Tuesday 23 August 2022

¿Por qué no trabajo sin recibir honorarios?



Hace más o menos una década me gradué de Artes Plásticas, durante este tiempo me he encontrado tanto con trabajos justos, equitativos y en donde se han reconocido amorosamente mis aportes y experiencia; así como con trabajos y ofertas laborales que han sido todo lo contrario. El objetivo de este texto es reflexionar sobre por qué se ha normalizado el no pagar honorarios a lxs artistas y sobre qué es aquello que se considera como el trabajo de un artista. Mi mayor interés es poder compartir mi experiencia con otras personas para que tengamos herramientas sobre cómo asumir este tipo de situaciones.


Recuerdo algunas propuestas en donde se ha pretendido que trabaje sin recibir remuneración económica, o incluso que yo incurra en gastos:


-Una vez fui invitado a una exposición donde se pretendía que realizara una obra en grandes dimensiones sin ofrecerme un estipendio para materiales, mucho menos honorarios

-En otra ocasión, fui invitado a una residencia financiada por una importante organización europea donde se pretendía que realizara proyectos comunitarios y educativos durante más de un mes sin recibir honorarios.

-Hace años fui invitado a “nutrirme” de los conocimientos de otras personas en seminarios de largo aliento a cambio de mi trabajo como mediador sin siquiera recibir un subsidio de transporte, mucho menos un salario por mi trabajo.

-También recuerdo una ocasión de dificultad económica en la que contacté a una universidad y me ofrecieron dictar una charla, requerían que realizara una presentación en PDF y que participara en un panel, cuando pregunté por mis honorarios me respondieron: “los artistas que hemos invitado no han pedido honorarios” etc.


Estas propuestas esconden estrategias extractivistas, injustas y de precarización laboral, detrás de buenas intenciones, sofisticados textos curatoriales y comunicados de prensa que utilizan palabras como: cuidado, empatía, justicia histórica, resistencia cultural, decolonialidad, democacia, decentralización, apoyo a los artistas, etc. Lamentablemente aún existe una larga brecha entre la teoría y la práctica, entre el discurso que se vende y la acción que se ejecuta, esto muestra la importancia de no sólo mantener un discurso crítico, sino ser auto-reflexivos con las acciones que ejecutamos.


Recuerdo una vez en que me invitaron a intervenir unos objetos para una exposición, la excusa para no darme honorarios era que la persona que estaba organizando el proyecto y que me invitaba tampoco los estaba recibiendo, no obstante, sí había dinero para imprimir el plotter, pagarle al diseñador, etc. ¿Por qué se piensa que es necesario gestionar dineros para imprimir un plotter pero no para pagarle a un artista? 


En otra ocasión, me invitaron a una residencia donde había dinero para producción, para pagar transportes, alimentación, para los honorarios de un grupo de artesanxs (que me parece necesario y justo), pero no para mí como artista ¿Por qué se asume el quehacer del artista como algo gratuito? Sin mencionar cuando una vez me invitaron a ser asistente de una artista por unas semanas al otro lado del mundo y me decían que “la experiencia” pagaba mi trabajo.


Por todos los ejemplos que he expuesto anteriormente, veo necesario explicar ¿Por qué no trabajo sin honorarios?

Si me invitan a un proyecto en el cual no recibiré honorarios, significa que como mínimo habría de seguir asumiendo gastos obligatorios como el arriendo de mi apartamento y el pago de los servicios públicos, transporte y alimentación, además de cotizar salud y pensión; sin mencionar del arriendo del taller/estudio que tendré que seguir pagando. Al menos $2.000.000 tendría que gastar, dinero que podría estar consiguiendo durante el tiempo que estaría trabajando en el proyecto que me proponen, pero que no podría hacerlo, pues dicho proyecto ocuparía mi tiempo. Si me invitan a un proyecto de una semana sin honorarios: es una semana sin poder trabajar para pagar estos gastos; si me invitan a un proyecto de un mes sin recibir honorarios: no tendría cómo cubrirlos y lo cierto es que ni Colpensiones, ni mi arrendador, ni la empresa de energía me van a recibir “buenas intenciones” como forma de pago.


Las buenas intenciones con las que se plantea un proyecto, así se quiera “visibilizar”, “salvar”, “rescatar” cualquier tipo de comunidad o práctica históricamente excluida no pagan los gastos básicos de un(a) artista; y como artistas y trabajadorxs culturales no tenemos por qué cargar con la falta de planeación de los eventos ¿Por qué como artista habríamos de cargar con la falta de gestión de un evento?


Sé que no estamos acostumbradxs a hablar del arte en estos términos, pues lo consideramos cercano a lo sublime e inefable, pero es justo este silencio el que ha logrado consolidar sistemas de exclusión, injusticias y enfermedades.


La pregunta que surge es: ¿Qué es el trabajo de un(a) artista? ¿Qué se considera parte del trabajo de un(a) artista? Para mí, es cualquier actividad que requiera de su quehacer y de su tiempo, especialmente si se utiliza simbólicamente su calidad como artista; es decir, si te va a tomar tiempo, vas a utilizar tus conocimientos y/o van a publicitar que eres un artista: es trabajo.


No obstante, me pregunto ¿Por qué hay artistas que aceptan este tipo de propuestas? ‌Más allá de que muchxs puedan dejarse deslumbrar por el prestigio y la remuneración simbólica, puedo identificar algunas características en quienes aceptan este tipo de proyectos: suelen ser artistas que tienen un respaldo económico (familias, herencias, galerías etc.), ó jóvenes con poca experiencia laboral, personas que viven con sus madres y/o padres y que no han de preocuparse por pagar un alquiler, artistas que no tenemos una familia que sostener económicamente etc. En resumidas cuentas, personas que ostentan algún tipo de privilegio o que presentan una condición de vulnerabilidad. La explotación y la injusticia se codean con el privilegio y se aprovechan de la vulnerabilidad.


No se trata de dejar de ser generosxs, sino de aprender a valorar el trabajo propio, poner límites y ser empáticxs con las necesidades económicas de lxs demás; una de las grandes dificultades es reconocer los propios privilegios y reconocer y valorar el trabajo de cada persona, siendo solidarios con quienes no tienen las mismas posibilidades.


Como toda regla tiene una excepción, yo tengo mis propias excepciones. Por ejemplo, hace poco una amiga me invitó a participar de un taller donde ella no estaba recibiendo dinero y no me podía pagar honorarios, pero reconoció la situación, la importancia de mi trabajo y a cambio me ofreció una caja de té que ella prepara, el hecho del valorar mi quehacer y el pensar en una retribución por ello, fue suficiente para mí y acepté; actitud muy diferente a la de quien te pide tu trabajo y ni siquiera menciona una retribución por el mismo. Con el tiempo, he aprendido la importancia de no estar cerrado ante las propuestas, así no parezcan favorables, he aprendido a estar receptivo, escuchar a la otra persona, y si es posible, negociar las condiciones.


Mi medida es: Si la institución o el proyecto puede pagar por mis honorarios pero no los tiene en cuenta por descuido o por asumir que me están pagando de manera simbólica o con prestigio: Digo no. Pero si hay un reconocimiento y una valoración de mi trabajo, así no sea económica -puede ser un intercambio- y si hay empatía al ponerse en mi lugar, lo pienso dos veces y muy posiblemente acepte. Pero esta medida ha de encontrarla cada quien en la construcción de sus límites laborales y personales. Mi prioridad es valorar mi trabajo, pues me estoy valorando a mí mismo. No se trata de negociar un valor económico, sino de un acto de valoración, cuidado y amor propio.



Conclusión:


Si usted está pensando en invitar a un artista a hacer un dibujo, una intervención, dar una charla, lo que sea, y no tiene dinero: Reconozca que va a hacer un trabajo y que merece una remuneración por ello.

Si no tuvo en cuenta la remuneración: Gestiónela.

Si no tiene dinero: reconozca que no lo tiene, valore su trabajo y propóngale un intercambio justo.


Sé que muchas personas no consideran este tipo de preguntas y repiten los modelos sin mayor reflexión, por eso es importante seguir alzando la voz sobre estos asuntos. Nadie es ajeno o ajena a este tipo de dinámicas extractivistas e injustas, por lo tanto, si en algún momento yo lo llegase a hacer de manera inconsciente, por favor háganmelo saber para cambiar.


En resumidas cuentas: Valoro mi trabajo, reconozco mi experiencia y por ello no trabajo sin recibir honorarios.

Tuesday 26 July 2022

Mensaje a Elena Villamil. Sobre mi compost.


Este mensaje se lo envié en el marco de una conversación personal a Elena Villamil, directora y madre de un hermoso proceso de resistencia y salvaguarda del conocimiento agroecológico llamado Huerta Santaelena en Bogotá; por sugerencia de ella, lo comparto públicamente. 


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Doña Elena,


Buenos días, muchas gracias por su mensaje,

Quise tomarme el tiempo para responderle con calma,


Comencé a compostar hace dos años cuando vivía en una casa, era agradable porque podía compostar en el jardín, revolver los residuos a diario con un rastrillo y luego echarle el abono a mis plantas y a un árbol que tenía.

Sin embargo, hace un año me trasteé a un apartamento pequeño, de una sola habitación y sala/comedor; pensé que no podría compostar aquí, hasta que asistí a una charla en su huerta y me hizo pensar que sí era posible. El proceso lo he sentido bien diferente, pues ahora vivo sólo y estoy compostando mis residuos orgánicos en un balde, está justo entre mi mesa de comedor y la nevera, se ha vuelto una presencia en mi apartamento; inicialmente me aterraba sentirlo tan cerca de mí todos los días, pues pensaba que era algo que se estaba muriendo, descomponiéndose, y cada vez que lo abría olía muy mal, pero con el tiempo empecé a verlo diferente.


Durante estos meses, al convivir con una presencia que está en descomposición, he pensado mucho en la muerte y su potencial de dar vida, he sentido que todo es cíclico, por ejemplo, me ha asombrado que cuando les doy tierra abonada con este compost a mis plantas, y aunque huela muy fuerte, a ellas les gusta y se ponen felices, más bonitas y saludables. Recuerdo que un guru de la india, Sadhguru, dice que el suelo tiene la capacidad de convertir la muerte en vida ¡Y es maravilloso poder ver ese proceso!. Esto me ha hecho pensar en que el suelo no es el único que tiene ésta posibilidad, nosotrxs como seres humanos también, podemos hacer que del dolor y la muerte salgan nuevas ideas y creaciones.


También he reconsiderado algunas ideas sobre la muerte, pues se suele asociar a un proceso frío y estático, pero de hecho, ver la descomposición de mi compost me ha hecho percibir otra cosa, es un proceso dinámico e intenso de transformación, por ejemplo libera calor y salen burbujas como si estuviera hirviendo. También he visto y sentido que el proceso de compostaje hace que todo vuelva a lo básico, sin importar si era una manzana, un pepino, hojas de los árboles, un estropajo, mi cabello o una bolsa de té, al final todo se reduce a lo mismo: a una pasta oscura de la que sale un liquido de olor fuerte. Me ha hecho experimentar y sentir que la materialidad de todo lo vivo, lo orgánico, es la misma.


Tengo en otro balde más pequeño tierra mezclada con mi compost y ha sido hermoso ver cómo algunas plantas han nacido espontáneamente, yo las he trasplantado y de hecho una de ellas está grande y al parecer le está saliendo frutos. También ha sido bonito ver cómo mi familia se ha vinculado en este proceso: mi mamá, por ejemplo no es una persona muy cercana a la agricultura, pero se ha encargado de cariñosamente conseguirme hojas secas para controlar los niveles de humedad del compost, y cada tanto me pregunta si necesito más. Mi padre, por su parte, nació en el campo, desde pequeño ha trabajado la tierra y me ha dado consejos de cómo cuidar mis plantas.


Aún tengo problemas logísticos, como le comentaba, no tengo un lugar donde mezclar este compost con un poco de tierra, darle el suficiente aire y convertirlo en tierra abonada, pero seguiré haciendo el proceso con mi balde, pues siento que, al final es un proceso que trata de hacerse responsable de uno mismo.


Por último, le envío unas fotos de mi balde de compost.

 



Y esta es la planta que nació espontáneamente en la tierra abonada ¿sabe de qué es?


 

Muchas gracias por leerme.

Abrazos y tenga un lindo día.

😊💚🌱 ✨


 

Wednesday 15 June 2022

Cartas a Cecilia

Este texto recoge cuatro cartas o mensajes que surgen a raíz de la exposicón Veroír El fracaso iluminado de la artista Cecilia Vicuña en el Museo de Arte Miguel Urrutia del Banco de la República en Bogotá, curada por Miguel A. López. 

Los textos surgen tras una serie de visitas a la exposición, en donde sin premeditarlo, entretejo experiencias personales y problemáticas sociales con las obras de Vicuña. 


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18 de febrero 2022


Estimada Cecilia,


Primero, quiero agradecerle por estar exhibiendo su trabajo en Bogotá. No sé si maneja sus redes sociales o no, si leerá este mensaje o no, pero le escribo porque me nacen las palabras y quiero hacerlo.

Le escribo desde la cima de Monserrate; hoy en la mañana, mientras subía, pensaba en aquella imagen suya donde con un hilito rojo tejía los árboles, con las calles y los afectos de esta ciudad; y sentía que con su actual exposición, su presencia ha vuelto a habitar estas tierras; hoy imaginaba que a lo mejor, la encontraría entre estos caminos de árboles tejiendo con pequeños hilitos rojos, sentada en algún rinconcito entre un Borrachero y un par de Eucaliptos.

La inauguración de anoche fue especial, no sólo se encontraba su trabajo engalanado por los cielos y los cerros de Bogotá, sino por una potente luna llena, que justo se asomaba por el Apu desde el cual le escribo ahora. Para sorpresa mía, a la salida del museo había un hombre de cabello largo tocando una quena y al parecer unas maracas ¡Era música de los Andes! Era música conjurada por Cecilia y su exposición, viento(Paracas)/música que ha anudado el águila, el quetzal y el cóndor, y que ahora, potentemente suena en Bogotá y resuena en nuestros corazones, al menos fuerte y cariñosamente en el mío.

Muchas gracias Cecilia,


Mis mejores deseos,


Snyder Moreno Martín


Pd. Espero leer pronto su libro Cruz del Sur, lamentablemente es de difícil acceso y un tanto costoso aquí.

Un afectuoso saludo.


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26 02 2022


Estimada Cecilia,


Lamento mucho no haber recibido respuesta a mi mensaje, intuyo que no revisa las comunicaciones en sus redes sociales, o quizás prefiere no interactuar por ese medio, la entiendo. Aún así, quiero escribirle nuevamente, haciendo honor a mi palabra de permitir que la palabra surja cuenda ella lo desee. La ausencia de su respuesta, en vez de desestimularme, hace que mi escritura no tenga que estar encajonada en el tono de una correspondencia a alguien que no conozco -pues quizás nunca lea estas palabras-, y a raíz de ello, me permitiré ciertas licencias y quizás el tono se vuelva más personal.

Cecilia, le cuento que ayer visité por tercera vez su exposición, pero antes de hablarle de esta experiencia, permítame hablarle de mi segunda visita, pues fue una visita iluminadora, como todas hasta el momento.

Quise ir exclusivamente a ver el video ¿Qué es la poesía?, y fue muy bonito ver que en uno de sus primeros fotogramas aparece el cerro de Monserrate, justo el lugar desde el cual le escribía mi primera misiva, sentí que de alguna manera tejíamos entre mi presencia y su ausencia, entre su presencia y mi movimiento en la sala, entre las calles y los cerros. Deambulé un rato por la exposición, volví a ver el video y se me vino a la mente aquel verso hermosamente cantado por Mercedes Sosa: “Uno vuelve siempre a los viejos sitios en que amó la vida” Y pensaba en la tristeza que habrían 

sentido sus obras al dejar Bogotá hace algunos años, la extrañeza que habrían experimentado al hallarse nuevamente en la ciudad,  y la alegría de volver al lugar donde amaron la vida.

Ayer fui de nuevo con una amiga a quien quiero mucho, estudió literatura, es educadora popular y ahora hace un doctorado en filosofía, sin embargo le aburren los museos de arte, para convencerla de que se permitiera ir a su exposición le dije: “¡Vamos! Cecilia es una artista fabulosa, para mí es como la Violeta Parra de las artes visuales”, así la convencí. Y en esta tercera visita, en vez de caminar por su obra, su obra me hizo caminar por mí, o quizás, ella caminó sobre mí. Pues era imposible no reconocer mis propios ideales, obsesiones y pasiones en ella; y caminaba por entre sus obras como si fuera llevado por aquel hilito rojo del Niño del Plomo, y el tiempo ya no era más unidireccional sino, múltiple y posible.

Regresé hace unos pocos meses a Colombia luego de estudiar una maestría en el Royal College of Arts gracias a un estímulo del Banco de la República. Londres fue un tiempo retador en mi vida, pues además de afrontar gran parte de la pandemia allí, estuve hospitalizado y tuvieron que realizarme un procedimiento quirúrgico, lo afronté sin mi familia de sangre cerca a mí, y ello fue importante y formador, crecí y me fortalecí bastante.

También fue un momento en el que varias ilusiones se desvanecieron, pues no pude acceder a los talleres de mi universidad y tuve que salir de Londres al inicio de la pandemia, pues no podía pagar el arriendo en la ciudad, ya que me había quedado sin entradas económicas extra. El Royal College, como institución, fue una experiencia elitista y permeada por las políticas neoliberales y el academicismo; no obstante, fue un momento fundamental para mí como artista, pues me permití confrontar mi trabajo con otras narrativas; además resalto el componente humano de la universidad, fue sobrecogedor, allí conocí a mi mejor amigo, quien luego me llevaría ropa limpia y comida al hospital.

Por eso, el ver el registro del Festival de las Artes por la Democracia en Chile que hicieron en 1974, justo en el mismo edificio donde yo tenía mi taller antes de la pandemia, me hizo volver a deambular por los pasillos de Kensington, y encontrarme con la fuerza contestaria de sus obras haciendo rugir aquella escuela, y de esta manera, sentía que mi imagen del RCA se sanaba, pues ahora, allí latía la esperanza y el inconformismo ante el estatus quo; creo que aún hoy late, por más que las recientes administraciones intenten acabar con la fuerza creativa y revolucionaria de esta institución. A modo de anécdota, le cuento que justo después de salir del hospital y justo antes del inicio de la pandemia, mis tutores entraron en huelga, yo, en medio de mi convalecencia, fui a acompañar las movilizaciones e incluso le escribí una carta pública al Vice-Chancellor, que por supuesto no respondió. Aún late.

En medio de aquellas fechas convulsas, sabrá que hubo un gran estallido de indignación social en Colombia, yo lo observaba desde la pantalla de mi computador, sentía temor por lo que pudiera pasarle a mi familia, sentía impotencia de no poder viajar y no tener recursos para hacerlo y tenía esperanza profunda de que la sociedad colombiana estuviera despertando; sólo contaba con manifestarme ante la embajada, en redes, con mis compañerxs en la universidad y en mi obra. Así, también me sentí tejido a usted, a la joven que con nostalgía y rebeldía sentía a Chile desde los jardines del Hyde Park.


Gracias,


Christian Snyder Moreno Martín


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26 de Mayo


Estimada Cecilia,


Le cuento que desde la última vez que le escribí he venido aproximadamente otras dos veces a su exposición, en una de ellas su trabajo me produjo tal deseo de crear que tuve que salir corriendo a mi apartamento-taller y ponerme a trabajar; la segunda vez vine con una amiga, y me sentí tan contento que empecé a hablarle sobre algunas obras y de su contexto, le hablé de la anécdota del “secuestro de Cortazar”, de la dictadura, las manifestaciones en Londres, el estallido social etc; cuidando de no dar demasiados detalles para que ella pudiera encontrarse por sí misma con sus obras.

Hoy he venido nuevamente a ver su exposición, está vez con el objetivo de darle un cierre a mis palabras.

Llegué a primera hora, justo a la hora en que a las afueras del Museo hay filas de estudiantes de colegio y turistas organizando su día. Le confieso que me enojé un poco el ver que los televisores estaban apagados, pero luego, al caminar por la sala sentí que el ambiente era perfecto para ver Los Precarios, sentía que sin el sonido de los vídeos me era posible escuchar a cada uno de ellos, formaban un coro sutil, casi imperceptible, me tenía que acercar suavemente ante cada uno, y eso que eran aproximadamente setenta de ellos, allí pude imaginar de dónde sacó cada una de estas 'basuritas', como usted las llama, y escudriñar en porqué decidió juntarlas y volverlas composiciones.

Permítame decirle que me recordó al proyecto de grado con el que me gradué de Artes en la Universidad Nacional en Bogotá, también hice pequeños ensamblajes con “basuritas”, como ustes las llama, yo no hice tantas, pues mi interés era otro, los objetitos los presenté con un librito donde escribí lo que aprendí al hacer cada uno de los ensamblajes, me interesaba lo que aprendemos cuando creamos y cómo el mismo proceso de creación es un proceso de aprendizaje, lo llame: Aprendizajes en medio de un vuelo.

Volviendo a sus Precarios, me fijé específicamente en una composición de cuatro objetitos de madera, tres estaban erguidos y uno estaba en el suelo, ví el rastro sobre la arena que denotaba que antes estaba de pie, percibí que se había caído y pensé en ¿Qué más precario que rechazar el permanecer erguido, la verticalidad, rechazar el ímpetu a la elevación? Aquí, para mí volvió a cobrar sentido el título de la exposición ¡Un fracaso iluminado! Me gustó verlo reposar sobre la superficie de arena, creo que quería y necesitaba un merecido descanso. Verlo reposando sobre la arena me acordó de la obra de una tutora de la maestría, Lina Lapelyte, quien junto a otras dos artistas crearon Sun and Sea, un performance donde cuerpos humanos descansan sobre una playa de arena mientras entonan hermosos cantos que nos avisan de nuestro apocalipsis medioambiental, me pregunté ¿Serán los mismos cantos que entonan sus Precarios? ¿Acaso se imaginaba que hoy en día, unas décadas después, seguiríamos entonando los mismos cantos?

Me sorprendió mucho conocer las intervenciones que realizaba en la playa de Concón en Chile, le digo que me sorprendió pues yo hacía lo mismo jajaja, en otras circunstancias claro está, me escapaba de casa en medio de las cuarentenas para refugiarme en la parte más boscosa de los parques, allí recolectaba cositas y hacía mis propios rituales a la Tierra, recuerdo muy especialmente algunos que realicé el día de mi cumpleaños, con los que agradecía mi existencia en medio de la pandemia.

Déjeme decirle que venir hoy a su exposición fue un bálsamo para mí, estamos atravesando un álgido e intenso momento político en Colombia, usted se preguntará ¿Y acaso cuando no?, y estaría en lo cierto. Su exposición me generó tranquilidad en estos momentos.

Recordaré su hermosa canto -susurro a las niñas vietnamitas.


Gracias Cecilia.


Pd.1 Cecilia, se lo repito, su trabajo anuda el viento de los Andes. ¿Qué mejor manera de cerrar estas cartas que con una idea inicial?

Mañana espero ir nuevamente a Monserrate y estaré pendiente si la llego a ver entre Borracheros y Eucaliptos, estaré pendiente de minúsculas hebras rojas que vuelen con el viento.

 


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15 de junio 2022 

(A cuatro días de las elecciones presidenciales)


Estimada Cecilia,


Por allá, en 1973 usted pintaba un cuadro que se ha titulado Frente cultural, en éste, usted soñaba que todos los trabajadores y artistas estábamos unidos, conformábamos un sólo organismo vivo que trabajaba en favor del desarrollo del espíritu, éramos un huevo en eclosión, un huevo solar que habría de iluminar el mundo y dar a luz a una nueva humanidad.

Pareciera que a usted, en ésa época, le fuera permitido soñar; he de confesarle que dicho sentimiento se me hace un poco extraño, en el sentido de que lo siento distante, pues a veces siento como si hoy en día, a las personas de mi generación y a las de las próximas se nos hubiera privado de dicho privilegio. Hoy por hoy, más que soñar estamos en un constante resistir y presionar, resistimos que regímenes sanguinarios sigan haciendo política desde la muerte y evitamos que dichos proyectos tumben los derechos y garantías que aún quedan; aveces siento que la energía de nuestra generación se ha ido entre detener la guerra, salvaguardar la vida y encontrar sustento económico en medio de la incertidumbre y la creciente precarización laboral. Sé que es una visión parcializada e incompleta, pero es un sentir que de vez en cuando agita mis esperanzas, como un pequeño tornado que se diluye al poco tiempo, pero no por ello es menos destructor. 

Hoy en día, en mi país se piensa que cualquier reforma progresista es un acto "revolucionario", populista y por lo tanto, peligroso. Así de acostumbrados hemos estado a la escasez. Y en este contexto, me pregunto si aún así nos sería posible soñar. Sin embargo, creo que en el fondo nuestra resistencia lleva un sueño: el sueño de una sociedad en paz; verá usted que nuestro sueño no es utopista o extravagante, es apenas lo básico para el desarrollo de cualquier ser humano: la paz.

Al seguir recorriendo las salas de su exposición, encuentro nuevas perspectivas o medicinas para esta dolencia que llevo yo; y conmigo, la juventud de mi país; y con nosotros, el país entero. Sus Palabrarmas nos recuerdan que la existencia es un acto de resistencia (rexistir); que nuestras herramientas son la solidaridad (sol y dad y dar), la participación (parti sí pasión) y la emancipación (eman sí pasión); que nuestras armas son las palabras, y que las palabras se labran como la tierra y que la palabra en sí es una "pala con alas para abrir la realidad", como diría usted. Y que la revolución, no es un acto dañino como nos lo han hecho creer, es un retorno a la evolución (r-evolución). Y sobre todo me recuerda que no estamos solos, que este grito de justicia social, valores democráticos y libertades para el puelo se escucha por todo el continente, resuena en cada cueva, acantilado y cordillera, y es llevado por los ríos y susurrado por los arroyos.

Cecilia, usted nos recuerda la importancia de la pasión, la agremiación, el trabajo y la cultura. Y es aquí cuando de nuevo recuerdo el título de su exposición y cobra sentido, al iluminar las sombras y fracasos del discurso hegemónico de nuestra nación.

No creo que sea fortuito que sus obras se encuentren expuestas en pleno centro de Bogotá, a pocas cuadras de la representación del poder político y judicial, en medio de un periodo de elecciones cuya polarización ha resquebrajado los vínculos entre los habitantes. Creo que sus obras iluminan el sendero más loable que podríamos recorrer como país y como sociedad.

Confío en que el susurro que me han recordado sus obras se escuche en las urnas, y si no llega a ser así, tengo la certeza de que, junto con el viento y los arroyos seguiremos insistiendo en él.


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19 06 2022

(Día de las elecciones)


Estimada Cecilia,


Son alrededor de las diez de la noche y me encuentro al frente del Museo observando su Quipú menstrual, justo venía de la Plaza de Bolívar donde miles de personas nos habíamos congregado para celebrar la llegada a la presidencia de Gustavo Petro y Francia Márquez - y aún seguían llegando multitudes-; nadie nos dijo que fuéramos allí, pero esta Plaza tiene una suerte de poder magnético que atrae y congrega las manifestaciones sociales de este país. Sabrá usted que las personas de Bogotá no nos caracterizamos por la calidez o por las habilidades en el baile, pero allí todos estábamos reunidos con gran alegría, arengando y bailando al son de los tambores y las batucadas; en el trayecto de mi casa a la plaza, el ambiente era festivo, las personas habían sacado sus equipos de sonido a las calles, los carros pitaban y la gente se abrazaba y saltaba de felicidad, estas actitudes no son para nada características de la gente de Bogotá, creo que el frío que nos llega de las montañas tiende a enfriar nuestras costumbres y modos de ser, pero hoy era un día diferente, en medio de la lluvia y el frío viento nos convertíamos en un pueblo cálido.


Al ver sus objetos rojos colgando desde aquella fría y lluviosa calle, pero desde la que seguía escuchando la algarabía de la Plaza, pensaba en las miles de personas que han sido asesinadas, en toda la sangre que ha corrido durante décadas en este país, en los cuerpos que han sido arrojados a los ríos y cómo sus muertes fueron la semilla para que hoy un cambio político fuera posible. Al ver sus quipús, colgando y sutilmente tocando el suelo y formando ondas en el suelo, veía los ríos de sangre que han corrido por este país, y cómo éstos han abonado los campos para que hoy podamos avizorar una posible cosecha, campos que hemos de seguir (pa)labrando mancomunadamente. Hoy veo en sus quipús sangre de muerte, sangre de vida y sangre de regeneración.


Le confieso que al ver su obra pensaba en aquellas arengas que entonaba en mi época universitaria: “¡Van a volver, las balas que disparaste van a volver, la sangre que derramaste la pagarás, los hombres que asesinaste no morirían NO MORIRAN!” Quizás algunas personas del campo del arte no conozcan esta faceta mía, pero cuando estudiaba en la Universidad Nacional me involucré con el movimiento estudiantil. Era el año 2011 y el gobierno proponía una reforma educativa que pretendía privatizar y mercantilizar la educación pública, como se imaginará a las artes y a las humanidades no les hubiera ido nada bien en ese contexto; así nació en mí la voluntad de vincularme con la causa y de hacer lo que pudiera hacer, sentía una apremiante necesidad y responsabilidad por contribuir a las transformaciones de mi país, exacerbada por el hecho de estudiar en una universidad pública, situación que lamentablemente es un lujo para la mayoría de jóvenes en Colombia.

Yo ayudaba a organizar las discusiones en la Escuela de artes, aveces pidiendo en préstamo el equipo de sonido, moviendo las sillas para la asamblea, estableciendo el orden del día y/o moderando, también participaba tanto de las discusiones locales como de las distritales y algunas pocas veces de las nacionales. Si bien, me insistieron, nunca quise postularme como “representante estudiantil”, pues poco creo en la democracia representativa y creía que al liderar sin tener un título, podría demostrar que es posible transformar sin necesidad de la burocracia política. Toda esta experiencia me formó políticamente, pero también me hizo ver cosas desagradables, por ejemplo, como los partidos de izquierda habían cooptado el movimiento estudiantil, repitiendo prácticas deplorables contra las cuales luchábamos; también me dejó un recuerdo oscuro, fue cuando una profesora me llamo de “terrorista” en medio de una reunión entre estudiantes y profesores, se imaginará que no fue una experiencia agradable en medio de un gobierno que perseguía violentamente a cualquiera que se atreviera a disentir.


Ante el trauma y el dolor, hoy sus quipús me hablan de resurrección, del resurgir de aquellas memorias ancestrales que se creía silenciadas, pero que cautelosamente se conservaban y esperaban con prudencia el momento adecuado para que las recordáramos. En esta noche, sus quipús también me hablan del largo, intenso y doloroso parir que ha tenido Colombia en los últimos meses y años; pero también me hablan del festejo y de la celebración de la vida ante las más atroces ignominias y, sobre todo de conciencia e iluminación, de la decisión de un pueblo de rechazar la hegemonía, a sus gobernantes y el querer tomar un rumbo diferente.


Aún hoy, once años después de mis andanzas en el movimiento estudiantil, sigo siendo escéptico respecto a la real eficacia de la democracia representativa, creo que ninguna transformación será posible si los ciudadanos no ponemos de nuestra parte y realmente nos comprometemos con el cambio, el cual no es solamente desde lo electoral, sino desde lo más íntimo, desde nuestras fibras internas; creo que el cambio real es la sanación, y hacía allí me he encaminado en los últimos años. Pero ahora mismo no quiero pensar en ello; se impone en mí un sentimiento de celebración, porqué sé que generaciones de personas han trabajado para que el cambio de hoy fuera posible, usted misma habrá conocido personas que ya germinaban este cambio cuando hace algunas décadas vivía en Bogotá . He de confesarle que en estos meses mientras visitaba su exposición, me llenaba de inspiración al ver sus trabajos sobre Allende y la Unidad popular, y esto me motivó a poner mis herramientas a disposición de la coyuntura, puse mi escritura y mis dibujos al servicio de unas necesidades mayores y por ello, hoy me permito dejarme contagiar de la alegría y la festividad.


No puedo describirle mi felicidad, pues es un sentimiento nuevo, habíamos estado tan acostumbrados a las derrotas, que el sabor de la victoria se me hace difícil de describir, por el momento, puedo decir que ha generado una calidez que no había visto antes. Tantos fracasos han hecho de esta primera victoria un momento realmente iluminado.

Gracias por acompañarnos con su exposición en este momento,


Mis mejores deseos,

 

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13 07 2022


Estimada Cecilia,

Espero esté muy bien,


Me han comentado que ya partió de Bogotá, lamento que no nos hayamos podido conocer, pues realmente me hubiera gustado intercambiar palabras y que esta escritura hubiera podido encontrarla, en vez de ser un canto al vacío del cual solo escucho el eco.


Tuve la fortuna de presenciar la performance que realizó en la entrada del Museo del Banco de la República; me hubiera gustado agradecerle personalmente por darnos a cada uno de los asistentes un pedacito de la lana que usted llevaba puesta, me pareció una imagen fuerte y hermosa verla salir envuelta en este material y que luego lo compartiera con nosotros, lo sentí como un acto antropofágico por parte del público y de una entrega total, casi un acto de sacrificio por parte suya; fue un gesto de hermosa generosidad, que intuyo, tiene sus raíces décadas atrás cuando vivía en Bogotá.


Al finalizar la acción intenté aproximarme a usted, pero habían decenas de personas a su alrededor; no obstante, María, quien había leído mis textos, me la presentó justo antes de que usted dejara el Museo ¡Y la vi tan cansada! la vi tan exhausta que me hubiera gustada haber utilizado la lana que nos había dado para tejerle una manta que la acompañara en el trayecto hasta su hogar, pero no; en cambio, se me fueron las palabras y sólo pude permitir que siguiera su camino a su merecido encuentro con el sueño y el descanso.


Al día siguiente, salí temprano de mi casa rumbo a Monserrate, hacía mucho frío, entonces metí la mano en el bolsillo de la chaqueta y sentí el montoncito de lana que nos había regalado, calentó mis manos en medio de la helada mañana bogotana, me acompañó durante el ascenso a la montaña y tuve la sensación como si este suave toque fuera el encuentro con usted.


Los días siguientes, mientras caminaba por La Candelaria, estuve muy atento por si la veía entre las calles estrechas de casas pequeñas y de colores fuertes, pero mis ojos no lograron verla. Me enteré de que haría una serie de acciones en Colombia, pensé que correría con al suerte de ser invitado a alguna de ellas, pero me fueron esquivas.


Supe que realizaría una última acción pública en el Teatro Colón, llegué 10 minutos antes de la hora de la invitación, había una fila a la entrada, los organizadores se comunicaban con las personas al interior del teatro por medio de radios y decían nombres, dichas personas salían de la fila y entraban al teatro, pero mi nombre no fue llamado, minutos después nos dijeron que se había completado el aforo y tuve que devolverme a casa. Caminaba triste y decepcionado por las calles de la Candelaria y me sentí excluido, pensaba que pude haber salido algunos minutos antes de mi casa, pero no me imaginé que el teatro iba a llenarse tan rápido; de repente recordé a aquella Cecilia de los setentas en Bogotá, quien no fue ampliamente acogida por el campo artístico bogotano, y aún así, siguió creando con amor y determinación, en cambio, fue abrazada por teatreros y poetas, la comprendí y me acompañó en mi trayecto, recordamos los movimientos cíclicos de la naturaleza y de la existencia, y seguí mi rumbo a casa.


Le agradezco por su viaje y lamento no haber podido conversar personalmente con usted, pero queda en mí la alegría de haberla podido encontrar por medio de las palabras, pues fueron ellas quienes me permitieron conocerla un poco más y adentrarme cariñosamente en su obra.


Mis mejores deseos,



Monday 31 May 2021

Arte, represión y tortura. Sobre el acribillamiento de tres jóvenes en Soledad.


Me desperté el domingo en la mañana, aún medio dormido me dirigí al baño a lavarme los dientes, me gusta escuchar música mientras lo hago, pero esta vez decidí poner un noticiero colombiano, me gusta oírlo por ser independiente y mostrar informaciones que no suelen aparecer en los medios convencionales, mientras miraba mi rostro dormido y ojeroso en el espejo del baño, boca llena de espuma, mano haciendo movimientos circulares mientras sujetaba el cepillo de dientes; sentí el horror, el vómito y la repulsión.

Tuve que parar el video. Presencié algo que me impidió seguir mi rutina, la impotencia se había mezclado con el terror de lo macabro y, me había paralizado; en un instante volví a sentir la ausencia de esperanza en la especie humana, al reconocer cuan vil y malvados podemos llegar a ser.

Había quedado en shock y pasmado, pero sentía que tenía que confrontarlo de nuevo, intenté buscar consuelo en el final de la noticia, pues asumí que toda tragedia ha de tener su adecuada resolución, así, terminé mis asuntos matutinos y reproduje el video donde había quedado.

En éste, un joven entre lágrimas cuenta como fue detenido por la policía luego de participar en una marcha, él y dos amigos se refugiaban en una vivienda -en el municipio de Soledad en el departamento del Atlántico- a donde llegaron seis uniformados; fueron golpeados y amenazados mientras eran trasladados a un centro de detención; allí la policía los entrega a un grupo de reclusos diciendo “ha llegado carne fresca”, los reclusos los golpean nuevamente, los amenazan, extorsionan y, los hacen desnudarse para violarlos sexualmente. En la siguiente escena, un miembro de la policía dice que los jóvenes no mencionaron dichos hechos en la audiencia.

La escena me sigue pareciendo irreal y macabra, y la única pregunta que surge en mi cabeza es ¿Por qué? ¿Por qué pasó todo esto? ¿Por qué estos jóvenes vivieron una de las pesadillas más horrendas que cualquier ser humano pueda vivir?

Los policías que detuvieron a los jóvenes, como parte de su servicio pudieron haberlos llevado a la instancia correspondiente para que fueran juzgados, ¿No era esto lo debido? ¿Acaso, no era esto suficiente? No, no les fue suficiente.

Como acto de presión psicológica, los amenazaron y luego los sometieron físicamente por medio de golpes; si ya se encontraban bajo el poder de la autoridad institucional ¿Qué motivó a los agentes a las amenazas, las patadas y los puños? Actos innecesarios y que demuestran un accionar desmedido. ¿Acaso los agentes no llegaron a percibir el temor de estos jóvenes? ¿No vieron el miedo en sus ojos, las lágrimas bajando a chorros por sus rostros, ni los moretones ocasionados por sus golpes? ¿No escucharon sus plegarias para que todo esto parara? No, no quisieron escucharlas.

La siguiente escena hace parte de lo indecible y me provoca horror, tengo que respirar hondo e incorporarme para seguir escribiendo, ¿Qué los motivó a tener la intención de someterlos a vejámenes sexuales? ¿Por qué los hicieron repetir de nuevo el castigo? El objetivo ya no era judicializarlos, ni siquiera castigarlos, se trataba de algo más primario e instintivo, se trataba de sentir placer con el tormento del otro.

Ya no era un acto para reducir a alguien potencialmente peligroso, se trataba de disfrutar del llanto, el temor y la miseria del otro. Tortura viene del verbo en latín torquere que quiere decir retorcer, curvar. De ahí también viene la palabra tormento, compuesta por torquere y el sufijo -mentum, que significa dispositivo, es decir el instrumento para torcer.

Para que haya tortura no puede haber dos personas, tiene que haber un sujeto y un objeto; alguien que la ejerce y algo que la recibe; el otro ser, pierde su calidad de persona y se convierte en un instrumento; los tres jóvenes ya no eran personas, eran objetos, meros juguetes para satisfacer el deseo de aniquilación de los uniformados. Se habían convertido en trapos para torcer, en objetos para retorcer y los uniformados en sujetos poseídos por un deseo desmedido de placer y destrucción.

Quizás los policías consideraban que ello hacía parte de su trabajo, quizás ello haga parte de su entrenamiento, quizás ellos son los primeros objetualizados, a quienes se les ha convertido en máquinas para seguir órdenes, previamente se les ha desprovisto de su empatía y de su capacidad de sentir y, al no permitírseles sentir, al serles reprimidas sus emociones, se construye una olla a presión que por algún orificio ha de explotar y liberarse, así surge el placer por el sufrimiento del otro.

Y es que la represión no es asunto nuevo para Colombia, reprimiendo a los pueblos nativos fue instituido nuestro país, reprimiendo a minorías étnicas y sexuales se fue construyendo nuestra nación y, reprimiendo minorías políticas surgieron las guerrillas y así llegamos al siglo XXI. Nuestra historia es el trasegar de una cadena de represiones, y ha llegado el momento de la expresión y liberación de cada una de ellas.

¿Qué hemos hecho como sociedad para permitir que un grupo de militares lleguen a realizar estos hechos? Siempre hemos tenido un gobierno al cual culpar, un sistema electoral al cual responsabilizar. ¿Pero qué hemos hecho cada uno de nosotros y nosotras para permitir que estos crímenes se junten a la pila de crímenes que en los últimos días, años y décadas se han venido amontonando? La incineración de policías en un CAI, el asesinato y mutilación de manifestantes por parte de la policía, la violación como arma sexual, los secuestros, desapariciones y masacres, las extorsiones y los robos, “las vacunas” y las intimidaciones, el asesinato de cada uno y cada una de las líderes sociales, en fin, un largo etcétera que transforman esta pila en una montaña más grande que nuestras cordilleras, y que, al igual que éstas, se encuentran en el corazón de nuestro país.

Cada una de las formas de violencia han de causarnos perplejidad, pero más aún el inerte estupor ante la violencia, más aún el regocijo macabro ante la violencia y, sobre todo, cada instante de normalización de esta. Es cierto que ahora la sangre corre por nuestras ciudades, pero no olvidemos que esta ha sido la ley durante décadas en nuestra Colombia rural.

Y en medio de todo esto ¿Dónde queda el arte? Parecería ser un asunto innecesario, totalmente elitista, y sobre todo alejado de esta realidad. Pero no lo es, y las múltiples manifestaciones artísticas en medio de las protestas son prueba de ello.

¿En qué momento los artistas nos convertimos en corresponsales de guerra? Siempre lo hemos sido, hoy en día la guerra se siente en las ciudades de Colombia, pero siempre ha estado en el campo, y quizás, nunca ha salido de nuestras casas. Pero más allá de ello, los artistas siempre hemos estado en guerra.

Nuestra guerra no es sólo contra lo indecible. Hemos de apuntar nuestras herramientas, sean estas cámaras de video, pinceles, partituras, nuestro cuerpo y nuestra voz, no sólo contra lo ignominioso e inhumano, sino sobre todo, contra “lo humano”, contra las maneras en que hemos asumido, construido e instituido “lo humano”, contra aquel estatus quo y normalizador que nos hace excusarnos detrás de nuestra propia “humanidad” para someter al otro a los más infames vejámenes.

Y es que a pesar de que nuestra especie ha tenido milenios de evolución, aún no hemos sabido utilizar nuestras grandiosas capacidades y fuerzas para vivir con la diferencia, y ello nos lleva a atentar los unos contra los otros. La ausencia de empatía nos hace asumir que estamos separados, que lo que le sucede a los demás no nos afecta, olvidamos que los otros también tienen conciencia, y con ella, una existencia tan compleja y valiosa como la nuestra.

Un cliché en las academias de arte es decir que “los artistas hacemos visible lo invisible”, lo interesante de los clichés es la manera en que permiten identificarnos con algo. Creería que los artistas mostramos el doblez, hacemos visible el otro lado de las cosas, donde hay un falso consenso mostramos el disenso, y donde hay diferencia generamos puentes de encuentro. De alguna manera, los artistas mostramos lo oculto, lo que las fuerzas no permiten que salga a la luz, mantenemos el equilibrio, inherente a nuestra existencia, ahora sí utilizaré sin zozobra la palabra, humana, existencia humana.

En momentos donde la noche es fría, oscura y lluviosa, donde hay baños de sangre y represión en las calles, los artistas hemos de ser estandartes de la luz. Que el arte reavive el espíritu en la horrible noche; no como narcótico que nos haga olvidarnos de aquello que llamamos “la realidad”, sino como aliciente que nos recuerde que “la realidad” es mucho más compleja, que aún es posible calentar nuestros corazones, que hay tejidos de afecto y, que al igual que existe la violencia, también hay refugios de paz. Que más allá de situarnos como víctimas o victimarios, hay un sinfín de relaciones por crear. El arte nos recuerda que siempre hay algo por crear, que tenemos la capacidad de crear al margen del poder vertical y ello es fundamental ante un panorama represivo como el que afrontamos en Colombia.


Fuentes:

Video: https://www.youtube.com/watch?v=Yirfasy73us 

Periódico: https://www.elespectador.com/judicial/paro-nacional-tres-jovenes-detenidos-en-barranquilla-denuncian-violencia-sexual/

Adicionalmente, quisiera compartir esta crónica de Clarice Lispector sobre la muerte de Mineirinho, quien fue asesinado con trece disparos; me parece iluminadora al reflexionar sobre nuestra responsabilidad como sociedad ante hechos atroces y sobre la idea del castigo ante los delitos. En este link encuentran el texto en portugués: https://www.geledes.org.br/mineirinho-por-clarice-lispector/


Sunday 31 January 2021

Concierto para el fin y el comienzo de los tiempos

 

Imagen tomada de la página del artista: http://www.eugenioampudia.net/en/portfolio/concierto-para-el-bioceno/

A mediados del año 2020 el artista Eugenio Ampudia creó la pieza “Concierto para el Bioceno” en colaboración con la curadora Blanca de la Torre. Para esta acción, dispusieron miles de plantas dentro del Gran Teatre del Liceu en Barcelona, mientras un cuarteto de cuerda interpretaba la pieza Crisantemi de Giacomo Puccini. El resultado fue una poderosa acción que pudo ser experimentada por el público humano a través de videos y fotografías, no obstante, el efecto ambiental de la música fue experimentado por las plantas que ocupaban el teatro.

Esta acción, evocadora y al mismo tiempo apocalíptica, me recuerda a la escena de la película Titanic, donde otro cuarteto de cuerdas interpreta Nearer, my God, to thee ("Más cerca, Dios mío, de ti", himno religioso escrito por Sarah Fuller Adams) mientras el barco se hunde. Siempre me he preguntado ¿A quién le están tocando? ¿Están tocando para los cientos de víctimas que dejará la catástrofe en contados instantes? ¿O acaso están tocando para el océano y las criaturas marinas a las que pronto se unirán? ¿Es este un himno de despedida o una dulce bienvenida a lo desconocido?

Imagen tomada de https://www.youtube.com/watch?v=U41txhi2nfY

Estos dos conciertos son acciones de toma de conciencia en medio de la debacle, los últimos minutos de reflexión antes de que aparezca la muerte, pero también, el momento exacto en que, como humanidad, estamos atravesando hoy.

Los momentos antes de la catástrofe remueven el velo de las ilusiones, conocido como maya en el hinduismo, nos hacen enfrentar con lo que realmente importa, con aquello que no veíamos claramente. Muchos pasajeros del Titanic se dieron cuenta de que sus suntuosas pertenencias ya no eran relevantes, otros se dieron cuenta de que el vínculo afectivo con sus seres queridos era lo más importante, otros, en cambio, intentaron hacer todo lo posible para salvar sus propias vidas, incluso patear a otros y robar sus chalecos salvavidas. La imagen que aparece al quitar el velo es impactante pues nos revela nuestro real y verdadero yo interior ¿Qué haríamos en esas circunstancias? ¿Qué estamos haciendo bajo las actuales?

Hoy en día los países más ricos están intentando comprar la mayor cantidad de vacunas posible, se han suministrado cerca de 24 millones de dosis en Estados Unidos -24 millones es la población de muchos países-; no obstante, hay países, los más pobres, que aún no han recibido ninguna dosis, y según sus estadísticas, para completar la vacunación del 80% de su población se necesitarán al menos cinco años más que los primeros. En esos cinco años morirían miles de personas en aquellos países con menos recursos económicos y escasa representación en la política internacional.(1).

En la misma línea, algunas compañías farmacéuticas han retenido la patente de las vacunas, lo que impide que otras puedan producirlas, mientras otros países bloquean el transporte de las mismas a cambio de impuestos. Según la comunidad científica, si no existe un proceso de vacunación uniforme y justo en todo el mundo, podrían aparecer nuevas variantes del virus, lo que volvería inútiles las vacunas actuales. Ya empezamos a tocar nuestro propio réquiem.

El “Concierto para el Bioceno” apareció al inicio de la pandemia, en el justo momento en que varios Estados alrededor del mundo estaban considerando instaurar la emergencia climática y donde las personas estaban empezando a ser conscientes del enorme impacto de sus más pequeñas acciones sobre los demás. Veamos las consecuencias que tiene una sencilla acción como toser.

La pieza de Ampudia y De la Torre sitúa a las plantas como público, convirtiéndolas en sujetos, haciéndonos pensar que pueden disfrutar de un concierto, que son seres sensibles, y de la misma forma, que también pueden sentir otro tipo de emociones, como dolor. Ello nos recuerda nuestra responsabilidad como seres humanos en la catástrofe ecológica y planetaria, que es nuestra también; quizás utilizaré el plural "catástrofes", pues no solo hemos creado una emergencia ecológica y sanitaria, sino también una ética y social.

La oscuridad del teatro con sus focos de luz crea un espacio liminal entre el comienzo y el final del cataclismo, ¿Entre la vida y la muerte? ¿O entre la vida pasada y una nueva vida? Eso depende de nosotros. En la escena del Titanic ninguno de los pasajeros mira a los músicos, todos corren; sin embargo, en la acción de Ampudia y De la Torre, las plantas son el público del cuarteto de cuerdas. ¿Es este un presagio del futuro de nuestro planeta? ¿Un futuro en el que plantas y otros seres no humanos -que durante años hemos despreciado y explotado- serán los testigos de nuestra autodestrucción como especie humana? Quizás soy optimista al hablar en términos de futuro, cuando todo parece indicar que es nuestro presente. 

Imagen tomada de la página del artista: http://www.eugenioampudia.net/en/portfolio/concierto-para-el-bioceno/

Sin embargo, los humanos podemos acceder a este concierto a través de internet, hoy en día la tragedia no ocurre en el campo de batalla, sino en la pantalla y desde la comodidad de nuestros hogares. La comodidad de la catástrofe hace que el olor a alquitrán y el dolor del vecino ni se perciba.

La escenografía de esta pieza crea una separación entre “plantas” y “músicos”, la arquitectura del teatro crea una contundente diferenciación entre artistas y público, entre pasivos y activos, entre quienes emiten sonidos y quienes los escuchan. Lo cual restablece una separación que a mi parecer el término “Bioceno” pretende diluir.

Bioceno es un término sugerente. “Bio” proviene de la palabra griega bio que se refiere a la vida, sin embargo, es importante anotar que bio se refiere a la vida como “historia” o “desarrollo espiritual”, como en la palabra “bio-grafía” que no solo se refiere a la “vida orgánica”. Y -ceno proviene del término griego kainos, que significa nuevo, reciente, fresco; el tiempo o la era más reciente.

En ese sentido etimológico, Bioceno se refiere a un tiempo reciente de la historia caracterizado por el desarrollo espiritual de la vida. Entonces, la pregunta que surge aquí es ¿Qué es la vida? ¿Qué está vivo? ¿Cómo se desarrolla espiritualmente la vida? ¿Podremos finalmente reconocer de lo que nos une con otros seres en lugar de lo que nos separa? Parece que al final de los tiempos, volvemos a las preguntas primordiales y originales. Quizás, el hecho de que se instauren estas preguntas pueda hacer la diferencia, en que el cuarteto que ahora nos acompaña entone el Réquiem o el Gloria in excelsis Deu.

 

Imagen tomada de la página del artista: http://www.eugenioampudia.net/en/portfolio/concierto-para-el-bioceno/

 

1. Cf. https://www.elespectador.com/noticias/salud/no-veo-posible-lograr-la-meta-de-vacunacion-en-2021/?fbclid=IwAR1YXtd7Zbh6-XFGFjm2KWPb5akM18L6ryEQdLML1efwb15ejaNE