al asumir que el estatus económico o el capital social son suficientes para generar criterios y directrices, generando escenarios arbitrarios, autoritarios y verticales, donde estas cualidades pasan por encima de los argumentos y desconocen las capacidades intelectuales de lxs trabajadores, y particularmente, el conocimiento que estxs han aprendido y recogido en el trabajo diario en la institución. Por lo tanto, desconociendo los procesos y las dinámicas de base de la misma institución.

De esta manera, si no hay una conciencia del otrx que parta de asumir los privilegios propios, se seguirán reproduciendo atmósferas dañinas, las cuales son incubadoras de heridas emocionales, psicológicas y traumas laborales. Lo que yo denominaría: escenarios de enfermedad. No obstante, si bien estas conductas se ven acrecentadas por temas de clase, no afecta únicamente a las personas de menos privilegios, lamentablemente hemos normalizado una cultura del abuso en el entorno laboral.

Por lo tanto, cuando en los últimos meses se habla de “volver a la normalidad”, me pregunto: ¿A qué normalidad se refieren? ¿Y desde qué óptica se establece “lo normal”?, pues el sistema de opresiones que estoy describiendo no permite que “la normalidad” añorada por algunxs, sea saludable para todxs. ¿Percibimos el impacto de nuestros comportamientos en la salud de los trabajadores?

Me estoy refiriendo específicamente a instituciones artísticas y culturales, donde diariamente se tratan temas como “derechos culturales”, “inclusión”, “radicalidad”, “ecología”, “horizontalidad”, “colectividad” y “empatía”. Hago un llamado a la coherencia para que estos conceptos pasen de conversatorios y textos (curatoriales) a integrarse en el accionar diario de las instituciones. Basta de hipocresía. Es hora de que lxs artistas pensemos con mayor detenimiento qué mecanismos, prácticas y dispositivos estamos apoyando con nuestras obras.

Considero que en este momento histórico las instituciones no pueden permitirse hacer las cosas como las venían haciendo antes. Ya no es posible normalizar el abuso, el acoso y el maltrato; por ello confío en su capacidad de transformación y mejoramiento. Entendiendo que en este momento hemos de mirar adelante como pueblo humano.

En esa medida, está en nuestras manos como artistas y agentes del campo artístico y cultural ser conscientes de las prácticas que diariamente llevamos a cabo. Creo que una de las grandes enseñanzas de la pandemia ha sido la empatía y el afecto, lo importancia del cuidado y el asumir que necesitamos del otrx, de la armonía con el/la otrx para sobrevivir.

Como artista y educador, creo en la capacidad de aprendizaje, transformación y por lo tanto de sanación de las personas, por ello no me adhiero a la cultura de la cancelación, razón por la cual evité poner nombres de personas o instituciones en este texto. Confío en que es posible que cada quien realice un examen de conciencia respecto a los temas que previamente he señalado, creo que solo así se podrán llevar a cabo las transformaciones necesarias para realmente reverdecer el ecosistema social, haciendo que la “normalidad”, no genere alegrías en unxs y, discriminaciones y malos tratos en otrxs.

He de reiterar que este no es un asunto que atañe exclusivamente a las instituciones y personas que trabajan en ellas, sino a todxs como sociedad ¿En qué momento he tenido actitudes clasistas o he sentido discriminación de este tipo?


. . . . .


Tips para un trabajador(a) en una institución artística o cultural


  • No trabajes si no hay un contrato escrito de por medio.          
  • Pide que te especifiquen cada una de tus funciones y no asumas funciones adicionales si no vienen acompañadas de un incremento salarial.          
  • No tienes por qué cargar con la situación financiera de la institución.          
  • Ningún trabajo es más importante que tu bienestar. Tú eres tu prioridad #1. Renunciar es siempre una opción.          
  • Siempre pregúntate: ¿Cuáles son mis límites? ¿Cuál es mi límite para hablar con un superior? ¿Para dejar el trabajo? ¿Para denunciar?          
  • Conversa con tus amigxs y familiares, escucha, analiza y agradece sus consejos.          
  • Tu integridad, salud y justo reconocimiento (económico, intelectual, simbólico, etc.) es fundamental, no aceptes tratos que vayan en contravía de esto. Ten cuidado con aquellas instituciones y personas "prestigiosas" que proponen remunerarte con "prestigio".         
  • Mantén claros tus límites personales, no permitas situaciones de irrespeto, malos tratos o humillación. No permitas chantajes o manipulaciones emocionales.          
  • Busca otros escenarios y formas de tener otros ingresos económicos. Júntate con amigxs y colegas, imaginen alternativas viables y creativas. El ámbito laboral también puede ser un escenario “creativo, creador y transformador” (como dice una amiga), ¡Hazlo posible!          
  • Sé solidario, sé un apoyo para tus colegas. Reflexiona sobre tu accionar, en qué momento estas reproduciendo y naturalizando situaciones de abuso, injusticia y clasismo. Si has tenido este tipo de actitudes, lo importante es reconocerlas, reflexionar por qué se generaron y cambiar.
  • Nadie es un monstruo, ni es completamente “bueno”, ni “malo”. Reconoce el punto de vista de lxs demás, entendiendo que cada uno percibe la realidad de manera diferente, que solo al compartir y conversar, podemos aprender el uno del otro.



Sunday 8 March 2020

Open letter to the RCA´s Vice-chancellor and RCA´s community

Kensington campus


During the last few weeks, we have experienced a national strike in the UK organised by the academic staff of the universities. Many students have shown their support because they sympathise with the cause and also because we are directly affected by the underlying issues, many of which are local to the RCA.

As an artist and student, I feel thankful that I am studying at the RCA. It is a big responsibility to belong to this institution with such an interesting and avant-garde history and which for decades has been a place for experimental processes and life-changing experiences.

However, I feel that in the last few years the institution has changed its course, now is focused on showing that it is ranked as the “#1 Art & Design School in the world”.  This branding strategy encourages people to enrol, and therefore allows the college to increase its budget, nevertheless, it has created huge pressure on the tutors and unrealistic expectation on the students. 

The increasing student numbers and increasing tuition fees without investing in the staff and the facilities is annihilating the sense of community, among other issues. Unfortunately, this model only thrives based on the exploitation of the tutors and staff and the economic indebtedness of the students.

These shifts are also happening at other institutions, which from my point of view, is creating a growing social, ethical and cultural crisis.  All this reminds us that the art world, and particularly the art schools, are not isolated islands, and are affected by the current political, economic and ecological crisis.

I believe that the academy is the place for reflection, developing critical thinking and creative approaches, and in some cases, it needs to be the place for resistance as well.  What is an art school? And what kind of art school we want?  These always should be open questions, that demands a wide-open discussion and shouldn’t be answered by external agendas.

This context makes me ask if the wellbeing of the community and the academic quality are still a priority of this school.  Unfortunately, I think that those concerns might not be compatible with the current model of education as service, school as business and students as customers.

The world is changing in multiple ways, and if the RCA doesn’t realize these changes, the institution will decay like many other institutions which are in this process.  I believe that it is still possible to change the path, that a more horizontal way of directing the school still could be implemented, one which the whole community (tutors, students and staff) could trace the way of the institution[i], one which the arts would be at the core.

I am sure that this current crisis is the best opportunity for rethinking in a structural way the model of education that the RCA is creating, and the possibility of imagining and building more desirable and healthy futures. 

Best regards,


Snyder Moreno Martín
MA Sculpture



[i] According to the Annual Report 2018-2019 of the RCA, “Income from tuition fees grew 18% to £41.3m (2017/18: £34.9m), representing 70% of the College’s core income compared to just over 50% in 2014/15”, which makes me think, why not to consider the needs of the students when investing the money that they are paying. 




White City campus


Battersea campus


Saturday 25 May 2019

El alumbramiento del fuego. La caída del sistema del arte



El arte seguirá siendo una necesidad humana que exista hasta el último de los días, pero su actual sistema social, reproduce y representa estándares que van en contravía de las posibilidades de un desarrollo sostenible a escala global, y por ello está condenado a desaparecer.




El arte como espacio de resistencia, de expresión, de sublimación, de reflexión y crítica, de resignificación, de imaginación y de pausa, el arte como creación existe y seguirá existiendo. Sin embargo, el sistema que hemos construido para darle cabida en la sociedad, el sistema del arte, ha llegado a tal punto de sofisticación y c-rudeza, en el que pareciera que poco o nada importa la creación artística.

El sistema no se genera espontáneamente, se (re)produce en las actuaciones de las personas que lo conforman. De hecho, demanda grandes esfuerzos de sus integrantes, tantos que, ni ellos mismo pueden soportar el agobiante y poco saludable ritmo que se les demanda.

Este es un sistema que estimula y celebra la ambición y el pasar por encima de los demás. A todxs se les pide escalar en medio de un ritmo frenético. Se les pide construir una carrera, a las carreras, sin importar el escenario de precarización y los tratos injustos.

Un sistema donde hay una distancia abismal entre teoría y práctica, donde el feminismo, la pedagogía y la comunidad, la ecología y la alteridad (entre otros) son temas de discusión, pero no prácticas realmente integradas en el accionar de las personas. No, no es suficiente con hablar de las desigualdades, hay que pasar el discurso por el cuerpo y hacerlo constitutivo de nuestra experiencia vital.

Se habla de colectividades y resiliencia en la sala de exposición, pero hay recelo y desigualdad en la sala de juntas. Se produce una estructura jerárquica de ansiedades compartidas.

Es un campo lleno de contradicciones. El problema no es tener contradicciones, sino ser conscientes de ellas, aparentar que no las hay y no hacer nada para modificarlas.

Un sistema de estas características está condenado a desaparecer. Porque ya no es factible ante la situación que el mundo atraviesa, donde los problemas ambientales, los conflictos bélicos y la ausencia de raíces y valores le han puesto una fecha límite a la sobrevivencia humana en el planeta.

El sistema desaparecerá porque es inviable a largo plazo. El sistema del arte está basado en un modelo de acumulación de capital (económico/simbólico), donde hay una gran mayoría de oprimidos que trabajan para unos pocos, donde se genera infelicidad e inestabilidad para unos, e infelicidad e inestabilidad para otros, aunque se aparente lo contrario.

Necesitamos más arte -como espacio de creación y ruptura- en este mundo, pero estas condiciones realmente no lo posibilitan. No obstante, este sistema está formado por personas, y muchas de ellas llegaron allí por intereses genuinos, por una pasión y por una intención de querer construir algo.

Es necesario despertar. Mirar más allá de las necesidades y del camino que nos han trazado y preguntarnos ¿Realmente quiero esto? ¿Realmente lo quiero de esta manera? ¿En serio me genera felicidad?

Debemos ser conscientes de qué tipo de relaciones estamos reproduciendo con nuestra actuación y no gastar tiempo de nuestra vida reforzando aquello que nos ata y enferma.

Parafraseando a Freire: Ser artista y no ser reflexivo con el sistema que se reproduce, más que una ausencia de valor, es un acto de complicidad.

Necesitamos más espacios de sanación, más cuidado en las prácticas. Es necesario asumir nuevas maneras de actuar/trabajar, maneras que estén en sintonía con las demás esferas de la realidad, donde se articule una dimensión ecológica, una adecuada calidad de vida, donde podamos cuidar de nuestras enfermedades, donde tengamos tiempo para nuestra familia y amigxs, etc. Espacios de empatía y solidaridad que permitan un bienestar real y que estén abiertos a otras maneras de conocer, a ritmos más lentos y distancias menos desgastantes.

Hemos de crear las relaciones que nos hagan avanzar vitalmente, las que incluyan nuestras singularidades/diversidades/sensibilidades. Hay personas que ya lo están haciendo, que ya han tumbado la torre y están sembrando otros espacios de supervivencia a sus alrededores.


Si realmente no te sientes bien haciéndolo, no lo hagas. No tienes ninguna obligación de seguir los caminos que otros han recorrido. Toda experiencia vital es única y cada camino es diferente.










Sunday 11 November 2018

El huevo, un laboratorio místico

Carrington, Lispector y Arjona­­



Las formas arquetípicas dejan entrever tensiones que aparecen continuamente en la historia, marcan puntos de atención que son constantes en el desarrollo espiritual de la humanidad.

Este texto explora el lugar de la figura del huevo en los trabajos específicos de tres artistas de distintas épocas radicadas en Latinoamérica: una inglesa acogida por la cultura mexicana, una ucraniana radicada en Brasil y una colombiana nacida en el Amazonas.

Recientemente se ha presentado una gran retrospectiva del trabajo de Leonora Carrington (1917-2011) en el Museo de Arte Moderno en Ciudad de México titulada Cuentos Mágicos, bajo la curaduría de Tere Arcq y Stefan van Raay. Además de su obra pictórica, expone su trabajo en teatro y en cine, así como su vínculo con una serie de artistas surrealistas, tales como: Max Ernst, André Breton, Luis Buñuel y Alejandro Jodorowsky. También se hacen guiños a su compromiso ecológico y feminista.

Leonora Carrington, La gigantesa, 1947. Imagen de archivo. 

La gigantesa es un cuadro en temple sobre madera que Leonora realizó en 1946, muestra a una mujer de tamaño descomunal atesorando entre sus pequeñas manos un huevo, viste una túnica blanca, que deja entrever un vestido rojo, su cuerpo de composición oval se asemeja a la forma que guarda en sus manos -como si ella misma fuera un huevo-, de su cuerpo salen volando un grupo de gansos.

Pareciera ser que el huevo es la misma representación de la gigantesa, mostrando el potencial de la mujer de engendrar vida, en este sentido, podría existir una asociación entre la figura del huevo y el útero. No obstante, el dar a luz no necesariamente está asociado a la maternidad, puede ser también un renacimiento en términos espirituales, el pelo dorado de la gigantesa podría referirse al oro en tanto ideal de transmutación alquímica, es decir, como ideal de limpieza o purga espiritual.

La figura de los gansos se encuentra presente en la mitología griega, el mito de Zeus narra que éste se convierte en cisne para seducir a Leda, enfatizando el carácter sensual del ganso y la clara alusión fálica de su pescuezo. Del mismo modo, las aves en vuelo ponen de manifiesto una dimensión aérea, particularmente etérea, nos habla de una realidad que existe, pero que no necesariamente es visible.

La figura del huevo aparece en otras pinturas de Carrington, como Quería ser pájaro, la cual muestra el retrato de Enrique Álvarez Félix, hijo de la reconocida actriz mexicana María Felix, quien está frente a un huevo, sus piernas se encuentran cubiertas de plumas, como si estuviera en un ritual de metamorfosis.

En la cosmogonía egipcia, existen varios mitos relativos a la creación, los cuales, en su mayoría, se remiten al Ogdoad, éste es un sistema de ocho deidades agrupadas en cuatro parejas, las cuales representan conceptos ontológicos o fuerzas primigenias, a saber: Nun y Naunet (Las aguas primitivas y el cielo), Kuk and Kauket (La luz y la oscuridad), Heh y Hauhet (La eternidad) y Amun y Amaunet (El aire o lo oculto). Una de dichas historias relata que estas ocho deidades crearon un Huevo Cósmico, del cual emanó el dios del sol Ra, quien creó el mundo y todo dentro de él. Una historia alternativa dice que el huevo fue puesto por un ganso celestial conocido como Gengen Wer. Este motivo del huevo cósmico se repite en otras tradiciones, por ejemplo, en la filosofía hindú es llamado Hiranyagarbha, el cual genera el cosmos manifestado.

En 1975, Clarice Lispector (1920-1977) es invitada al Primer Congreso Mundial de Brujería[1] realizado en Bogotá, allí participa con la lectura de un texto titulado El huevo y la gallina[2].

Clarice Lispector. Imagen de archivo.

“De madrugada en la cocina sobre la mesa veo el huevo”[3], así comienza el escrito en el que Clarice establece una conversación (ontológica) con un huevo, de la cual surgen aprendizajes existenciales que constituyen una suerte de encuentro espiritual. El huevo adquiere rasgos de perfección, se trasforma en la representación de una realidad que nos sobrepasa, que está fuera del lenguaje y, aun así, no deja de ser un sencillo huevo.

En este ensayo, o más bien, conjuro, la escritora pareciera estar en un estado de trance desde el cual establece una relación profunda con la realidad. Ello dota al texto de un aura de hermetismo; sin embargo, el relato no se encuentra ambientado en un espacio sobrenatural, por el contrario, la autora parte de una escena totalmente cotidiana: el estar una mañana en la cocina. Y es esta una de las mayores riquezas del texto/conjuro de Lispector, mostrar una experiencia espiritual, que parece compleja, desde un espacio absolutamente cotidiano.

“Tengo el mayor cuidado de no entenderlo. Siendo imposible entenderlo. 
Sé que si yo lo entendiera es porque estoy errando. Entender es la prueba del error”[4]

El huevo adquiere rasgos de ser superior, divino, de lo ininteligible e inabarcable. Asimismo, está revestido de una absoluta fragilidad -su cáscara-; por lo tanto, solo puede ser conocido desde afuera, pues cualquier intento de abrirlo, de forzarlo, lo destruiría y dejaría se ser lo que es. Sin embargo, cuando el huevo se abre desde adentro, permite la vida, el despertar. El huevo aquí aparece como un misterio insondable.

“Tomo otro huevo en la cocina, le quebró la cáscara y la forma. 
Y a partir de este instante exacto nunca existió un huevo”[5]


Del mismo modo, se podría asumir la incomprensibilidad del huevo en relación al proceso de creación. En la medida que, el huevo forma parte de una realidad a la cual no es fácil acceder, encierra un enigma; al igual que, la escritora ahonda por medio de su acto creativo en lo desconocido, en la exploración/percepción de un mundo oculto. Ambos representan desafíos existenciales, en sus palabras: “El misterio es yo ser apenas un medio, y no un fin”[6]. De esta manera Lispector se sumerge en las profundidades de la realidad a través de las experiencias más comunes del día a día.

“El huevo vive prófugo por estar siempre más adelantado a su época”[7]

“Cuando morí, tomaron de mí el huevo con cuidado. Todavía estaba vivo.
Solo quien viera el mundo vería el huevo”[8]


Una persona vestida de negro equilibra centenas de huevos, organizándolos en líneas rectas, en un acto de absoluta concentración y conciencia de su cuerpo. Este ejercicio constituye el performance Camine Despacio presentado por María José Arjona (1973- ) en el vestíbulo del Museo de Arte del Banco de la República en Bogotá en el año 2011.


María José Arjona. Camine Despacio. 2011. Cortesía de la artista.

La acción es presentada sobre el suelo del museo, aumentando la fragilidad de la situación, pues cualquier mínima vibración producida por los pasos del público, podría quebrar la magia de la estabilidad. Arjona crea un orden particular, el huevo en tanto figura ovoide con un punto de equilibrio difícil de alcanzar, es presentado en una disposición vertical, una imagen perfecta y en apariencia imposible, resultado de una transmutación recíproca de energía entre ambos cuerpos, la artista y el huevo.

Para equilibrar un huevo se necesita ubicar la yema, la clara y la cavidad de aire en su exacto centro de masa, por lo tanto, es un equilibrio interior, alejado de la vista; de manera paralela, la artista mantiene una singular disposición corporal y mental, gran parte del proceso sucede de manera interna, alejado de la vista del espectador, pues se establece una relación/conversación íntima entre ambos cuerpos. Volviéndose un ejercicio meditativo, donde un simple huevo adquiere ánima, un soplo vital producido por la atención profunda de la performer que lo trae al presente.

Arjona aprendió a equilibrar huevos con Ushio Amagatsu, figura clave de la danza butoh contemporánea, de allí surge la atención al gesto mínimo del cuerpo, es decir, cómo un aparente pequeño movimiento puede dislocar ordenes establecidos, inaugurar nuevos espacios de percepción.

Esta acción, Camine Despacio, es la reactivación de un performance anterior, 365 días, presentado en  en el año 2000 en la ciudad de Santa Marta, también en Colombia. Allí no se disponían los huevos en línea recta, sino en forma circular, ahondando en la idea de un tiempo cíclico y natural.

En palabras de la artista: “Para la obra que se presentó en Santa Marta tenía claro que en primera instancia el espacio era circular y exterior. Me interesaba entender las fuerzas que rigen un cuerpo cuando está tratando de hacer un ejercicio de larga duración a la intemperie. El cuerpo es el huevo y en esa misma instancia la naturaleza regula su propio equilibrio. Determina su supervivencia. Me interesaba la fragilidad de ambos (el huevo y el cuerpo) en relación a ese afuera, al sol, al paso del tiempo”.[9]

En los tres casos, las fronteras entre el cuerpo y el huevo se encuentran desdibujadas; pareciera que las artistas lograran introducirse dentro del huevo para comprender una dimensión de la realidad que no es propiamente la experimentada en el día a día, aun así, la puerta para entrar a esta se encuentra en el espacio más sencillo y cotidiano posible.

El huevo es asumido más allá de la poética de lo cotidiano o de una reivindicación de género, su abordaje nos interpela como humanidad al tratar tensiones existenciales, inauguran un portal que permiten la entrada a otras dimensiones de la percepción, una visión compleja que muestra tanto su fragilidad como su fortaleza, la magia y la frivolidad, el enigma y la contundencia. Mostrando una relación con el flujo vital, los procesos de nacimiento y de muerte.




[1] Se encuentra poca información sobre este evento, sin embargo, el siguiente video nos sirve para dimensionar su influencia en la cultura popular: https://www.youtube.com/watch?v=KKxjJnxFd8E
[2] Debería estar prohibido escribir sobre este texto, cualquier reseña o comentario disminuiría la riqueza enigmática de la escritura de Lispector. Sugiero leerlo previamente, se encuentra disponible gratuitamente en internet. 
[3] las siguientes citas serán de El huevo y la gallina, las he traducido del portugués y he decidido poner las originales a pie de página:“De manhã na cozinha sobre a mesa vejo o ovo”
[4] “Tomo o maior cuidado de não entendê-lo. Sendo impossível entendê-lo, sei que se eu o entender é porque estou errando. Entender é a prova do erro”
[5] “Pego mais um ovo na cozinha, quebro-lhe a casca e forma. E a partir deste instante exato nunca existiu um ovo”
[6] “O meu mistério é que eu ser apenas um meio, e não um fim
[7] “O ovo vive foragido por estar sempre adiantado demais para a sua época”
[8] “Quando morri, tiraram de mim o ovo com cuidado. Ainda estava vivo. – Só quem visse o mundo veria o ovo”
[9] Conversación personal con la artista.

Nota: No seleccioné a estas tres artistas por el hecho de ser mujeres, quise escribir sobre sus trabajos porque considero que son gestos contundentes, energéticos y profundos. El hecho de ser mujeres fue una grata coincidencia que muestra una relación entre la sensibilidad femenina y la imagen/arquetipo del huevo.

Saturday 25 August 2018

La carga y la marcha

Beatriz González y William Kentridge o Del fin del Apartheid al Proceso de paz.  

 -Snyder Moreno Martín

El recorrer las calles de Johannesburgo en Sudáfrica me produjo la sensación de sentirme como en casa ¿Qué pueden tener en común dos países separados por más de 12000 km, con idiomas y culturas tan diferentes?

Sentí un extraño clima que constantemente me recordaba a Colombia, y no me refiero a la temperatura –pues allí hay estaciones-. Me refiero a una tensión social que solo es experimentada a través del cuerpo y se siente de manera particular al caminar por ciertas ciudades.

Con la presidencia de Mandela en 1994, se inició oficialmente la era post-apartheid en Sudáfrica, proceso que aún se encuentra vigente debido a las profundas heridas que dejó en su población. Paralelamente, al otro lado del océano atlántico, Colombia inicia el proceso de implementación de los acuerdos de paz, el cual, pareciera ir en contravía de una sociedad que se resiste a abandonar el conflicto armado. En resumen, ambas sociedades están marcadas por escabrosos regímenes de aniquilación del otro que duraron aproximadamente medio siglo.

La sofisticación con la que se estableció la segregación de la población negra en Sudáfrica, aislándola en la periferia de las ciudades e impidiendo su acceso a lugares públicos; recuerdan a los mecanismos con los que se desplazaban pueblos enteros en Colombia, y la subsecuente pobreza generada en los perímetros urbanos.

La minuciosidad con la que se redactaron leyes para excluir y criminalizar a parte de la población, hasta tal punto, que se penalizaron asuntos de la vida privada, como el matrimonio entre personas de diferentes razas; resuena en la manera en que el aparato judicial se utilizó en Colombia como mecanismo para perseguir, la manera en que el Estado se inmiscuyó en los asuntos privados de los dirigentes de oposición para oprimir y hostigar.

El fin del apartheid que se vive hoy en día, convive con un sistema de exclusión que subrepticiamente aún persiste, quizás no en las leyes, pero en el estamento social, expresado en sutiles formas de privilegio que generan situaciones de desigualdad. Incluso hay ciudadanos que, en el seno de su hogar, anhelan un pasado de lujos detrás de la segregación. Asimismo, la discriminación se siente actualmente, de manera simultánea entre blancos y negros.

En Colombia no es muy diferente, hay ciudadanos que hablan en contra del gobierno que firmó los acuerdos, enmascarando su claro disenso con el proceso de paz, anhelando épocas donde la aniquilación por la vía militar era la solución que pedían las multitudes. 

El fin de estas épocas de violencia y los nuevos acuerdos sociales, han estado marcados en ambos países con una idealización de las expectativas, lo cual ha generado desazón, frustración y falta de credibilidad en las grandes rupturas y cambios que han dado para superar sus pasados. De manera paralela, en ambos escenarios se han generado tanto movimientos retardatarios y escepticismo social, como escenarios de colectivización con comunidades decididas a continuar las transformaciones progresistas que iniciaron generaciones pasadas.

En este marco aparecen los trabajos de dos artistas con un amplio reconocimiento internacional, que a comienzo de este año estuvieron exponiendo individualmente en las salas del Museo Reina Sofía en Madrid (España): el sudafricano William Kentridge, y la colombiana Beatriz González.

En la pieza More Sweetly Play the Dance, una monumental instalación multicanal de Kentridge, expuesta en el Zeitz Museum en Ciudad del Cabo, se presenta ante los ojos del público una gran marcha de personas, dibujos y objetos, que entre danzas africanas tradicionales y con una música de celebración, apunta a los poderes políticos, el sometimiento social y los desplazamientos forzados, dejando entrever la muerte, epidemias y hambrunas; formando una danza de muerte de imágenes genéricas, que perfectamente podrían representar la situación de las últimas décadas de varios países del continente africano.

More Sweetly Play the DanceWilliam Kentridge. Zeitz MOCAA- Museum of Contemporary Art Africa. Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Fotografía: Wianelle BriersCortesía: Zeitz MOCAA.

Una danza parecida muestra González en Auras Anónimas, intervención en espacio público en Bogotá, realizada en el año 2009, aquí el carácter monumental lo da el espacio mismo. En cuatro columbarios del antiguo Cementerio Central de Bogotá, yacen imágenes de personas cargando sacos de plástico, nos recuerdan a las imágenes que, en repetidas ocasiones y de manera cotidiana, se observaban en periódicos y noticiarios en Colombia. Este lugar parece contener la memoria reciente del país, está cargado con el aura de la Violencia y la erradicación del otro, los estragos del narcotráfico y la desaparición de la vía armada, está fuertemente cargado, incluso energéticamente, pues en los años cuarenta sirvió de fosa común para los muertos del 9 de abril de 1948.

Auras Anónimas. Beatriz González. Bogotá, Colombia. Fotógrafía: Laura Jiménez. 
Cortesía: Archivo Beatriz González.

Las sombras de los cuerpos sin rostro de Beatriz González, se relacionan con las siluetas de William Kentridge, ambos muestran cuerpos anónimos, solo queda el horror del gesto de cargar y del gesto de marchar.

Recientemente William Kentridge estuvo exponiendo una monumental obra de teatro en la Turbine Hall de la Tate Modern en Londres llamada The head and the load, donde en el marco del centenario de la Primera Guerra Mundial, recuerda a los miles de soldados africanos muertos en ejércitos europeos.

Beatriz González, al otro lado del atlántico, lida una batalla por no dejar destruir su obra. Si bien, Auras Anónimas ha sido reconocida por respetados curadores y críticos de arte alrededor del mundo, nada de ello parece importarle a la actual administración de Bogotá, quien pretende destruir la obra para realizar un parque recreativo. Tan limitada es la comprensión de la historia, de la latencia de la muerte y de la fragilidad de la memoria que, ante la primera oportunidad, se derrumban las imágenes, se borran los monumentos y la urgencia del corto plazo y la ansiedad por mostrar resultados hacen olvidar procesos mucho más complejos y lentos que se han dado desde hace décadas.

Beatriz González, puso de manera simbólica la lápida a la guerra, no nos habla desde la melancolía, sino nos trae al presente y nos hace sobrevivientes de una cruel y orquestada época de tortura y desaparición, en otras palabras, celebra nuestras vidas. Ojalá, también podamos celebrar la permanencia de Auras Anónimas como testimonio vivo, como lugar para el duelo y el proceso de sanación social que Colombia necesita.