Monday 31 May 2021

Arte, represión y tortura. Sobre el acribillamiento de tres jóvenes en Soledad.


Me desperté el domingo en la mañana, aún medio dormido me dirigí al baño a lavarme los dientes, me gusta escuchar música mientras lo hago, pero esta vez decidí poner un noticiero colombiano, me gusta oírlo por ser independiente y mostrar informaciones que no suelen aparecer en los medios convencionales, mientras miraba mi rostro dormido y ojeroso en el espejo del baño, boca llena de espuma, mano haciendo movimientos circulares mientras sujetaba el cepillo de dientes; sentí el horror, el vómito y la repulsión.

Tuve que parar el video. Presencié algo que me impidió seguir mi rutina, la impotencia se había mezclado con el terror de lo macabro y, me había paralizado; en un instante volví a sentir la ausencia de esperanza en la especie humana, al reconocer cuan vil y malvados podemos llegar a ser.

Había quedado en shock y pasmado, pero sentía que tenía que confrontarlo de nuevo, intenté buscar consuelo en el final de la noticia, pues asumí que toda tragedia ha de tener su adecuada resolución, así, terminé mis asuntos matutinos y reproduje el video donde había quedado.

En éste, un joven entre lágrimas cuenta como fue detenido por la policía luego de participar en una marcha, él y dos amigos se refugiaban en una vivienda -en el municipio de Soledad en el departamento del Atlántico- a donde llegaron seis uniformados; fueron golpeados y amenazados mientras eran trasladados a un centro de detención; allí la policía los entrega a un grupo de reclusos diciendo “ha llegado carne fresca”, los reclusos los golpean nuevamente, los amenazan, extorsionan y, los hacen desnudarse para violarlos sexualmente. En la siguiente escena, un miembro de la policía dice que los jóvenes no mencionaron dichos hechos en la audiencia.

La escena me sigue pareciendo irreal y macabra, y la única pregunta que surge en mi cabeza es ¿Por qué? ¿Por qué pasó todo esto? ¿Por qué estos jóvenes vivieron una de las pesadillas más horrendas que cualquier ser humano pueda vivir?

Los policías que detuvieron a los jóvenes, como parte de su servicio pudieron haberlos llevado a la instancia correspondiente para que fueran juzgados, ¿No era esto lo debido? ¿Acaso, no era esto suficiente? No, no les fue suficiente.

Como acto de presión psicológica, los amenazaron y luego los sometieron físicamente por medio de golpes; si ya se encontraban bajo el poder de la autoridad institucional ¿Qué motivó a los agentes a las amenazas, las patadas y los puños? Actos innecesarios y que demuestran un accionar desmedido. ¿Acaso los agentes no llegaron a percibir el temor de estos jóvenes? ¿No vieron el miedo en sus ojos, las lágrimas bajando a chorros por sus rostros, ni los moretones ocasionados por sus golpes? ¿No escucharon sus plegarias para que todo esto parara? No, no quisieron escucharlas.

La siguiente escena hace parte de lo indecible y me provoca horror, tengo que respirar hondo e incorporarme para seguir escribiendo, ¿Qué los motivó a tener la intención de someterlos a vejámenes sexuales? ¿Por qué los hicieron repetir de nuevo el castigo? El objetivo ya no era judicializarlos, ni siquiera castigarlos, se trataba de algo más primario e instintivo, se trataba de sentir placer con el tormento del otro.

Ya no era un acto para reducir a alguien potencialmente peligroso, se trataba de disfrutar del llanto, el temor y la miseria del otro. Tortura viene del verbo en latín torquere que quiere decir retorcer, curvar. De ahí también viene la palabra tormento, compuesta por torquere y el sufijo -mentum, que significa dispositivo, es decir el instrumento para torcer.

Para que haya tortura no puede haber dos personas, tiene que haber un sujeto y un objeto; alguien que la ejerce y algo que la recibe; el otro ser, pierde su calidad de persona y se convierte en un instrumento; los tres jóvenes ya no eran personas, eran objetos, meros juguetes para satisfacer el deseo de aniquilación de los uniformados. Se habían convertido en trapos para torcer, en objetos para retorcer y los uniformados en sujetos poseídos por un deseo desmedido de placer y destrucción.

Quizás los policías consideraban que ello hacía parte de su trabajo, quizás ello haga parte de su entrenamiento, quizás ellos son los primeros objetualizados, a quienes se les ha convertido en máquinas para seguir órdenes, previamente se les ha desprovisto de su empatía y de su capacidad de sentir y, al no permitírseles sentir, al serles reprimidas sus emociones, se construye una olla a presión que por algún orificio ha de explotar y liberarse, así surge el placer por el sufrimiento del otro.

Y es que la represión no es asunto nuevo para Colombia, reprimiendo a los pueblos nativos fue instituido nuestro país, reprimiendo a minorías étnicas y sexuales se fue construyendo nuestra nación y, reprimiendo minorías políticas surgieron las guerrillas y así llegamos al siglo XXI. Nuestra historia es el trasegar de una cadena de represiones, y ha llegado el momento de la expresión y liberación de cada una de ellas.

¿Qué hemos hecho como sociedad para permitir que un grupo de militares lleguen a realizar estos hechos? Siempre hemos tenido un gobierno al cual culpar, un sistema electoral al cual responsabilizar. ¿Pero qué hemos hecho cada uno de nosotros y nosotras para permitir que estos crímenes se junten a la pila de crímenes que en los últimos días, años y décadas se han venido amontonando? La incineración de policías en un CAI, el asesinato y mutilación de manifestantes por parte de la policía, la violación como arma sexual, los secuestros, desapariciones y masacres, las extorsiones y los robos, “las vacunas” y las intimidaciones, el asesinato de cada uno y cada una de las líderes sociales, en fin, un largo etcétera que transforman esta pila en una montaña más grande que nuestras cordilleras, y que, al igual que éstas, se encuentran en el corazón de nuestro país.

Cada una de las formas de violencia han de causarnos perplejidad, pero más aún el inerte estupor ante la violencia, más aún el regocijo macabro ante la violencia y, sobre todo, cada instante de normalización de esta. Es cierto que ahora la sangre corre por nuestras ciudades, pero no olvidemos que esta ha sido la ley durante décadas en nuestra Colombia rural.

Y en medio de todo esto ¿Dónde queda el arte? Parecería ser un asunto innecesario, totalmente elitista, y sobre todo alejado de esta realidad. Pero no lo es, y las múltiples manifestaciones artísticas en medio de las protestas son prueba de ello.

¿En qué momento los artistas nos convertimos en corresponsales de guerra? Siempre lo hemos sido, hoy en día la guerra se siente en las ciudades de Colombia, pero siempre ha estado en el campo, y quizás, nunca ha salido de nuestras casas. Pero más allá de ello, los artistas siempre hemos estado en guerra.

Nuestra guerra no es sólo contra lo indecible. Hemos de apuntar nuestras herramientas, sean estas cámaras de video, pinceles, partituras, nuestro cuerpo y nuestra voz, no sólo contra lo ignominioso e inhumano, sino sobre todo, contra “lo humano”, contra las maneras en que hemos asumido, construido e instituido “lo humano”, contra aquel estatus quo y normalizador que nos hace excusarnos detrás de nuestra propia “humanidad” para someter al otro a los más infames vejámenes.

Y es que a pesar de que nuestra especie ha tenido milenios de evolución, aún no hemos sabido utilizar nuestras grandiosas capacidades y fuerzas para vivir con la diferencia, y ello nos lleva a atentar los unos contra los otros. La ausencia de empatía nos hace asumir que estamos separados, que lo que le sucede a los demás no nos afecta, olvidamos que los otros también tienen conciencia, y con ella, una existencia tan compleja y valiosa como la nuestra.

Un cliché en las academias de arte es decir que “los artistas hacemos visible lo invisible”, lo interesante de los clichés es la manera en que permiten identificarnos con algo. Creería que los artistas mostramos el doblez, hacemos visible el otro lado de las cosas, donde hay un falso consenso mostramos el disenso, y donde hay diferencia generamos puentes de encuentro. De alguna manera, los artistas mostramos lo oculto, lo que las fuerzas no permiten que salga a la luz, mantenemos el equilibrio, inherente a nuestra existencia, ahora sí utilizaré sin zozobra la palabra, humana, existencia humana.

En momentos donde la noche es fría, oscura y lluviosa, donde hay baños de sangre y represión en las calles, los artistas hemos de ser estandartes de la luz. Que el arte reavive el espíritu en la horrible noche; no como narcótico que nos haga olvidarnos de aquello que llamamos “la realidad”, sino como aliciente que nos recuerde que “la realidad” es mucho más compleja, que aún es posible calentar nuestros corazones, que hay tejidos de afecto y, que al igual que existe la violencia, también hay refugios de paz. Que más allá de situarnos como víctimas o victimarios, hay un sinfín de relaciones por crear. El arte nos recuerda que siempre hay algo por crear, que tenemos la capacidad de crear al margen del poder vertical y ello es fundamental ante un panorama represivo como el que afrontamos en Colombia.


Fuentes:

Video: https://www.youtube.com/watch?v=Yirfasy73us 

Periódico: https://www.elespectador.com/judicial/paro-nacional-tres-jovenes-detenidos-en-barranquilla-denuncian-violencia-sexual/

Adicionalmente, quisiera compartir esta crónica de Clarice Lispector sobre la muerte de Mineirinho, quien fue asesinado con trece disparos; me parece iluminadora al reflexionar sobre nuestra responsabilidad como sociedad ante hechos atroces y sobre la idea del castigo ante los delitos. En este link encuentran el texto en portugués: https://www.geledes.org.br/mineirinho-por-clarice-lispector/


Sunday 31 January 2021

Concierto para el fin y el comienzo de los tiempos

 

Imagen tomada de la página del artista: http://www.eugenioampudia.net/en/portfolio/concierto-para-el-bioceno/

A mediados del año 2020 el artista Eugenio Ampudia creó la pieza “Concierto para el Bioceno” en colaboración con la curadora Blanca de la Torre. Para esta acción, dispusieron miles de plantas dentro del Gran Teatre del Liceu en Barcelona, mientras un cuarteto de cuerda interpretaba la pieza Crisantemi de Giacomo Puccini. El resultado fue una poderosa acción que pudo ser experimentada por el público humano a través de videos y fotografías, no obstante, el efecto ambiental de la música fue experimentado por las plantas que ocupaban el teatro.

Esta acción, evocadora y al mismo tiempo apocalíptica, me recuerda a la escena de la película Titanic, donde otro cuarteto de cuerdas interpreta Nearer, my God, to thee ("Más cerca, Dios mío, de ti", himno religioso escrito por Sarah Fuller Adams) mientras el barco se hunde. Siempre me he preguntado ¿A quién le están tocando? ¿Están tocando para los cientos de víctimas que dejará la catástrofe en contados instantes? ¿O acaso están tocando para el océano y las criaturas marinas a las que pronto se unirán? ¿Es este un himno de despedida o una dulce bienvenida a lo desconocido?

Imagen tomada de https://www.youtube.com/watch?v=U41txhi2nfY

Estos dos conciertos son acciones de toma de conciencia en medio de la debacle, los últimos minutos de reflexión antes de que aparezca la muerte, pero también, el momento exacto en que, como humanidad, estamos atravesando hoy.

Los momentos antes de la catástrofe remueven el velo de las ilusiones, conocido como maya en el hinduismo, nos hacen enfrentar con lo que realmente importa, con aquello que no veíamos claramente. Muchos pasajeros del Titanic se dieron cuenta de que sus suntuosas pertenencias ya no eran relevantes, otros se dieron cuenta de que el vínculo afectivo con sus seres queridos era lo más importante, otros, en cambio, intentaron hacer todo lo posible para salvar sus propias vidas, incluso patear a otros y robar sus chalecos salvavidas. La imagen que aparece al quitar el velo es impactante pues nos revela nuestro real y verdadero yo interior ¿Qué haríamos en esas circunstancias? ¿Qué estamos haciendo bajo las actuales?

Hoy en día los países más ricos están intentando comprar la mayor cantidad de vacunas posible, se han suministrado cerca de 24 millones de dosis en Estados Unidos -24 millones es la población de muchos países-; no obstante, hay países, los más pobres, que aún no han recibido ninguna dosis, y según sus estadísticas, para completar la vacunación del 80% de su población se necesitarán al menos cinco años más que los primeros. En esos cinco años morirían miles de personas en aquellos países con menos recursos económicos y escasa representación en la política internacional.(1).

En la misma línea, algunas compañías farmacéuticas han retenido la patente de las vacunas, lo que impide que otras puedan producirlas, mientras otros países bloquean el transporte de las mismas a cambio de impuestos. Según la comunidad científica, si no existe un proceso de vacunación uniforme y justo en todo el mundo, podrían aparecer nuevas variantes del virus, lo que volvería inútiles las vacunas actuales. Ya empezamos a tocar nuestro propio réquiem.

El “Concierto para el Bioceno” apareció al inicio de la pandemia, en el justo momento en que varios Estados alrededor del mundo estaban considerando instaurar la emergencia climática y donde las personas estaban empezando a ser conscientes del enorme impacto de sus más pequeñas acciones sobre los demás. Veamos las consecuencias que tiene una sencilla acción como toser.

La pieza de Ampudia y De la Torre sitúa a las plantas como público, convirtiéndolas en sujetos, haciéndonos pensar que pueden disfrutar de un concierto, que son seres sensibles, y de la misma forma, que también pueden sentir otro tipo de emociones, como dolor. Ello nos recuerda nuestra responsabilidad como seres humanos en la catástrofe ecológica y planetaria, que es nuestra también; quizás utilizaré el plural "catástrofes", pues no solo hemos creado una emergencia ecológica y sanitaria, sino también una ética y social.

La oscuridad del teatro con sus focos de luz crea un espacio liminal entre el comienzo y el final del cataclismo, ¿Entre la vida y la muerte? ¿O entre la vida pasada y una nueva vida? Eso depende de nosotros. En la escena del Titanic ninguno de los pasajeros mira a los músicos, todos corren; sin embargo, en la acción de Ampudia y De la Torre, las plantas son el público del cuarteto de cuerdas. ¿Es este un presagio del futuro de nuestro planeta? ¿Un futuro en el que plantas y otros seres no humanos -que durante años hemos despreciado y explotado- serán los testigos de nuestra autodestrucción como especie humana? Quizás soy optimista al hablar en términos de futuro, cuando todo parece indicar que es nuestro presente. 

Imagen tomada de la página del artista: http://www.eugenioampudia.net/en/portfolio/concierto-para-el-bioceno/

Sin embargo, los humanos podemos acceder a este concierto a través de internet, hoy en día la tragedia no ocurre en el campo de batalla, sino en la pantalla y desde la comodidad de nuestros hogares. La comodidad de la catástrofe hace que el olor a alquitrán y el dolor del vecino ni se perciba.

La escenografía de esta pieza crea una separación entre “plantas” y “músicos”, la arquitectura del teatro crea una contundente diferenciación entre artistas y público, entre pasivos y activos, entre quienes emiten sonidos y quienes los escuchan. Lo cual restablece una separación que a mi parecer el término “Bioceno” pretende diluir.

Bioceno es un término sugerente. “Bio” proviene de la palabra griega bio que se refiere a la vida, sin embargo, es importante anotar que bio se refiere a la vida como “historia” o “desarrollo espiritual”, como en la palabra “bio-grafía” que no solo se refiere a la “vida orgánica”. Y -ceno proviene del término griego kainos, que significa nuevo, reciente, fresco; el tiempo o la era más reciente.

En ese sentido etimológico, Bioceno se refiere a un tiempo reciente de la historia caracterizado por el desarrollo espiritual de la vida. Entonces, la pregunta que surge aquí es ¿Qué es la vida? ¿Qué está vivo? ¿Cómo se desarrolla espiritualmente la vida? ¿Podremos finalmente reconocer de lo que nos une con otros seres en lugar de lo que nos separa? Parece que al final de los tiempos, volvemos a las preguntas primordiales y originales. Quizás, el hecho de que se instauren estas preguntas pueda hacer la diferencia, en que el cuarteto que ahora nos acompaña entone el Réquiem o el Gloria in excelsis Deu.

 

Imagen tomada de la página del artista: http://www.eugenioampudia.net/en/portfolio/concierto-para-el-bioceno/

 

1. Cf. https://www.elespectador.com/noticias/salud/no-veo-posible-lograr-la-meta-de-vacunacion-en-2021/?fbclid=IwAR1YXtd7Zbh6-XFGFjm2KWPb5akM18L6ryEQdLML1efwb15ejaNE

Sunday 18 October 2020

Trabajo y clasismo: Paradojas en las instituciones artísticas. Reflexiones de un artista y educador

Desde que entré a estudiar Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Colombia hace más de una década, me vinculé laboralmente con diversos espacios artísticos, la mayoría de estos en Bogotá. Trabajé desde el área pedagógica en museos, espacios independientes y eventos artísticos y culturales, ya fuera como mediador/educador o coordinador de dichos programas. Con todos estos me siento agradecido, me permitieron expandir mis conocimientos y allí conocí personas valiosas para mi vida personal y laboral.

Este periodo de pandemia, que se ha juntado con el privilegio de tener una beca para estudiar fuera del país, me ha hecho reflexionar en torno a mi vida laboral -me he dado cuenta de que he tenido más de diez diferentes experiencias laborales-. La distancia física y temporal me ha permitido mirar algunas de estas experiencias desde una óptica crítica y asumir sucesos que entonces fueron dolorosos, con el fin de sanar y seguir aprendiendo. 

Recintemente he compartido estas ideas con algunxs amigxs cercanxs, y para mi sorpresa, ellxs pasaron por experiencias similares a las mías -las cuales también recojo en este texto-. Lo cual, me llena de esperanza en que estas reflexiones puedan propiciar escenarios de conciencia y sanación en otras personas.

He recordado en particular a mis colegas, quienes, como yo, eran jóvenes sin mayor experiencia laboral, en su mayoría provenientes de universidades públicas, de bajos recursos y/o con ganas de desarrollar una vida profesional. 

Esta condición de vulnerabilidad -e ingenuidad- establece una ausencia de experiencias previas en las cuales se hayan configurado límites laborales. Si a ello se le suma la ansiedad juvenil por iniciar una carrera profesional, esto genera un caldo de cultivo perfecto para que varias situaciones poco adecuadas puedan darse.

Ya habrá quien diga que en la vida se aprende “a los golpes” o a “los trancazos”, pero me niego a creer que es la única manera en que podemos vincularnos al campo laboral en esta sociedad. Pero hay más tela por cortar en este tema, el cual vinculo directamente con un asunto de clase.

Para ser más concreto, quisiera mencionar algunos de los sucesos por los cuales mis colegas y yo pasamos. Los he organizado por temas, especificados en la Ley 1010 del 2006, conocida como ley de acoso laboral en Colombia, me permito citar aspectos de esta para mayor claridad.

 

1. Maltrato laboral: “Todo comportamiento tendiente a menoscabar la autoestima y la dignidad de quien participe en una relación de trabajo de tipo laboral.”

  • Dinámicas de castigo. Ante haber cometido una supuesta falta, mi jefe me mandó a realizar labores de aseo, sin importar que mi cargo era en el campo educativo.
  • Manipulación. Escuchar expresiones como “Aquí nadie es indispensable”, “Todos tienen la puerta abierta y pueden irse cuando quieran”.
  • No tener en cuenta las ideas del otrx. Presunción de que un trabajo en el campo artístico es un asunto de obedecer y no de pensar, evitando que el otrx se exprese y desarrolle sus capacidades intelectuales y creativas. 

2. Persecución laboral: “Conducta cuyas características de reiteración o evidente arbitrariedad permitan inferir el propósito de inducir la renuncia del empleado o trabajador, mediante la descalificación, la carga excesiva de trabajo y cambios permanentes de horario que puedan producir desmotivación laboral”.       

3. Discriminación laboral:  “Todo trato diferenciado por razones de raza, género, origen familiar o nacional, credo religioso, preferencia política o situación social o que carezca de toda razonabilidad desde el punto de vista laboral.”       

4. Inequidad laboral: “Asignación de funciones a menosprecio del trabajador”.       

  • Exigencia de metas irrealizables para el personal disponible. Tener que trabajar hasta altas horas de la noche con la justificación de que “las cosas tienen que hacerse”, “tienen que estar listas para la convocatoria”, etc.
  • Sueldos no proporcionales con la cantidad de horas laboradas.
  • Llamados al personal de aseo (en su mayoría mujeres cabezas de familia o de avanzada edad) para trabajar dos o tres horas fuera de sus jornadas regulares, sin tener en cuenta que, para llegar al sitio de trabajo, debían de desplazarse desde zonas periféricas de la ciudad, o desde fuera de esta, pasando de cuatro a cinco horas diarias en el transporte público.

5. Desprotección laboral: “Toda conducta tendiente a poner en riesgo la integridad y la seguridad del trabajador mediante órdenes o asignación de funciones sin el cumplimiento de los requisitos mínimos de protección y seguridad para el trabajador”.

  • Ausencia de un contrato escrito, con la excusa de que “lo verbal también constituye un contrato”, lo cual daba cabida para que se asumieran jornadas laborales mucho más extensas y responsabilidades que inicialmente no se habían acordado.
  • Imposición de un horario laboral a pesar de tener un contrato de prestación de servicios o, sin haber firmado un contrato físico.
  •  Pasantes universitarios, que por regulación del Ministerio de Trabajo deben de estar adheridos al sistema de seguridad social, al menos con ARL, sin estarlo. Muchos de ellos teniendo que cumplir un horario, sin recibir al menos un auxilio alimenticio o de transporte.

 

Al estar bajo algunas de estas situaciones, sentía que para mí y para mis colegas, renunciar no era una opción, tanto por nuestras necesidades socioeconómicas particulares, como por la ausencia de una oferta laboral fuerte en la ciudad; lo cual, generaba una presión adicional.

Me he dado cuenta de que un tema central en algunas de estas experiencias ha sido el clasismo. Asunto del cual sólo pude darme cuenta de su intensidad y profundidad durante estos momentos de reflexión y al salir de Colombia, pues lamentablemente, en nuestro país se ha normalizado e integrado tanto en términos culturales y sociales, que a veces pareciera transparente e irreconocible.

Cuando hablo de clasismo, me refiero a una discriminación, separación o segregación por diferencias de clase. Puede ir desde no contestar un saludo, la exclusión de una persona de una conversación o un almuerzo, o incluso, llegar a acarrear jornadas laborales más extensas e intensas, con menos remuneración y recibiendo malos tratos, como los anteriormente descritos.

Mi hipótesis es que, en el campo artístico y cultural, al moverse altos flujos de capital (económico, social y simbólico), las brechas sociales son aún mayores y, lamentablemente en varios países, particularmente de Latinoamérica, ello acarrea situaciones de discriminación. La cual, además de pasar desapercibida, perpetua relaciones de poder, escalas sociales y abre la puerta para que todo tipo de relaciones abusivas puedan generarse.

Hago énfasis en las instituciones pequeñas -espacios independientes-, en las que, al no haber escenarios de agrupación sindical o áreas de recursos humanos, sus trabajadores habitan un mayor estado de vulnerabilidad.

El privilegio de clase en el campo laboral, si no se asume desde la empatía, puede manifestarse en la ausencia de comprensión de las realidades socioeconómicas de las otras personas. El asumir que el otrx tiene mis mismas posibilidades de acceder al transporte, la alimentación, etc. Me pregunto: ¿Hasta qué punto conocemos las realidades de las personas que trabajan diariamente con nosotrxs?

En otros escenarios, el privilegio se puede manifestar al asumir que el estatus económico o el capital social son suficientes para generar criterios y directrices, generando escenarios arbitrarios, autoritarios y verticales, donde estas cualidades pasan por encima de los argumentos y desconocen las capacidades intelectuales de lxs trabajadores, y particularmente, el conocimiento que estxs han aprendido y recogido en el trabajo diario en la institución. Por lo tanto, desconociendo los procesos y las dinámicas de base de la misma institución.

De esta manera, si no hay una conciencia del otrx que parta de asumir los privilegios propios, se seguirán reproduciendo atmósferas dañinas, las cuales son incubadoras de heridas emocionales, psicológicas y traumas laborales. Lo que yo denominaría: escenarios de enfermedad. No obstante, si bien estas conductas se ven acrecentadas por temas de clase, no afecta únicamente a las personas de menos privilegios, lamentablemente hemos normalizado una cultura del abuso en el entorno laboral.

Por lo tanto, cuando en los últimos meses se habla de “volver a la normalidad”, me pregunto: ¿A qué normalidad se refieren? ¿Y desde qué óptica se establece “lo normal”?, pues el sistema de opresiones que estoy describiendo no permite que “la normalidad” añorada por algunxs, sea saludable para todxs. ¿Percibimos el impacto de nuestros comportamientos en la salud de los trabajadores?

Me estoy refiriendo específicamente a instituciones artísticas y culturales, donde diariamente se tratan temas como “derechos culturales”, “inclusión”, “radicalidad”, “ecología”, “horizontalidad”, “colectividad” y “empatía”. Hago un llamado a la coherencia para que estos conceptos pasen de conversatorios y textos (curatoriales) a integrarse en el accionar diario de las instituciones. Basta de hipocresía. Es hora de que lxs artistas pensemos con mayor detenimiento qué mecanismos, prácticas y dispositivos estamos apoyando con nuestras obras.

Considero que en este momento histórico las instituciones no pueden permitirse hacer las cosas como las venían haciendo antes. Ya no es posible normalizar el abuso, el acoso y el maltrato; por ello confío en su capacidad de transformación y mejoramiento. Entendiendo que en este momento hemos de mirar adelante como pueblo humano.

En esa medida, está en nuestras manos como artistas y agentes del campo artístico y cultural ser conscientes de las prácticas que diariamente llevamos a cabo. Creo que una de las grandes enseñanzas de la pandemia ha sido la empatía y el afecto, lo importancia del cuidado y el asumir que necesitamos del otrx, de la armonía con el/la otrx para sobrevivir.

Como artista y educador, creo en la capacidad de aprendizaje, transformación y por lo tanto de sanación de las personas, por ello no me adhiero a la cultura de la cancelación, razón por la cual evité poner nombres de personas o instituciones en este texto. Confío en que es posible que cada quien realice un examen de conciencia respecto a los temas que previamente he señalado, creo que solo así se podrán llevar a cabo las transformaciones necesarias para realmente reverdecer el ecosistema social, haciendo que la “normalidad”, no genere alegrías en unxs y, discriminaciones y malos tratos en otrxs.

He de reiterar que este no es un asunto que atañe exclusivamente a las instituciones y personas que trabajan en ellas, sino a todxs como sociedad ¿En qué momento he tenido actitudes clasistas o he sentido discriminación de este tipo?


. . . . .


Tips para un trabajador(a) en una institución artística o cultural


  • No trabajes si no hay un contrato escrito de por medio.          
  • Pide que te especifiquen cada una de tus funciones y no asumas funciones adicionales si no vienen acompañadas de un incremento salarial.          
  • No tienes por qué cargar con la situación financiera de la institución.          
  • Ningún trabajo es más importante que tu bienestar. Tú eres tu prioridad #1. Renunciar es siempre una opción.          
  • Siempre pregúntate: ¿Cuáles son mis límites? ¿Cuál es mi límite para hablar con un superior? ¿Para dejar el trabajo? ¿Para denunciar?          
  • Conversa con tus amigxs y familiares, escucha, analiza y agradece sus consejos.          
  • Tu integridad, salud y justo reconocimiento (económico, intelectual, simbólico, etc.) es fundamental, no aceptes tratos que vayan en contravía de esto. Ten cuidado con aquellas instituciones y personas "prestigiosas" que proponen remunerarte con "prestigio".         
  • Mantén claros tus límites personales, no permitas situaciones de irrespeto, malos tratos o humillación. No permitas chantajes o manipulaciones emocionales.          
  • Busca otros escenarios y formas de tener otros ingresos económicos. Júntate con amigxs y colegas, imaginen alternativas viables y creativas. El ámbito laboral también puede ser un escenario “creativo, creador y transformador” (como dice una amiga), ¡Hazlo posible!          
  • Sé solidario, sé un apoyo para tus colegas. Reflexiona sobre tu accionar, en qué momento estas reproduciendo y naturalizando situaciones de abuso, injusticia y clasismo. Si has tenido este tipo de actitudes, lo importante es reconocerlas, reflexionar por qué se generaron y cambiar.
  • Nadie es un monstruo, ni es completamente “bueno”, ni “malo”. Reconoce el punto de vista de lxs demás, entendiendo que cada uno percibe la realidad de manera diferente, que solo al compartir y conversar, podemos aprender el uno del otro.



Sunday 8 March 2020

Open letter to the RCA´s Vice-chancellor and RCA´s community

Kensington campus


During the last few weeks, we have experienced a national strike in the UK organised by the academic staff of the universities. Many students have shown their support because they sympathise with the cause and also because we are directly affected by the underlying issues, many of which are local to the RCA.

As an artist and student, I feel thankful that I am studying at the RCA. It is a big responsibility to belong to this institution with such an interesting and avant-garde history and which for decades has been a place for experimental processes and life-changing experiences.

However, I feel that in the last few years the institution has changed its course, now is focused on showing that it is ranked as the “#1 Art & Design School in the world”.  This branding strategy encourages people to enrol, and therefore allows the college to increase its budget, nevertheless, it has created huge pressure on the tutors and unrealistic expectation on the students. 

The increasing student numbers and increasing tuition fees without investing in the staff and the facilities is annihilating the sense of community, among other issues. Unfortunately, this model only thrives based on the exploitation of the tutors and staff and the economic indebtedness of the students.

These shifts are also happening at other institutions, which from my point of view, is creating a growing social, ethical and cultural crisis.  All this reminds us that the art world, and particularly the art schools, are not isolated islands, and are affected by the current political, economic and ecological crisis.

I believe that the academy is the place for reflection, developing critical thinking and creative approaches, and in some cases, it needs to be the place for resistance as well.  What is an art school? And what kind of art school we want?  These always should be open questions, that demands a wide-open discussion and shouldn’t be answered by external agendas.

This context makes me ask if the wellbeing of the community and the academic quality are still a priority of this school.  Unfortunately, I think that those concerns might not be compatible with the current model of education as service, school as business and students as customers.

The world is changing in multiple ways, and if the RCA doesn’t realize these changes, the institution will decay like many other institutions which are in this process.  I believe that it is still possible to change the path, that a more horizontal way of directing the school still could be implemented, one which the whole community (tutors, students and staff) could trace the way of the institution[i], one which the arts would be at the core.

I am sure that this current crisis is the best opportunity for rethinking in a structural way the model of education that the RCA is creating, and the possibility of imagining and building more desirable and healthy futures. 

Best regards,


Snyder Moreno Martín
MA Sculpture



[i] According to the Annual Report 2018-2019 of the RCA, “Income from tuition fees grew 18% to £41.3m (2017/18: £34.9m), representing 70% of the College’s core income compared to just over 50% in 2014/15”, which makes me think, why not to consider the needs of the students when investing the money that they are paying. 




White City campus


Battersea campus


Saturday 25 May 2019

El alumbramiento del fuego. La caída del sistema del arte



El arte seguirá siendo una necesidad humana que exista hasta el último de los días, pero su actual sistema social, reproduce y representa estándares que van en contravía de las posibilidades de un desarrollo sostenible a escala global, y por ello está condenado a desaparecer.




El arte como espacio de resistencia, de expresión, de sublimación, de reflexión y crítica, de resignificación, de imaginación y de pausa, el arte como creación existe y seguirá existiendo. Sin embargo, el sistema que hemos construido para darle cabida en la sociedad, el sistema del arte, ha llegado a tal punto de sofisticación y c-rudeza, en el que pareciera que poco o nada importa la creación artística.

El sistema no se genera espontáneamente, se (re)produce en las actuaciones de las personas que lo conforman. De hecho, demanda grandes esfuerzos de sus integrantes, tantos que, ni ellos mismo pueden soportar el agobiante y poco saludable ritmo que se les demanda.

Este es un sistema que estimula y celebra la ambición y el pasar por encima de los demás. A todxs se les pide escalar en medio de un ritmo frenético. Se les pide construir una carrera, a las carreras, sin importar el escenario de precarización y los tratos injustos.

Un sistema donde hay una distancia abismal entre teoría y práctica, donde el feminismo, la pedagogía y la comunidad, la ecología y la alteridad (entre otros) son temas de discusión, pero no prácticas realmente integradas en el accionar de las personas. No, no es suficiente con hablar de las desigualdades, hay que pasar el discurso por el cuerpo y hacerlo constitutivo de nuestra experiencia vital.

Se habla de colectividades y resiliencia en la sala de exposición, pero hay recelo y desigualdad en la sala de juntas. Se produce una estructura jerárquica de ansiedades compartidas.

Es un campo lleno de contradicciones. El problema no es tener contradicciones, sino ser conscientes de ellas, aparentar que no las hay y no hacer nada para modificarlas.

Un sistema de estas características está condenado a desaparecer. Porque ya no es factible ante la situación que el mundo atraviesa, donde los problemas ambientales, los conflictos bélicos y la ausencia de raíces y valores le han puesto una fecha límite a la sobrevivencia humana en el planeta.

El sistema desaparecerá porque es inviable a largo plazo. El sistema del arte está basado en un modelo de acumulación de capital (económico/simbólico), donde hay una gran mayoría de oprimidos que trabajan para unos pocos, donde se genera infelicidad e inestabilidad para unos, e infelicidad e inestabilidad para otros, aunque se aparente lo contrario.

Necesitamos más arte -como espacio de creación y ruptura- en este mundo, pero estas condiciones realmente no lo posibilitan. No obstante, este sistema está formado por personas, y muchas de ellas llegaron allí por intereses genuinos, por una pasión y por una intención de querer construir algo.

Es necesario despertar. Mirar más allá de las necesidades y del camino que nos han trazado y preguntarnos ¿Realmente quiero esto? ¿Realmente lo quiero de esta manera? ¿En serio me genera felicidad?

Debemos ser conscientes de qué tipo de relaciones estamos reproduciendo con nuestra actuación y no gastar tiempo de nuestra vida reforzando aquello que nos ata y enferma.

Parafraseando a Freire: Ser artista y no ser reflexivo con el sistema que se reproduce, más que una ausencia de valor, es un acto de complicidad.

Necesitamos más espacios de sanación, más cuidado en las prácticas. Es necesario asumir nuevas maneras de actuar/trabajar, maneras que estén en sintonía con las demás esferas de la realidad, donde se articule una dimensión ecológica, una adecuada calidad de vida, donde podamos cuidar de nuestras enfermedades, donde tengamos tiempo para nuestra familia y amigxs, etc. Espacios de empatía y solidaridad que permitan un bienestar real y que estén abiertos a otras maneras de conocer, a ritmos más lentos y distancias menos desgastantes.

Hemos de crear las relaciones que nos hagan avanzar vitalmente, las que incluyan nuestras singularidades/diversidades/sensibilidades. Hay personas que ya lo están haciendo, que ya han tumbado la torre y están sembrando otros espacios de supervivencia a sus alrededores.


Si realmente no te sientes bien haciéndolo, no lo hagas. No tienes ninguna obligación de seguir los caminos que otros han recorrido. Toda experiencia vital es única y cada camino es diferente.